Detectar falacias políticas

Presuponer posibles armados de precandidatos a integrar las listas legislativas sábana 2025, implica observar el desenvolvimiento de quienes intentan integrarlas, sus entornos, y falacias en sus discursos políticos, como se caracterizan a las frases y argumentaciones falsas o erróneas pero psicológicamente persuasivas, empleadas para confundir o convencer a la ciudadanía. Un proceso electoral presupone una coherencia entre dichos discursos, el candidato que los pronuncia y el partido político al que pretende representar. Coherencia que no existe, por lo que la actividad preelectoral puede describirse con la metáfora de muchos políticos apelotonados en botes tras un naufragio, a la espera de ser rescatados por naves (léase coaliciones), de las que se desconocen detalles pues en cada turno electoral modifican sus aspectos (léase nuevo nombre de las coaliciones). Ante esta liquidez ideológico-partidaria y poder lograr cierta claridad argumentativa, los análisis se centrarán en nombres propios de precandidatos (el contenido y no el contenedor), y el tenor de sus acciones y discursos políticos, sean individuales o grupales. Dada esta estrategia analítica, y dado que nuestros políticos no han sido aún reemplazados por la inteligencia artificial, es necesario definir un perfil humano de referencia, apelando al que con humor y precisión describiera el fallecido politólogo José Nun en un artículo periodístico, cuando expresó: “En las zonas cálidas abundan los peces voladores, que para huir de sus atacantes marinos saltan casi un metro fuera del agua y planean unos 200 metros antes de volver a sumergirse. Tienen un aire de familia con el planteo de muchos de nuestros políticos. Estos lanzan ideas voladoras, que tampoco llegan demasiado lejos, pero les sirven para salir a la superficie, esquivar a sus críticos y entretener a sus seguidores”.

Esta caracterización obliga a explicitar dos preconceptos de base para analizar la actividad preelectoral iniciada bajo diversos formatos comunicacionales: 1) ante las anomias ideológicas y políticos fluctuantes, las denominaciones partidarias se utilizarán de modo referencial; los análisis se basarán en los nombres propios de candidatos con sus entornos, y se evaluarán sus mensajes en función de antecedentes que los avalen, pues lo que no se haya hecho en el pasado o se haga hasta las elecciones, no será creíble como promesas de campaña. 2) en cuanto al recurso de “entretener a sus seguidores” que señala Nun, no se considerarán relevantes los cruces agraviantes entre políticos, tales como traidor, coimero, sinvergüenza y otros similares, pues es una de las formas de disimular mediocridades y malas praxis, como también para presionar en el armado de listas, sin importar que se ponga en riesgo la implementación de políticas transformadoras e imprescindibles para una sociedad sumergida en la pobreza y decadencia. En los acuerdos preelectorales no se discutirán agravios sino intereses individuales y corporativos. Basta recordar la trilogía Fernández, Cristina Kirchner y Massa, condición que alcanza a sectores del oficialismo y de la oposición.

Para iniciar el movimiento de fichas políticas en el tablero de armado de listas sábana, cabe recordar que pese al holgado triunfo electoral de Milei adjudicado al hartazgo social, todas las “castas” políticas y corporativas se encuentran activas pero con limitados manejos de los recursos públicos, lo que plantea un desafío inédito desde 1983, que muchos dirigentes parecieran no entender: las opciones no están hoy entre múltiples caracterizaciones ideológicas que ni sus propios promotores entienden, sino en decidir si se conservan privilegios y malas praxis, o se implementan cambios estructurales virtuosos.

Vale ingresar al campo de lo concreto mencionando las conducciones del PJ y UCR, los dos partidos otrora predominantes como referencia nacional. En el caso del PJ, si se preguntara a cualquier ciudadano como llegaron Alberto Fernández a conducir el PJ nacional y Máximo Kirchner el de la provincia de Buenos Aires, todos inequívocamente responderían que por decisión de Cristina Kirchner, prácticamente sin objeciones internas. Vistas las mediocridades políticas y conductivas de ambos y suponer si las designaciones fueron producto de la necedad o de una estrategia, la personalidad de la ex presidenta indicaría que buscaba un control de poder interno total  trasladable al ámbito nacional, bajo un esquema conservador reacio a todo cambio, lo que se ratificaría con la postura actual de los legisladores de Unión por la Patria. En el caso de la UCR y considerando la ausencia de conducciones excluyentes, si se preguntara como llegó Martín Lousteau a la conducción de la UCR,  la hipótesis parecería no ser tan lineal como en el caso del PJ. Comenzando a mover fichas políticas radicales porteñas, se puede llegar a similitudes sorprendentes con el kirchnerismo en cuanto a objetivos. Vale tomarse una semana de reflexión.

Buenos Aires, 02 de octubre 2024