
Tirar un muerto
Los hechos políticos, vale reiterarlo, deben analizarse partiendo de principios de la enseñanza básica, etapa imprescindible y socialmente igualadora que permite aprender a leer, escribir, expresarse y realizar operaciones matemáticas elementales. Principios que se distorsionan cuando socarronamente se afirma que en política “dos más dos Los no siempre es cuatro”, por lo que para aproximarse a la verdad, los ciudadanos deberán reordenar los mensajes y opiniones de quienes, responsables de la decadencia del país, invocan a jubilados, derechos humanos, la Constitución y la Patria. Bajo esta óptica cabe analizar el enfrentamiento entre fuerzas de seguridad y vándalos organizados en la manifestación en apoyo de jubilados el pasado miércoles.
Inicialmente se destacan elementos comunes en cuanto a personajes, logísticas y acciones directas, con lo sucedido en la noche de diciembre de 2001, que provocó la caída de De la Rúa; el ataque al Congreso en diciembre de 2015 por el tratamiento de una ley jubilatoria, y la del miércoles último. Ellos son la participación de intendentes opositores del conurbano, gremialistas estatales, dirigentes de movimientos sociales, la extrema izquierda que adhiere a todo lo que sea caos, y legisladores actuando desde el interior del recinto. El término “tirar un muerto”, que no refiere a ciudadanos asesinados por delincuentes sino por fuerzas de seguridad, nació en el gobierno de Duhalde, cuando en junio de 2002 los militantes de izquierda Kosteki y Santillán fueron muertos por policías bonaerenses en el puente Pueyrredón durante una protesta, lo que obligó a Duhalde a anticipar en seis meses la entrega del poder. Un caso más reciente fue la supuesta desaparición forzada de Santiago Maldonado el 1 de agosto de 2017 en el sur, cuando Gendarmería reprimió una manifestación mapuche. Hasta que su cuerpo fuera encontrado sin vida en el río Chubut el 17 de octubre, y la autopsia ratificada por más de 50 peritos de parte determinara que murió por sumersión e hipotermia, se produjo una coordinada acción del peronismo kirchnerista, que incluyó denuncias contra el gobierno en el exterior, e intervención de organismos internacionales. Aún hoy, familiares del fallecido actúan judicialmente contra los peritajes.
Para diferenciar las manifestaciones legítimas de las manipuladas políticamente con fines destituyentes, existen tres ejemplos contundentes de convocatorias masivas pacíficas, que carentes de aparatos políticos, superaron las 100.000 personas. La de Blumberg en abril 2004 en reclamo de seguridad ante la muerte de su hijo; la de apoyo a Macri en abril 2017 por los intentos de “golpe institucional” contra su gobierno, y la del reclamo por el presupuesto universitario en abril 2024. En ninguno de los tres casos se produjeron desmanes, siendo los políticos meros observadores.
Retomando los sucesos recientes, no resulta creíble que caracterizados barras, acostumbradas a negocios más redituables, hayan sufrido una revelación mística masiva acerca de la situación que los jubilados comunes afrontan desde hace décadas, generadas precisamente por quienes gozan de regímenes de privilegio. Lo correcto entonces sería hablar de “fuerzas de choque” delictivas siempre disponibles de variado origen y actividades, que en este caso incluyó un marketing basado en el uso de camisetas de clubes de fútbol, y un video del terrorista Firmenich apoyando a los sufridos jubilados. Más realista es plantear que todos los hechos de violencia política se realizan bajo conducción política, con objetivos inmutables: poder, dinero, protección de patrimonios mal habidos e impunidad judicial, lo que exige la participación de jueces y fiscales. Ello explica que la jueza en lo penal contravencional Karina Andrade, liberara en escasas horas y sin tiempo de análisis individuales a 114 detenidos, con un lamentable dictamen que mezcla el “derecho legítimo a la protesta” con “desmanes delictivos”. Explica también porque la designación de jueces provoca apasionados debates y prolongadas demoras legislativas. Y sin olvidar que hay demasiados políticos que arrojan piedras con sus lenguas.
Cabe un desagravio final para las camisetas de todos los clubes de fútbol. Mientras delirantes las portaban para arrojar piedras, quemar contenedores y un patrullero, hinchas de Independiente y Racing trabajaban asociados para enviar donaciones a los sufridos habitantes de Bahía Blanca.
Buenos Aires, 19 de marzo 2025

Alberto Landau
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