Mitos, mentiras y verdades

El cierre de listas legislativas el pasado sábado 24, repitió la escenografía de diversos integrantes de castas políticas pujando fervorosamente por incorporarse a las listas sábanas de legisladores nacionales, provinciales y municipales, en ubicaciones que les permitan concretar sus ambiciones aún en condición de minoría. Obviando debates programáticos, los patriarcas de castas priorizaron la inclusión de familiares directos, amigos de confianza, algunas figuras taquilleras que simulen renovación, y eventualmente premiar a quienes elegidos como “tercera vía”, terminaron adhiriendo al oficialismo con sus votos.

Hasta la elección general del 14 de noviembre, se mantendrán las pujas de poder y privilegios por sobre las urgencias económico-sociales de la población. En contraposición, para el ciudadano este período debería ser óptimo para detectar falacias y contradicciones de los mensajes que se emitirán a través de la propaganda masiva planificada y el discurso político individual. No es difícil si se explicitan principios de una propaganda política masiva. Sus instrumentos (imágenes, discursos, eslogans), deben tener una simplicidad de identidad que permita sea entendida por todos los sectores sociales y educativos. Al respecto Maquiavelo distinguía entre tres cerebros: “el primero discierne por sí; el segundo entiende lo que los otros disciernen, y el tercero no entiende ni discierne lo que otros disciernen”. En la propaganda política moderna los mensajes se dirigen a los tres cerebros simultáneamente, por lo que deben ser simples, muchas veces hasta infantiles. Su complejidad reside en el diseño, que incluye elementos psicológicos y sociológicos, para que actúen sobre la parte emocional de los cerebros, no sobre la racional. Por ello el uso de terminologías basadas en símbolos o conceptos virtuosos, tales como Patria, Justicia, Unión, Juntos, Todos. Otro aspecto a considerar es la instalación de temas, siempre con simplicidad. Es habitual ver manifestantes portando carteles con “No pagar al FMI con hambre”, sin saber porque pagar deudas implica hambre. Pero no se observa tal confluencia y convicción para portar carteles que digan “Basta de corrupción”, pese a que ambos mensajes tienen directa relación. El cerebro menos privilegiado recepta emocionalmente la relación FMI-hambre por su histórica repetición, pero no comprende el término “corrupción” y sus efectos, porque a la política no le interesa instalarlo, sino mantenerla y facilitar impunidades. No en vano este mensaje lo encabezan solo los autoconvocados. A lo expresado se agrega un segundo elemento complementario invalorable, que es el de identificar a los emisores de la propaganda política, sus antecedentes y contexto social, que en este caso son tradicionales y privilegiadas castas políticas insertas en el marco de un pobre sistema institucional.

Con este conocimiento previo, los sortilegios habituales de la propaganda política, basados en mitos, mentiras y verdades, serán más fácilmente detectables. Los mitos son narraciones ancestrales con explicaciones prodigiosas, que con el tiempo adquieren carácter de verdad (algunos lo llaman relato). Las falacias son razonamientos engañosos con apariencia de verdad, que si se las formula  con el fin de engañar, se llaman mentiras. Las verdades surgen de la plena coincidencia entre afirmaciones y hechos.

Sirve como metáfora para que los ciudadanos comunes encaren por sí mismos el ejercicio de detectar mitos, falacias y verdades en los mensajes políticos, un cuento infantil del danés Andersen. A un rey frívolo y preocupado por su vestuario, dos estafadores que simularon ser sastres le vendieron lujosas prendas inexistentes, que según afirmaban tenían la capacidad de ser invisibles para los estúpidos e incapaces. Para no ser considerados como tales, todos en la Corte, incluido el rey, alababan dichos trajes. Para asistir a un desfile los estafadores simularon vestir al rey con uno de ellos, siendo vitoreado por el pueblo, que conocía el sortilegio. Hasta que un niño gritó: el rey va desnudo!

Concluyamos con dos ejercicios preliminares: 1) La supuesta precariedad salarial de los legisladores expresada por la diputada Vallejos, “los diputados argentinos tenemos el salario mucho más bajo de toda la región. Casi que da vergüenza”, se desnudó inconsistente con la desesperación para integrar listas legislativas (verdades). 2) La ministra Vizzotti, tras un año de polémicas y ocultismos, anunció esta semana un acuerdo con el laboratorio norteamericano Pfizer para la provisión en este año de 20 millones de dosis. En este caso, vistos los antecedentes y anunciarse en campaña electoral, el tiempo constatará si el anuncio pertenece a los mitos o a las verdades.

Buenos Aires, 28 de julio 2021

Magnicidios verbales

El magnicidio de personajes políticos o religiosos relevantes, sirve como metáfora para explicar las voces que dan por cerrados los liderazgos y ciclos políticos de ex presidentes, una vez derrotados electoralmente. Muchas de ellas son de justicialistas que afirman nunca haber sido menemistas, o radicales que juran no haber colaborado con la caída de De la Rúa. Por su plena vigencia, cabe reflexionar sobre los casos de Cristina Kirchner y Mauricio Macri, sometidos a planteos que repiten intentos jubilatorios anticipados.

Profundizar acerca de esta práctica puede arrojar enseñanzas. Quienes practican los magnicidios verbales suelen obviar sus responsabilidades en los gobiernos que critican, y lograr objetivos propios vía renunciamientos ajenos. No cualquiera crea agrupaciones políticas consolidadas en el tiempo, ejerce la máxima responsabilidad ejecutiva, y mantiene un importante caudal de votantes propios. En tal sentido, la actual coalición gobernante nacida bajo la frase “con Cristina sola no se gana; pero sin ella tampoco”, permite dos conclusiones: 1) las alianzas basadas en acumular agrupaciones irrelevantes solo para ganar, no sirven para gobernar; 2) quien pese a su mayor caudal de votos no puede liderar, y debe asociarse a dirigentes utilitarios y mediocres para alcanzar el poder, como señalara Natalio Botana, deja de ser líder para transformarse en un jefe potencialmente vulnerable y pendiente de traiciones. Estas anomias se manifiestan cada dos años en el armado de listas legislativas, que semejan al cierre del libro de pases en el fútbol. Muchas adhesiones dependen de cargos públicos, y no de compromisos programáticos explícitos y concretos ante los ciudadanos.  

La desaparición de líderes genuinos o estadistas en sistemas democráticos, no debiera preocupar si se poseen estructuras institucionales virtuosas y sólidas. Ni siquiera hay líderes en Cuba, Venezuela y Nicaragua, sino personajes hereditarios sostenidos por costosos aparatos militares y de seguridad represivos. Tampoco existen en China y Rusia líderes excluyentes, sino quienes encabezan sistemas milenarios de poder concentrado, (emperadores y zares hasta hace un siglo), que poseen un ancestral sustrato cultural que les permite insertarse en variantes capitalistas, con exitosos desarrollos científicos y tecnológicos.

Las coaliciones por su parte, son válidas siempre y cuando se conformen con partidos perdurables y coherentes, como en algunos parlamentarismos europeos (caso Alemania). En nuestro país, por el contrario, al diluirse las identidades del justicialismo y el radicalismo como partidos unívocos en lo programático y con extensión territorial, deben asociarse con agrupaciones minoritarias o testimoniales de actividad nula que se mantienen en estado de hibernación hasta las instancias electorales, para que sus armadores negocien con las castas principales cargos y privilegios, configurando coaliciones inestables y carentes de programas de gobierno explícitos. A lo que se suma absurdos permitidos, como que legisladores ingresados en listas presuntamente opositoras, una vez en ejercicio del cargo las abandonen, y armen bloques “independientes” para negociar nuevas prebendas con el poder. O que procesados por corrupción en y en contra el Estado puedan ejercer cargos públicos relevantes. En esta liquidez política, ni siquiera el comunismo asoma como riesgo, pues nuestros revolucionarios y defensores del pueblo operan desde Puerto Madero, Recoleta y lujosos barrios cerrados. Este es el principal problema argentino, avalado e irresuelto por las castas gobernantes.

Ante la ostensible mediocridad política existente desde hace décadas, es razonable pensar que todo acuerdo y/o consenso que excluyendo impunidades judiciales permitan cambios estructurales con trascendencia a futuro, deben encabezarlo Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Ambos ejercieron la máxima responsabilidad institucional, mantienen el mayor caudal de votos, y simbolizan las diferencias llamadas “grietas”. Aunque pareciera irrealizable, históricamente los acuerdos trascendentes en la guerra o en la paz se legitiman suscritos por los reales jefes de los bandos enfrentados, no por los oportunistas o timoratos que quieren reemplazarlos. No es tiempo de entretener a la sociedad con híbridos y falaces debates ideológicos ante el peligro que nos acecha: el caos.

Buenos Aires, 21 de julio 2021

Lenguaje de castas

Tras definir como castas a las dirigencias políticas y corporativas responsables de nuestra decadencia, para explicar su prolongada permanencia  es necesario conocer los instrumentos que utilizan. Ya se mencionó el sistema electoral, armado para limitar el derecho ciudadano a elegir a sus representantes, e internamente condicionar todo intento de renovación política que exceda a la decisión de los jefes de castas. Cabe ahora analizar el discurso político que conecta al poder público con los ciudadanos, no desde la prediseñada masividad de la propaganda, sino desde la singularidad de las expresiones personales. Para ello se adjunta un listado cronológico de frases públicas con sus autores y fechas, para plantearse dos interrogantes: 1) muestran diferencias conceptuales a través del tiempo?; 2) priorizan esclarecer a la sociedad o a las pujas entre castas?

Históricas

“Hay que pasar el invierno” (ministro Alvaro Alsogaray; crisis 1959)

“Hay que sincerar la economía” (ministro Celestino Rodrigo; crisis 1975)

“El que apuesta al dólar pierde” (ministro Lorenzo Sigault; crisis 1981)

“El que depositó dólares recibirá dólares” (presidente Duhalde; crisis 2001/02)

“Primero tenemos que plantearnos el país que queremos” (frase universal de las castas cuando se les pide propuestas concretas)

“Hay que ponerle plata en el bolsillo a la gente” (frase universal de las castas gobernantes durante procesos electorales)

“Vengo a pedir perdón de parte del Estado argentino por la vergüenza de haber callado por veinte años de democracia tantas atrocidades” (Néstor Kirchner el 24 de marzo de 2004). Posdata: perdón Raúl Alfonsín.

Actuales

“Derrotar a la inflación es fácil” (Mauricio Macri en campaña electoral 2015)

“Hay cosas que dan vergüenza del gobierno de Cristina, pero más de Macri” (Felipe Solá; febrero 2019)

“Que Cristina vuelva, pero sin chorros” (Juan Grabois; marzo 2019)

“Si deja Cambiemos, podemos sumar a Lousteau a gran frente contra Larreta” (Mariano Recalde; abril 2019)

“El dólar está totalmente subvaluado” (Alberto Fernández; julio 2019)

“Macri provocó la devaluación” (sindicalista bancario Palazzo; agosto 2019)

“Mauricio Macri tenía un componente mafioso por sus ancestros calabreses” (Cristina Kirchner desde Cuba, marzo 2020)

“Prefiero diez por ciento más de pobres y no cien mil muertos en la Argentina” (Alberto Fernández, reportaje del periodista Fontevecchia; abril 2020)

“La actual conformación de la Corte Suprema está agotada” (Leopoldo Moreau; mayo 2020)

“Lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años” (Alberto Fernández; septiembre 2020)

“Veo a Alberto Fernández “grogui” como De la Rúa o yo” (Eduardo Duhalde; septiembre 2020)

“El cepo es sintonía de desequilibrios. No venimos a aguantar, sino a tranquilizar la economía” (ministro Martín Guzmán; septiembre 2020)

“A Bullrich le conozco todas las caras, no puede especular conmigo” (Elisa Carrió; junio 2021)

Tras este breve ejercicio para entender el lenguaje de las castas políticas, vale un consejo del escritor Ray Bradbury acorde a las circunstancias: “Apaguen todo. Patrullen la casa para desconectar los enchufes de la televisión, la radio, el fax y la computadora. Vayan a sentarse al porche con un vaso de vodka con limón, una libreta, un lápiz, y piensen de verdad”

Buenos Aires, 14 de julio 2021

Castas sólidas e ideas líquidas

En su obra “La política” Aristóteles expresaba: “Si los primeros Estados han sido sometidos a los reyes, y si las grandes naciones lo están aún, es porque todos se han formado de elementos habituados a la autoridad real”. Si bien este pensamiento pareciera extemporáneo, es aplicable a dictaduras, feudalismos y autocracias actuales. En nuestro país más de una generación se desenvolvió habituada a los mismos políticos, empresarios y sindicalistas que sumergieron al país en el atraso y la pobreza.  

Esta continuidad hace suponer que las transformaciones no surgirán desde las cúspides de poder, sino de consensos ciudadanos de base sin artificiales grietas. Esa intención nunca plasmada en acciones concretas deberá iniciarse cuanto antes, pues la ya grave situación económico-social del país se verá agravada en el corto plazo. Lejos de ser una predicción alarmista, es una realidad reconocida públicamente por los propios actores políticos, empresarios y sindicales, cuando fijan como fecha para redefinir las vigentes políticas de contención de tarifas, congelamiento parcial de precios, valor del dólar mantenido con costosas intervenciones del Banco Central, renovación permanente de acuerdos paritarios, prórrogas de prohibición de despidos a privados, entre otras medidas, todo ello sin realizar desembolsos relevantes de pagos de deudas externas e internas, al acto eleccionario del próximo 14 de noviembre. Es ante este panorama inevitable de agravamiento de la crisis, que la ciudadanía, en un marco democrático, deberá impulsar cambios profundos que las castas que la provocaron no realizarán, porque sus pretendidas ideologías son líquidas, mientras sus objetivos son conservadores. Por lo que la llamada “clase política”, como se denominan a quienes ejercen al rol de representación democrática de modo circunstancial, ha sido sustituida por “castas políticas”, que caracterizan a quienes perduran en base a linajes que comparten privilegios y nepotismos, apoyados en un sistema electoral limitante del derecho ciudadano a elegir.

Para lograr consensos entre ciudadanos carentes de instituciones de calidad que les permitan intermediar con el poder, previamente se deberá detectar las falacias conceptuales, discursivas y de políticas públicas aplicadas desde hace más de tres décadas, partiendo del derecho a la información en su saludable diversidad, para procesarla en cuanto a racionalidad y veracidad. No es fácil, porque las castas apelan al secretismo y desinformación. En cuanto al derecho de convocarse para peticionar, si bien se mostró coyunturalmente eficaz en temas como frenar intentos políticos de desactivar causas de corrupción, o recientemente ampliar a otros laboratorios las posibilidades de adquirir vacunas contra el Covid, los reclamos deberán ser consistentes, coordinados y sustentables, para evitar que se repita el emocional “que se vayan todos” en la crisis 2001-2002, que concluyó en que se quedaran casi todos.

En cuanto a lo discursivo y propagandístico, la responsabilidad de identificar las contradicciones y/o insustancialidades de los mensajes no recae en el emisor político (sea oficialista u opositor), sino en el receptor (el ciudadano común). En uno de sus histriónicos discursos, Mussolini decía: “El hombre moderno está asombrosamente dispuesto a creer”. En el proceso comunicacional que relaciona a gobernantes con gobernados, es necesario entender el léxico utilizado por nuestras castas, caracterizado por la insustancialidad conceptual, la grandilocuencia discursiva, el presentar a la opinión personal como información, el falsear datos, el agraviar para ocultar problemas, y el pretender mimetizarse tras simbologías patrióticas y/o históricas (Patria, País), entre otras técnicas.

Dado que en la próxima reflexión se darán ejemplos del vocabulario y modismos de las castas, cabe concluir citando la frase más utilizada por políticos de todas las tendencias, que quizás inadvertidamente, explicita el fracaso o cinismo de quienes gobiernan desde hace décadas: “es necesario definir qué país queremos”.

Buenos Aires, 07 de julio 2021