Ciudadanos en los botes
Los grandes naufragios presentan los componentes que identifican una crisis política: el país entendido como una nave, incapacidad para conducirla, incumplimiento de las normas, impericia para encarar emergencias, y finalmente, la cantidad de víctimas inocentes resultantes de las malas praxis. También coexisten factores humanos (organización, conducción), y externos (témpano, rocas sumergidas, asimilables en política a herencia, pandemia, guerra). De igual modo, los causantes de las catástrofes intentan adjudicar sus ineptitudes únicamente a factores externos. El desenlace inevitable presenta a los ciudadanos/náufragos a la deriva sin oficiales que los guíen y rogando ser rescatados. Esta secuencia aconseja que desde nuestros botes analicemos los comportamientos presentes y futuros de las conducciones políticas responsables siempre a salvo, para evitar que engañosas promociones del nuevo crucero Argentina a botarse en diciembre del 2023, sigan acumulando víctimas.
Para el análisis, a la detección de contradicciones y falacias discursivas, se deben incorporar las hipótesis, consistentes en formular diagnósticos y argumentaciones basadas en datos e indicios ciertos y visibles, cuya validez deberá verificarse a futuro según se desarrollen los acontecimientos políticos. Continuando con la metáfora de los naufragios, la presente hipótesis recuerda a la orquesta tocando en la cubierta del Titanic en medio del caos, con el fin de entretener a los pasajeros durante la evacuación. Rol que en nuestra crisis lo cumpliría la abundancia de cruces políticos internos y externos casi familiares, con el solo fin de enmascarar la ausencia de políticas integrales transformadoras que atiendan la urgencia social en lo inmediato, y fijen un rumbo de país en lo mediato. Planteada la hipótesis, cabe explicitar los datos e indicios considerados.
1.- La sorpresiva coalición electoral decidida unilateralmente por Cristina Kirchner en el 2019, al sumar a su espacio político a Sergio Massa, y ungir a Alberto Fernández candidato a presidente, tuvo tres objetivos que se ratificaron tras casi 29 meses de gobierno: triunfar electoralmente; operar en la justicia para desactivar causas de corrupción, y renegociar la deuda con el FMI y bonistas. De igual modo tres son los aspectos que impiden invocar hoy traiciones o desengaños: a) las personalidades y antecedentes de los acuerdistas excluía la confianza entre ellos. b) la coalición no presentó un programa de gobierno compartido, lo que indicaba que se mantendría la tradicional política kirchnerista; c) la inusual designación y comunicación de la fórmula presidencial no mereció ninguna objeción pública por parte del justicialismo, gobernadores, intendentes y sindicalistas, lo que los hace partícipes de las consecuencias. En este contexto, plantear rebeliones internas, nacimiento del albertismo o rompimiento del Frente de Todos es inviable, al menos hasta el armado electoral en el 2023.
2.- Avalaría esta hipótesis que vista la escasa pericia de los funcionarios y el traspié electoral del 2021, los objetivos iniciales de la coalición están siendo razonablemente cumplidos. Tras el triunfo en el 2019, la agenda de impunidad judicial priorizada aún dentro de una crisis social extrema, fue y es persistente. Se amenazó a la Corte y a jueces que avanzaron en causas de corrupción, se designó en los organismos de control a defensores explícitos de funcionarios procesados, se retiraron como querellantes la AFIP y la UIF en causas de lavado y evasión, y se anularon juicios orales con tribunales designados, entre otras acciones. Es cierto que para un procesado lo actuado puede parecer insuficiente, pero se avanzó y se continuará avanzando. Respecto al acuerdo con el FMI, el mismo otorga oxígeno al gobierno, que no ofreció alternativas viables a la opción de no acordar. No se exigen desembolsos durante esta gestión, y el FMI aportó fondos para cancelar vencimientos y aumentar las reservas del Banco Central. En cuanto a las metas globales teóricamente necesarias, no se cumplirán. Estas facilidades suponen el consenso de Cristina Kirchner, quien no se expidió explícitamente en contra del acuerdo, y no son creíbles sublevaciones contra sus decisiones aún. Por ello el diagnóstico plantea que, con toda la oficialidad burocrática aferrada a sus puestos, en este año se continuará entreteniendo al pueblo con opiniones políticas irrelevantes, trascendidos, rumores, tuits y cartas de Cristina, supuestos motines internos, y el milagroso nacimiento del “albertismo”. En tanto en el astillero opositor, se discute con entusiasmo quién será el capitán del crucero 2023.
Como es habitual, el problema lo afrontan quienes ajenos al espectáculo en tierra, se encuentran en los botes sin que nadie los guíe.
Buenos Aires, 27 de abril 2022