Amenazas, patrimonios y repartos
Un Gobierno se conforma con una estructura institucional eficiente, normativas operativas virtuosas, y funcionarios intelectual y moralmente idóneos para ejercer los roles de representantes públicos. Pero cuando una clase política reemplaza por décadas el interés público por el privado el orden se invierte, y los funcionarios beneficiarios no solo diseñan las estructuras y normativas en su propio interés, sino ante una crisis extrema como la presente se formulan dos interrogantes: qué medidas adoptar para sortear la crisis sin afectar privilegios, y cómo manejar la presión y hartazgo social en el corto plazo. Como prevención ciudadana, es importante identificar las crecientes anomalías estructurales institucionales, y analizar las acciones y mensajes personales realizados por los beneficiarios de recursos públicos.
En lo estructural cabe comenzar por el huevo de la serpiente que los políticos supieron crear y alimentar: una estructura burocrática sobredimensionada, dispersa e incoherente, saturada de funcionarios irrelevantes, que se expresa en la parálisis del gobierno, por carecer de una base de sustentación que le permita elaborar programas de gobierno armónicos y sustentables. En consecuencia, optimizar organismos e instituciones no solo responde a una racionalidad económica, sino a lograr una matriz institucional eficaz y adecuada a las necesidades del país. Dado que la organización burocrática se supone piramidal (sistema presidencialista), se debe iniciar el análisis por los Ministerios. En 1983 Alfonsín asumió con 8 ministerios. Sucesivas administraciones, usualmente para responder a compromisos políticos y familiares, generaron un crecimiento injustificado. El gobierno de Cambiemos llegó a 23, y el actual a 21, cuando en realidad las funciones y responsabilidades relevantes para una organización racional y presupuestariamente eficiente, aconseja no más de 10 ministerios. A partir del actual pulpo de 21 cabezas, se despliegan 87 secretarías; 207 subsecretarías y 687 direcciones nacionales. Si se agregan 122 institutos, organismos descentralizados, empresas estatales y cargos diplomáticos, los especialistas que hurgaron en esta intrincada maraña, estiman que existen más de 10.000 cargos políticos solo nacionales. Tal absurdo se traduce en interrelaciones jerárquicas inexistentes o caóticas, incapaces de compartir datos, armonizar estrategias y evaluar resultados. No debiera sorprender entonces que las consecuencias sean la corrupción, pobreza y desesperanza, y que Fernández, Cristina Kirchner y Massa no puedan contar con un plan integral de coyuntura, y menos aún gestionar. Debido a que estas malformaciones son causadas por oficialismos y oposiciones por igual, ambos debieran acordar una reforma de fondo que promueva mayor eficacia gubernamental, y que además sea una muestra de ejemplaridad política para compartir esfuerzos con la sociedad. De negarse el oficialismo, la oposición debiera formular una propuesta legislativa acorde de cara a la sociedad, en lugar de repetir el monótono “estamos estudiando o debatiendo”.
Respecto a las actitudes personales, los mensajes y acciones centradas en pujas entre intereses particulares están adquiriendo una dinámica creciente y peligrosa. Cuatro casos coincidentes, que mezclaron amenazas, patrimonios y repartos de recursos, lo ejemplifican: 1) En su condición de procesada por corrupción, la vicepresidenta emitió un video contra la Corte Suprema y jueces que la investigan y/o juzgan, que es un manual de clásicas técnicas de intimidación, con acusaciones judiciales variadas, sospechas veladas e incursiones en ámbitos personales, llegando a culpabilizar a quienes la juzgan por la crisis que soporta la población. A su favor se destaca que ejerció el apriete sin necesitar de oscuros operadores judiciales o agentes de inteligencia. 2) Un desaforado Juan Grabois, intermediador de recursos y cargos públicos, reclamó más fondos para pobres e indigentes, amenazando con que puede haber “sangre en la calle” (se supone que no la propia). Y a Fernández le formuló una pregunta que pareciera transformarse en un clásico: ¿para qué te pusimos ahí? 3) Los sindicalistas Moyano (padre e hijo), Maldonado y Palazzo, entre otros, tras causar la destrucción deportiva y económica del club Independiente de Avellaneda tras más de ocho años de conducirlo, y con mandato vencido desde diciembre, se niegan a llamar a elecciones. Para ello emplean los artilugios internos que explican la perdurabilidad de los sindicalistas en sus gremios, pese a que un club de fútbol representa “un sentimiento popular”, y “pertenece a los socios”, según el desactualizado eslogan. 4) Contrastando con tanta furia, los sindicalistas de la CGT, en una decisión sin antecedentes históricos, convocaron a una movilización (se leyó bien, no a un paro), contra la inflación (se leyó bien, no contra el Gobierno), para el 17 de agosto, sin explicar que tiene que ver la fecha de la muerte de San Martín con el evento.
Resumiendo, las estructuras y los recursos del privilegio se mantienen, pero ante la crisis, las pasiones de quienes los disfrutan se están desatando.
Buenos Aires, 27 de julio 2022