Fábrica de chocolates

La campaña electoral, al concentrar en un corto período de tiempo gestión, propaganda, discurso, debate y realidad, si se los interrelaciona adecuadamente posibilita útiles aprendizajes. En este caso se observa que las propuestas son suplidas por el intercambio de acusaciones y personalismos disociados de la situación económico-social del país, y que la propaganda y el discurso son poco creativos porque no pueden asociarse a los antecedentes de las coaliciones y candidatos. Al punto que el eslogan “tenemos con quien ahora” no refiere al novedoso Milei sino al conocido Massa, integrante de un gobierno que alcanzó niveles de inflación y pobreza que retrotraen a la crisis 2001-2002, y ahora promete que a partir del 10 de diciembre todo será mejor. Señalaba el periodista Fernández Díaz, que “hay más creatividad en las calles y en las redes que en la dialéctica electoral; en la grey anónima que en el púlpito”. No sorprende entonces que las estrategias de costosos asesores de campaña extranjeros y argentinos, concluyan en las habituales prácticas clientelares de reparto de dinero, bonos, electrodomésticos y colchones.

Estas inconsistencias y mediocridades abren interesantes flancos analíticos, tras clarificar conceptos. Corrupción significa alterar, trastocar, deformar algo, por lo que no refiere solo al saqueo de recursos públicos, sino a diseñar leyes y normas que lo facilitan, y fomentar complicidades activas o pasivas, consistentes en “dejar hacer, dejar pasar”. Un acto corrupto se puede producir en un ámbito público o privado, pero la existencia de un estado de corrupción es una responsabilidad exclusiva del Gobierno, conformado por personas físicas concretas que integran los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, pues el Estado es un intangible conceptual. Facilita entender esta problemática el reconocimiento explícito que todos los sectores políticos hacen de la existencia de mafias, que el sociólogo italiano Gaetano Mosca, como estructuras de poder paralelas surgidas por incapacidad o complicidad del Estado, y que en nuestro caso están instaladas dentro del Estado.

El caso de corrupción en la legislatura de la provincia de Buenos Aires protagonizado por el empleado apodado “Chocolate”, si bien es un personaje menor, cobra relevancia porque al involucrar a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, brinda la oportunidad de entender la matriz de la corrupción estatal a partir de su organización burocrática, utilizando a “Chocolate” solo como metáfora para preguntarse: ¿cuál es la fábrica de chocolates? Pues los hay de alto costo como en el caso del Banco Nación conducido por Batakis, o de super lujo como en el caso Insaurralde. El presente proceso electoral con sus escenográficas diatribas que omiten la corrupción ofrece pistas. Con listas sábanas mediante, nadie ocupa cargos políticos por casualidad, por lo que se configuran tramas que interrelacionan diversos sectores y compromisos, que se ramifican en empleos varios a los que no se ingresa por concurso para brindar igualdad de oportunidades a los ciudadanos, sino designando en niveles de conducción a familiares directos, ex esposos/as, novios/as y amigos sin formación adecuada, para que actúen bajo el principio de “gozar y dejar hacer”. Ascendiendo en la escala jerárquica estatal (o fabril en esta metáfora), surgen los intendentes, gobernadores, hasta llegar al presidente, máxima autoridad del directorio en un país que se dice fuertemente presidencialista, por lo que en su condición de tal designa a ministros, responsables de organismos de control, y conducciones de diversas áreas y empresas. Los aportantes de capital en esta gran fábrica de chocolates son los ciudadanos, que con sus impuestos deben afrontar las seguras pérdidas económicas, pues ante la monumental e ineficaz organización burocrática de la empresa/gobierno, sea por complicidad o incapacidad, circulan chocolates, chocolatines y huevos de Pascua carentes de todo control, o bien estos corren por carriles subterráneos.

Proteger y justificar estas tramas exige altas dosis de cinismo, que se expresa cuando ante el estallido de escándalos y llegado el tiempo de asumir responsabilidades, quienes conducen, administran, auditan y controlan el funcionamiento de la fábrica, y presionan, degradan y aún juzgan a jueces y fiscales honestos que intentan sancionar corrupciones, dicen “que investigue la justicia”. Aplíquese esta descripción a todos los casos de corrupción conocidos.

Buenos Aires, 04 de octubre 2023