Envase y contenido
Rescatar el principio de la simplicidad en los mensajes propagandísticos para que sean masivamente comprensibles por todos los sectores sociales para aplicarlo al análisis político, implica tener presente una diferencia conceptual: la propaganda pretende convencer apelando a lo emocional, mientras que la simplicidad educativa apela a lo racional y tiene un carácter permanente: leer, escribir, hacer cuentas básicas. Usar esta última opción para reflexionar sobre nuestro devenir político, lo facilita un escenario aún dominado por dirigencias estables desde hace más de un cuarto de siglo responsables de la debacle nacional, por lo que sus discursos y estrategias no son creíbles por la sociedad.
Sin embargo, esta simplicidad se complejiza cuando se pasa de los conocidos partícipes humanos, al factor estructural que implica la organización burocrática-institucional del Estado, cuyas funciones las lleva a cabo un Gobierno, pues la información es parcializada y plagada de secretismos. Para representarlo de modo entendible, la organización burocrática estatal cumpliría el rol de un Envase, cuyo Contenido lo integran funcionarios administrativos de rango político, judiciales y legislativos, con capacidad de decidir. El Envase (Estado, Gobierno), está conformado por la administración centralizada, descentralizada, desconcentrada, entes varios, unidades ejecutoras especiales, sociedades y empresas estatales, entre otras figuras jurídicas, de las que se carece de información integral veraz, que debería ser de acceso público a través de medios digitales, en donde cada organismo indique funciones, organización jerárquica, circuitos de tareas, cantidad de personal político y no político, nómina salarial, y balance anual de recursos y gastos. La falta de transparencia provoca la duda de si la totalidad de la información existe, y está al alcance del presidente, Jefe de Gabinete y legisladores que deben aprobar el presupuesto nacional, o se oculta a través de un planificado secretismo para facilitar la corrupción. La que se conoce públicamente surge de esforzados estudiosos de esta problemática a través organismos no gubernamentales, y publicaciones e investigaciones periodísticas, que abrevan en distintas fuentes de información oficiales y privadas, inevitablemente parcializadas. Un caso claro lo representan los Poderes Legislativos, cuyas páginas web carecen de los datos señalados, lo que explica las defraudaciones en proceso de investigación penal, y la cantidad de personal que no concurre a sus tareas. Vale citar dos casos recientes.
Cuando chocaron dos trenes de la línea San Martín en el viaducto de Palermo, supuestamente debido al robo de cables que impidió la transmisión de señales, dos eternos gremialistas declararon en los medios que ellos “habían avisado antes”, obviamente sin aclarar cuando, a quien y porqué medio. Pero nadie aclaró si había en depósito cables para la rápida reposición de los robados, y subsidiariamente, que porcentajes del presupuesto de la empresa se destinan a gastos de personal, equipamiento y mantenimiento.
La mecánica se repitió ante el masivo reclamo por la actualización del presupuesto universitario. El rector de la UBA, doctor Ricardo Gelpi, en declaraciones radiales afirmó que 85% del mismo se destina a salarios, lo que explicaría porque algunos edificios se quedaron sin ascensores y calderas. Y ante una consulta respecto al destino de los fondos ingresados, señaló que eran auditados por la Auditoría de la Nación, verificándose que ello nunca sucedió. Pero como las auditorías se hacen en base a los Balances Anuales, no se aclaró si los mismos existen, y en caso afirmativo, porque no se hacen públicos en la página web del Consejo Universitario.
Sin estos datos de organismo por organismo, es imposible que los legisladores puedan aprobar un presupuesto nacional coherente y viable bajo el objetivo de déficit fiscal cero, tendiente a impedir que se sigan acumulando pobres. En contraposición a lo expresado, los eslogans no necesitan de datos veraces, pero sí una adecuada correspondencia entre contexto social, mensaje y emisores, lo que no sucede con las desgastadas clases dirigentes. Ello permite que con la misma superficialidad con la que se elaboran (propaganda), puedan ser contrarrestados (contrapropaganda). Por ejemplo “La Patria no se vende”, podría reformularse fácilmente, planteando: “La Patria no se vende, pero se la roba”.
Buenos Aires, 26 de junio 2024