De palotes a cuadernos

Tras los primeros balbuceos y dibujados los trazos básicos llamados “palotes” para aprender a hablar y escribir, se ingresa al aprendizaje formal, empleando para realizar las tareas escolares los conocidos cuadernos. Que en nuestros avatares políticos, asociamos a los de un desconocido chofer oficial llamado Centeno, que en lugar de ejercicios didácticos, contenían un detallado circuito recaudatorio de coimas con fechas, horarios y lugares, que interrelacionaban a funcionarios con empresarios.

Su trascendencia se acrecentó no solo por las constataciones judiciales, sino por las repercusiones políticas y sociales emergentes, que como nunca antes, obligaron a que las estrategias de ocultamiento e impunidad habituales ejercidas por altos niveles estatales y sus asociados externos, debieran desarrollarse a cara descubierta. Sin embargo la trascendencia del caso excede lo meramente delictivo, para incursionar en aspectos que incidirán en nuestro futuro institucional. Inicialmente se pueden mencionar tres:

1) Corrupción mata ideología. El caso “cuadernos” ratifica que en los delitos económicos, especialmente contra el Estado, no hay ideologías o diferencias sociales. Aunados para enriquecerse, participan de la trama funcionarios, empresarios, sindicalistas, poder judicial, entidades financieras, testaferros, oficialismos, oposiciones, revolucionarios de izquierda, malvados de derecha, secretarios privados, familiares, jardineros, cocineros, artistas, etc. Los partícipes pueden cumplir roles activos, usufructuando el dinero, o pasivos necesarios, como integrantes de organismos de control, que solo exigen cargos y prebendas para no ver y dejar hacer.

2) Escala de responsabilidades. En una etapa institucional en la que los máximos líderes políticos designan cientos de funcionarios en altos niveles jerárquicos, con el único argumento de ejercer su derecho de tener “gente de su confianza”, abre el interrogante sobre como podrán desligarse judicialmente de responsabilidades en casos de corrupción que involucren a sus designados, aduciendo desconocimiento. Aspecto interesante para prestarle atención con el desarrollo de los juicios.

3) Presión intensa sobre el poder judicial. La opinión pública, en cuanto a corrupción y salvo excepciones, tiene posiciones tomadas: están los convencidos del saqueo estatal-privado; quienes piensan que no existió, y finalmente, a quienes no les importa que los delitos se hayan cometido. Por lo que ante el avance de las causas e inicio de juicios orales, las recientes estrategias comunicacionales tienen como principal destinatario al Poder Judicial, oscilando entre amenazas explícitas a jueces que avanzan en las causas, como las proferidas por el presidente Fernández, o las apoyadas en supuestos debates jurídicos, como la crítica a las prisiones preventivas de políticos (pese a que desde hace años existen miles de presos sin condena), o la puesta en escena como novedad del enigmático término lawfare, que teoriza sobre una posibilidad conocida desde hace décadas, pero que en sí no invalida hechos y constataciones probatorias. Esta presión indisimulada sobre el Poder Judicial, que recuerda a la película Kramer vs. Kramer transformada en Estado vs. Estado, alcanza obviamente a la Corte Suprema, que tiene el recordado antecedente de haber intentado el pasado 14 de mayo una insólita maniobra para dilatar el inicio del juicio oral de la causa por corrupción en obras viales en Santa Cruz, actualmente en trámite.

Los mensajes de campaña pueden subdividirse en verdaderos, posibles, falsos o intrascendentes. En principio se deberá detectar intencionalidades: información, contradicción, persuasión, engaño, cinismo, hipocresía, falacia. Una primera prueba ácida para detectar verosimilitud o desinformación evitando preconceptos,  es confrontar el mensaje emitido con su alternativa opuesta, o bien, reacciones opuestas ante hechos similares. Citemos un ejemplo. Muchos de los que intentaron desacreditar como prueba a los cuadernos de Centeno aduciendo que eran fotocopias, avalaron en el año 2003 el inicio de la causa sobornos en el Senado a partir de un anónimo encontrado por Daniel Bravo, hijo del fallecido diputado  socialista. Dicho anónimo dio lugar a un juicio que duró nueve años entre el 2003 al 2012, y concluyó sin culpables, porque ninguno de los más de 200 testigos citados, entre ellos el ex vicepresidente Carlos Alvarez, el sindicalista Moyano y personal de la SIDE, que no aportaron pruebas fehacientes, o bien desconocieron  los hechos.

Buenos Aires, 29 de enero de 2020

Recordar los primeros palotes

Para poder analizar nuestras históricas desventuras políticas en un contexto hiperconectado en el que pujan información con desinformación, es oportuno retrotraernos a nuestros simples trazos verticales llamados “palotes” con los que aprendimos a escribir, y a los primeros balbuceos emitidos para hablar; usualmente “ma-má”, que se ampliaban rápidamente a “mi-ma-má-me-ama”. La eficacia del aprendizaje estriba en su naturalidad, fácil comprensión y validez general. Trasladado al discurso político, se detectaría que frases pretendidamente brillantes o sagaces, no pasarían el filtro de los balbuceos más primarios.

El año 2020 se inicia con un recambio de conducción política nacional que se agota en el nivel presidencial, tras el cual se encolumnan repetidos funcionarios, gobernadores, intendentes, sindicalistas, jueces, empresarios y familiares, eventualmente con roles y perfiles amigo/enemigo u oficialista/opositor, intercambiables. Esta plasticidad vernácula  desnuda la primera falacia: el tremendismo para describir herencias recibidas (ejemplo la película estilo Goebbels “Tierra arrasada”),  engañosamente se acota en lo temporal (cuatro años), en un gobierno (abstracción), y en un presidente (personificación). De tal modo que sacrificado el becerro de turno, lavan o esconden sus culpas los perennes responsables acomodados a las nuevas circunstancias.

Este cuadro a priori pesimista, ofrece como contrapartida posibilidades superadoras, pues dicha continuidad dirigencial en los campos político-institucional, sindical y corporativo, facilita detectar falacias y contradicciones en sus discursos y acciones. Asimismo, la tecnología que permite la rápida y simultánea difusión de mensajes propagandísticos “enlatados”, interconecta de modo igualmente veloz a millones de ciudadanos cada vez más críticos de estructuras políticas obsoletas y escasamente representativas, con reclamos que pueden ser económicos, institucionales y sociales. En este contexto, el ciudadano común deberá procesar racionalmente el alúd informativo, sorteando el instrumento político “grieta”, útil para manipulaciones masivas de opinión. En el pasado año electoral, se ratificó que en niveles de poder no hay “grietas”, sino “pujas”. No hay ideologías, sino intereses. Que en la reciente campaña electoral se plasmaron en sorprendentes acuerdos políticos y arrepentimientos vía intercambio de prebendas. En esta incipiente etapa se destacan tres aspectos:

1) Las multitudinarias y pacíficas concentraciones de campaña de las dos expresiones partidarias mayoritarias, mostraron que las acciones violentas surgen exclusivamente de grupos de choque integrados por grupos ideológicos extremos, sindicales y barras bravas todo terreno, adecuadamente planificadas y financiadas. Ello se ratificó con la reciente aprobación legislativa de la ley de emergencia “solidaria”, en especial con el congelamiento de las actualizaciones jubilatorias, cuya aprobación tan solo dos años atrás, provocara descontrolados desmanes frente al Congreso, con la participación activa de grupos de choque, entre quienes se encontraban las diputadas Donda y Mendoza, intentando correr vallas para permitir el ingreso de los violentos al recinto legislativo.

2) Las medidas adoptadas bajo la trillada invocación de emergencia, en principio por seis meses, repiten las que fracasaron desde hace décadas: afectaciones jubilatorias; congelamientos tarifarios (que incluye a ricos); subsidios caóticos, manipulaciones cambiarias, más impuestos. De igual modo, mantienen inmutables para los altos niveles estatales privilegios jubilatorios, impositivos y lucros anexos, con costos fiscales insostenibles para los ciudadanos. Las medidas solo varían en sus títulos según quienes las apliquen. Las opciones son “ajuste salvaje” o “aporte solidario”. 

3) Es de esperar que en este semestre se logren cambios estructurales virtuosos con continuidad en el tiempo. Ello no será posible a través de comisiones o consejos integrados con “figurettis”, o personas valiosas diluidas en la intrascendencia de comisiones. Los acuerdos deberán construirse y legalizarse entre los actores más lúcidos y representativos del oficialismo y la oposición que sumaron casi el 90% de los votos, y que en su mayoría son viejos conocidos con posibilidad de rehabilitarse, pues comparten culpas en nuestra decadencia. Tanto el presidente Fernández como los líderes opositores saben que los grupos de choque están expectantes para no perder negociados, pero también millones de pacíficos ciudadanos dispuestos a autoconvocarse.

Buenos Aires, 22 de enero de 2020

AFI: inteligencia o sátira?

El cierre de año y proximidad de meses vacacionales con actividad más distendida, facilita jugar al recontra espionaje basados en un clásico del espionaje argentino: los servicios de inteligencia, y en particular, la AFI. Esta introducción contiene las dos palabras claves de la actividad: espionaje e inteligencia. Espionaje es una actividad de campo consistente en obtener información. Inteligencia consiste en analizar dicha información para decidir líneas de acción. Conscientes que espionaje sobra, el misterio a develar será constatar si existe inteligencia. Para esta pesquisa es necesaria una autoevaluación previa, que nos sitúe en alguno de los tres tipos de cerebro descriptos por. Maquiavelo: el que discierne por sí (excelente); el que entiende los que otros disciernen (bueno), y el que no discierne ni entiende lo que otros disciernen (inútil).

En las novelas de espionaje de los clásicos John le Carré, Graham Green o Ian Fleming, quienes además fueron agentes de inteligencia, los jefes de los servicios eran expertos de carrera, con alta profesionalidad. Es inimaginable ver a responsables de servicios secretos serios desempeñando variados cargos políticos de ocasión. Por ejemplo el jefe de James Bond, agente del servicio británico MI 6 creado por Fleming, es llamado M. Nuestros “M” criollos fueron entre otros, el abogado Anzorreguy, condenado por la causa Amia (Menem); el banquero Santibañez (De la Rúa); el abogado Larcher (Néstor Kirchner); el diputado Parrilli, con un nombre clave ofensivo (Cristina Kirchner), el intermediario de futbolistas Arribas (Macri), y la fiscal Caamaño (Fernández). De igual modo, los enigmáticos “señor/a 5 y 8”, lo ocupan circunstancialmente abogados todo terreno, fiscales, empresarios o vecinos en countries. Emerge entonces la primera falacia discursiva, que debido quizás a los juicios por corrupción, pretende circunscribir el problema AFI a la relación entre justicia federal y espías. Como en cualquier país, la mayor responsabilidad es política. Lo que es ratificado por la inacción que sin “grietas”, acordaron las multipartidarias Comisiones Bicamerales legislativas creadas para fiscalizar a los servicios de inteligencia. Esta realidad genera interrogantes más complejos e inquietantes: quién conoce realmente las tareas de inteligencia en curso, sus objetivos y personal implicado?. Quiénes informan al presidente de turno?

Esta relación entre política-justicia-servicios que fluctúa entre lo patético, rudimentario y delictivo,  se transparenta en el caso D`Alessio, tramitado en el Juzgado Federal de Dolores. Plagado de chantajes, operativos “puf” y otras chapucerías, abunda en personajes con oscuros antecedentes y conexiones entre sí. Cuando la causa sea elevada a juicio oral, tal como lo solicitara recientemente la Cámara Federal, posiblemente las declaraciones confirmen que los supuestos servicios de inteligencia son simples bandas que lucran con la corrupción estatal-privada. Con métodos que hace 90 años, Al Capone y otros de su calaña manejaban sin tantos subterfugios; si querían coaccionar a un juez, lo fotografiaban con una prostituta contratada, y a los jurados los coimeaban. La tercera fase, el asesinato, en la actualidad se aplica esporádicamente.

Es necesario considerar antecedentes, en especial cuando en las últimas elecciones algunos oportunistas recordaron cantar la marcha peronista. En enero de 1944, en un contexto bélico mundial y pujas entre militares pro Eje y pro Aliados, se creó dentro de la Policía Federal como unidad de espionaje el área de Coordinación. En 1946, ya como presidente, el general Perón creó la Secretaría de Inteligencia (SI), que luego derivó en la SIDE y la AFI. Coordinación continuó en ese entonces con sus tareas de inteligencia apoyada en una condición que por su función, solo reúne la policía federal: tener naturales contactos con los sectores más bajos y más altos de la sociedad.

Se concluye en un repetido desafío: qué hacer con los servicios de inteligencia, que comprenden a sectores civiles, fuerzas de seguridad y militares? Cómo interrelacionar información, procesamiento, estrategia y acción? Finalizada la guerra fría, los objetivos cambiaron. Hoy, corrupción, narcotráfico, terrorismo, delitos financieros, informáticos y conflictos militares, constituyen una problemática unificada que no admite compartimentos estancos. El atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, desnudó la falta de intercambio de información entre la CIA y el FBI para detectar movimientos terroristas previos. Retornando a nuestros súper agentes vernáculos, recordar que estos sombríos  personajes lucran con la corrupción estatal-privada. Problema también político.

Buenos Aires, 27 de diciembre 2019

Enigma a resolver en el verano. En la Ley de Solidaridad Social aprobada en diciembre de 2019, quiénes se negaron a ser solidarios?  Hay cuatro opciones:

A: pobres; B: clase media; C: ejecutivo/legislativo/judicial; D: oligarcas.

Próxima newsletter: miércoles 22 de enero del 2020

Consenso…para qué fines?

Tras la asunción de un nuevo gobierno el pasado 10 de diciembre, es oportuno reflexionar sobre la palabra “consenso”, cuya reiterada invocación la transformó en una monocorde letanía. La imposibilidad de acordar políticas estructurales de interés nacional que tengan continuidad en el tiempo, y saquen a la Argentina del atraso de siete décadas, se explicaría por la incapacidad de nuestras perennes dirigencias políticas y corporativas. Sin embargo, esta descripción encierra una paradoja de origen: es posible la continuidad de dichas dirigencias responsables de los fracasos, sin que existan sólidos consensos encubiertos o explícitos entre ellas?

Los consensos se definen como acuerdos entre miembros de un grupo o grupos sociales diversos. Pero sus fines no necesariamente se deben suponer virtuosos. Pueden tener el objetivo de delinquir, engañar, concentrar y/o perdurar en el poder. No casualmente, la ausencia de consensos políticos virtuosos es acompañada de un sinnúmero de consensos viciosos, que como pocas veces, se transparentaron en este año electoral. Este contrasentido se produce en un contexto de licuación de identidades partidarias aglutinadoras de opinión, las que en cada elección son reemplazadas por innumerables siglas de ocasión, cada una de las cuales alberga a políticos justicialistas, radicales, socialistas, transfugistas o lo que fuere, siempre con cargo público bajo el brazo como condición de negociación. En este mercadeo entre dirigencias beneficiarias no hay “grietas”, al menos insalvables. Por ello no se deberá culpabilizar de estos vicios a los ciudadanos en general, bajo la engañosa etiqueta “la gente”. La crisis internacional de los sistemas de representación política y colapso de estructuras partidarias tradicionales, obliga a que nacionalmente sean afrontadas con andamiajes institucionales sólidos y dirigencias coherentes y creíbles; no con coaliciones electorales de ocasión tipo “black friday”, y cuyos integrantes infantilmente pretendan ser el jefe.

En la reciente elección, en pocos meses confluyeron en una misma coalición Alberto Fernández, Massa (ancha avenida del medio) y Cristina Kirchner. Asimismo, un justicialista reconocido como Pichetto, fue el vicepresidente de Macri. El publicitado Consenso Federal, solo alcanzó el nivel de barrial. Ni hablar de los escalones inferiores, en los que los trueques personales se producen a escala mayorista. Queda claro entonces que política y corporativamente no existen “grietas”, sino simplemente pujas de poder. Que tienen como contrapartida abundantes y sólidos consensos “viciosos”, como un sistema electoral restrictivo del derecho a elegir, fueros parlamentarios para delitos comunes, tramas institucionales de impunidad, soluciones a crisis y emergencias económicas repetidas hasta el hartazgo, inflaciones crónicas, no pagos de deudas igualmente crónicos, y empresarios enriquecidos a costa de prebendas públicas, quebranto del antiguo Banco Nacional de Desarrollo, y estatización de sus deudas privadas en dólares.

Ante estas continuidades de viejos políticos, con viejos discursos y viejas soluciones, a los ciudadanos comunes se nos abre la oportunidad de reflexionar y sacar nuestras propias conclusiones apelando a un conocido eslogan comercial: “Yo te conozco”. En este ejercicio se podrían utilizar tres puntos de apoyo analítico: 1) No juzgar en base a abstracciones genéricas grandilocuentes (pueblo, justicia, pobreza, riqueza) o conceptos instalados como valederos. Ejemplificar con nombres y antecedentes concretos; 2) Desentrañar los mensajes políticos de modo casi escolar, confrontándolos  con sus opuestos. 3) Ante versiones, rumores o suposiciones, partir de la situación fáctica existente. Ejemplo; ante especulaciones sobre quien manda en la fórmula presidencial, suponer que es el Presidente. Eso sí; verificarlo regularmente.

Ello nos permitirá decodificar anuncios supuestamente transformadores y fundacionales, que habitualmente encubren la conocida estrategia de “cambiar para que nada cambie”. Ejemplifiquemos con una frase actual tan repetida como falaz: “No pagaremos la deuda con el hambre del pueblo”. Resulta una obviedad que el pueblo no usufructuó la deuda ni podría o debería pagarla. Pero cabe preguntarse: los que recibieron sus beneficios a través de prebendas crediticias, inequidades jubilatorias, sobrecostos legislativos, defraudaciones impositivas y corrupción estatal, tampoco la pagarán?

Buenos Aires, 18 de diciembre 2019

Próxima newsletter, el viernes 27 de diciembre 2019

Cuando la historia no absuelve

La historia, palabra de origen griego cuyo significado es pesquisa o indagación, es una disciplina que estudia y expone hechos del pasado. Sin que ello impida que se generen polémicas, interpretaciones, adhesiones o rechazos. A partir de esta definición, cabe reflexionar acerca de la declaración de la ex presidenta Cristina Kirchner que en condición de acusada, realizara ante el Tribunal Oral que investiga la concentración de obras viales en el empresario santacruceño Lázaro Báez. Más allá de los innumerables comentarios que provocó su estrategia de monologar sin clarificar, cabe preguntarse: fue realmente una “defensa brillante”, o solo un habitual recurso distractivo?

En los delitos a gran escala en ámbitos de poder, sean privados o públicos, es habitual que los acusados se declaren inocentes o perseguidos. Y que en muchos casos, cuenten con adherentes y admiradores, sea por convicción, interés o temor. Nuestro interrogante se inserta en el contexto de una corrupción estatal planificada y sistémica, ejercida a través de asociaciones delictivas públicas-privadas con el fin de sustraer recursos públicos, que como tales, presentan la debilidad de ser de “todos”, pero de nadie en particular. La afectación de estos recursos determina el carácter de los delitos: exacciones, cohechos, enriquecimientos injustificados y asociaciones ilícitas. Lo que invalida la universal estrategia política de los acusados de intentar confundir delitos con ideología y enriquecimientos personales con virtudes políticas, invocando “persecuciones políticas”. Como además los involucrados son reacios a someterse a la justicia aplicable a todos los ciudadanos por igual, apelan a ser juzgados por abstracciones como “Dios y la Patria me lo demanden”, o el más generalizado “la Historia me juzgará”. En este plano, la ex presidenta Kirchner fue más allá, al expresar que “la Historia ya me juzgó”. Pero antes que detenernos en grandilocuencias verbales casi místicas, debemos analizar la estrategia defensiva, que es clásica y terrenal.

La revolución bolchevique primero y el fascismo luego, en la primera mitad del siglo pasado sentaron las bases de la propaganda política moderna. Con reglas no muy distintas, sus dos máximos representantes fueron Lenin, y el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels. Sus objetivos eran el manejo de la opinión pública a escala masiva, aún transnacional, por lo que las batallas se desarrollaban en el campo comunicacional. No es casual entonces el temor y ataques que históricamente sufren los medios de comunicación en las democracias, cuyas diversidades impiden opiniones excluyentes. Los principios o reglas básicas de la propaganda política nacidas en situaciones revolucionarias y bélicas, mantienen plena actualidad en las actuales sociedades. Dos publicaciones de mediados del siglo XX las explican con precisión: “Propaganda política”, del psicólogo inglés Frederic Bartlett, publicada en 1940, y “La propaganda política”, del politólogo Jean-Marie Domenach, publicada en París en 1950.

Domenach señala que el propagandista nunca debe contradecirse, y guardar silencio en aquéllos puntos en los que está débil. Silencio que eventualmente, puede acompañarse con ofensivas de distracción. Cita un ejemplo que recuerda la estrategia defensiva de la señora Kirchner: “Goebbels, que era diputado y periodista a la vez, atacaba violentamente a sus adversarios, resguardándose en la inmunidad parlamentaria. Cuando esta le fue levantada, se lo demandó por difamación, y como no podía negar los hechos, decidió contraatacar, lazando furiosas diatribas o insultando a jueces y fiscales. El tribunal, como hipnotizado, condenó a Goebbels por ultraje a pagar 200 marcos de multa, y olvidó el fondo del proceso” (página 69).

Es de esperar que nuestros jueces no queden hipnotizados. La Historia, si bien no puede emitir fallos de condena o absolutorios en vida de los acusados, puede brindar excelentes aprendizajes para comprender viejas estrategias destinadas a lograr impunidad y manipular a la opinión pública, presentadas como modernas y creativas. Pero estas analogías estructurales nunca deben utilizarse para desacreditar una argumentación en su conjunto. La mención de la señora Kirchner a las responsabilidades eventuales de un Jefe de Gabinete (se podría agregar de un Ministro, Secretario, y así sucesivamente), instala un debate fundamental que está siendo ignorado: en casos de corrupciones planificadas y sistemáticas, cómo se establecen penalmente las cadenas de responsabilidades? Clarificarlo en los juicios orales será esencial para el futuro.  

Buenos Aires, 11 de diciembre 2019