Quiénes nos gobiernan?
Formular una argumentación exige tener en claro el tema a desarrollar y objetivos pretendidos. En este caso el tema es gobernar, y el objetivo determinar quiénes encabezan dicha responsabilidad, y sus roles. En especial, en momentos que se atraviesa una crisis económico-social inédita que lejos está de haber alcanzado su punto máximo. Esta identificación es imprescindible para comenzar a elaborar políticas de corto plazo que minimicen daños, y de mediano/largo plazo que reviertan la matriz de decadencia, antes que distraernos con especulaciones acerca de pujas de poder internas en el oficialismo y en la oposición
Plantear “quiénes” y no “quién” nos gobierna no es casual. Tras sucesivas crisis sufridas por el país, continuar caracterizándonos como un sistema democrático “fuertemente presidencialista” es falaz, ante la desaparición de partidos estables de alcance nacional como intermediadores de la política con la sociedad. Los partidos unívocos fueron suplidos por alianzas de coyuntura en las que la distribución de cargos reemplaza ideologías y programas de gobierno consistentes. Ante este panorama, el actual gobierno presenta dos curiosidades: 1) un presidente elegido por su vicepresidenta sin consultas partidarias, e informado públicamente a través de un tuit; 2) a once meses de asumido, carece de un plan integral al que deberían ajustarse propios y extraños. En su lugar, la economía, seguridad, salud, relaciones exteriores, entre otras áreas, generan confusos debates en su propio seno. La única cohesión se observa en la estrategia para desactivar las causas de corrupción.
Aportando a la confusión, los análisis políticos de diversas tendencias ideológicas, calidades reflexivas y fuentes reservadas, se explayan en presuponer preeminencias de poder (mandar), cuando lo importante es conocer los niveles de coordinación para actuar (gobernar). Ningún gobierno soporta presunciones o conjeturas permanentes sobre sus confusiones y debilidades; el país lo vivió con resultados nefastos. Es como si en pleno hundimiento de un trasatlántico sus ocupantes se preguntaran quiénes mandan, mientras el capitán y su plana mayor disfrazados de pasajeros se arrojan en los botes salvavidas para sobrevivir, metáfora que explica la permanencia de muchos políticos responsables de sucesivos hundimientos. Para evitar una nueva tragedia y distracciones fútiles, se debe tener en claro que gobierna el Frente de Todos, encabezado por Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, con los roles de presidente, jefa del Senado y de la Cámara de diputados respectivamente, que poseen los bloques legislativos mayoritarios. En segundo plano, el experimentado Roberto Lavagna, quien ubicó en puestos relevantes a varios de sus adherentes, como su hijo Marco en el Indec (positiva designación como lo fuera la del fallecido Todesca por parte de Macri), y en directorios del Banco Central y Nación, entre otros, además de contar con tres diputados propios. Uno de ellos, la diputada Graciela Camaño, que con su voto en el Consejo de la Magistratura desencadenó la crisis provocada por los desplazamientos de jueces que investigan la corrupción.
Definidas las cabezas políticas responsables de fijar el rumbo del gobierno, se deben replantear recurrentes frivolidades, como reemplazar ministros solo para para “oxigenar” sin cambiar, o apelar a un “gran acuerdo nacional” como invocación mística. En el primer caso, a un ministro de Economía no puede exigírsele control de variables económicas, mientras altos funcionarios avalan y promueven usurpaciones, los responsables de la seguridad hablan y no conducen, los diplomáticos que contradicen a su ministro permanecen en sus cargos, y se actúa persistentemente para lograr la impunidad en las causas por corrupción. En cuanto a un “gran acuerdo nacional”, no puede lograrse si el que gobierna no presenta una propuesta integral, fundamentada y viable como base de acuerdo, que también debería presentar la oposición, que cuenta con la estructura e información para elaborarla. Recién entonces someterlas a consideración de las diversas entidades sectoriales para que formulen las contrapropuestas que consideren oportunas. Al transparentarse coincidencias y divergencias concretas, se conforma una plataforma de debate explícita que permita arribar a un acuerdo sustentable en el tiempo, en donde todos ceden algo. Comenzando por la política.
Buenos Aires, 30 de octubre 2020
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