Supervivencia poselectoral

En una democracia el pueblo no decide ni gobierna sino por medio de sus representantes, con alternancias en las que las continuidades deben ser de políticas virtuosas y no de castas perennes. Como la acción mecánica de votar por sí no asegura legitimidades y calidades institucionales, identificar las causas de la perdurabilidad de las dirigencias responsables será imprescindible para superar nuestra decadencia. Más aún cuando a partir del resultado electoral del 14 de noviembre y la renovación legislativa en diciembre, se adoptarán medidas traumáticas para la sociedad, que desde el rodrigazo en 1975 a la fecha presentan un patrón común: inequidad.

Por tal razón en paralelo con la campaña electoral, los ciudadanos deberán iniciar un entrenamiento de supervivencia poselectoral en busca de una situación inédita: que los aún mayores sacrificios sociales que se implementarán sean acompañados con la desactivación de todos los privilegios políticos y sus derivados. El entrenamiento tiene dos fases: 1) desarmar añejas falacias discursivas clarificando conceptos; 2) lograr consensos ciudadanos para acordar acciones democráticas y pacíficas concretas y comprensibles por todos los sectores sociales, que obliguen a cumplir con el mencionado objetivo de equidad social y esfuerzos compartidos, que por sí solas las privilegiadas castas no encararán. Para no incurrir en direccionamientos de opinión, la técnica discursiva política basada en la relación entre superiores (político pregonando) e inferiores (ciudadano aceptando), deberá reemplazarse por ámbitos de debate coordinados y sin escalones jerárquicos.

En cuanto a falacias discursivas, vale comenzar por dos frases repetidas por políticos y comunicadores para explicar resultados electorales adversos: “la sociedad tiene mala memoria”, y “fue engañada por los medios”. La excusa no es criolla, sino responde a principios propagandísticos de manejo de masas, que sintetizó Hitler en una proclama: “La inteligencia de las masas es pequeña, y grande su capacidad de olvido”. Quienes recrean estos dogmas, encuestadores incluidos, no se preocupan por establecer cómo votan empresarios e intelectuales de buena memoria, rentados y/o beneficiarios del Estado. El famoso psicólogo británico Frederik Bartlett, realizó en la década del 40 un estudio magistral, analizando desde una visión psicológica las técnicas propagandísticas de entonces, vigentes en la actualidad. Destacó que la capacidad de olvido alcanza a todos los niveles sociales, porque los pueblos priorizan avanzar hacia adelante, hacia su posible futuro. Por el contrario, son los dictadores, autócratas y conservadores del poder quienes se referencian en el pasado, y pretenden mimetizarse con símbolos y próceres. Sus discursos monocordes, repetitivos e insustanciales, hablan del pasado, no definen el futuro. Las verdades no las exponen en público, las negocian en trastiendas. Se comprende entonces la pretensión mesiánica de diversas castas, ya no de recordar u homenajear, sino interactuar y mimetizarse con San Martín, Belgrano, Bolívar, Sarmiento, y más cercano, Perón.

Ejemplos discursivos. Sin temor al ridículo, recientemente el presidente Fernández dijo en un acto: “San Martín miraba al país igual que nosotros”. La vicepresidenta Kirchner agregó la obviedad de que “la vida que queremos requiere no de uno sino de muchos períodos de gobierno”. Omitiendo explicitar el objetivo típico de las castas: “gobernando nosotros”. Por su parte Tolosa Paz, candidata del Frente de Todos en provincia de Buenos Aires, invitó a Diego Santilli, su opositor por la lista Juntos, a debatir sobre los miles de puestos de trabajo perdidos durante el macrismo; no es difícil suponer que Santilli requerirá de igual modo que Tolosa Paz explique los miles de puestos de trabajo perdidos durante la gestión del actual gobierno. Ninguno de los dos debatirá respecto a las medidas que se adoptarán a partir del próximo 10 de diciembre. Es más cómodo referirse a las “pesadas herencias recibidas” en el 2015, en el 2019, y luchar para hacerse cargo de la del 2023.

Queda claro entonces que los ciudadanos comunes sin cargos políticos, sean kirchneristas, macristas, peronistas, radicales o independientes, deberán iniciar cuanto antes los ejercicios de supervivencia poselectoral, para que al menos no les vendan una vez más salvavidas en desuso.

Buenos Aires, 25 de agosto 2021

Mensajes enlatados

Los mensajes de las castas dirigentes, en especial durante las campañas electorales, recuerdan a productos enlatados de marcas reconocidas y consumo masivo, publicitados con personajes sonrientes o sufridos que destacan sus beneficios, pero propensos a ser falsificados. Esta metáfora que nos acerca al contenido del discurso político, se transparentó con el conocimiento público de una foto que mostraba a once personas en la quinta de Olivos el 14 de julio del 2020, festejando el cumpleaños de la primera dama junto al presidente, a cuatro meses de que se decretara una cuarentena estricta por la pandemia, que se encontraba vigente.

Los mensajes deben desmenuzarse sin partir de grandilocuencias verbales que intenten convencer desde lo emocional, que es el principio de la propaganda política, sino acudiendo a lo racional. Términos como indignación y escándalo se reservarán solo para quienes perdieron familiares, amigos o trabajos durante la pandemia, no para el análisis político con vista a futuro. A tal fin, el hecho debe evaluarse solo como un detonante dentro de una secuencia. El 19 de marzo de 2019 con motivo de una imprevista pandemia, se estableció por decreto una cuarentena nacional estricta. Días más tarde y ante incumplimientos detectados, en un reportaje televisivo el presidente manifestó: “A los idiotas les digo, la Argentina de los vivos que pasan por sobre los bobos se terminó, si lo entienden bien, sino…”.  El mensaje presenta en origen aspectos semánticos concurrentes: 1) un paternalismo vulgar; 2) el agravio (idiotas); 3) la autocomplacencia (se acabó la época de los vivos); 4) la amenaza (si lo entienden bien, sino…). Este enlatado se mantuvo en el mercado durante quince meses, hasta que se constató la falsificación del mensaje/producto a través de la potencia de una imagen, como en los casos de  López con millones de dólares en un bolso, Báez con millones de dólares en una oficina, y en este caso con el cumpleaños de la primera dama en Olivos. Su difusión sumó otro factor concurrente: el concepto de igualdad entre ciudadanos no rige para las castas, y sus responsabilidades políticas y judiciales en lugar de sancionarse, se debaten entre esgrimas verbales grotescas. Tan acendrado tienen el convencimiento de impunidad, que cuando algunos de sus integrantes son condenados por corruptos, se los nominan perseguidos políticos.

Tampoco cabe el término sorpresa para juzgar el hecho, que como muchos otros, está en concordancia con políticas que crean y mantienen jubilaciones de privilegio; crean ministerios y entes inútiles para negociar adhesiones políticas; cubren cargos públicos con parientes y amigos en lugar de hacerlo por concursos que brinden igualdad de oportunidades; trabajan a tiempo completo para crear y reformular pesadas cargas impositivas disfrazadas de solidarias, patrióticas y excepcionales, y usan todos los resortes del Estado para lograr impunidad en las causas de corrupción que las enriquecieron.

Una vez más se repite la escasa calidad argumentativa del presidente, preocupante no solo por su investidura, sino porque le encanta hablar. Mediante la argumentación se intenta convencer, demostrar, justificar ante otros, sin que ninguna afirmación se imponga por sí misma, ni que asegure verdad, pues pueden ser falacias, como se denominan a las psicológicamente persuasivas pero incorrectas. El requisito es que sea coherentemente presentada, y no presente contradicciones en un plazo de horas o días. Cuando Cristina Kirchner reclamó hace dos meses que los 4.300 millones de dólares que enviará el FMI para paliar efectos de la pandemia no se destinarán a pagar deuda, y afirmar lo contrario recientemente, no representa a la máxima autoridad institucional.

También cabe un mensaje a la oposición, referido a las denuncias. No está en duda que el hecho presidencial amerita sanciones judiciales y políticas, como sucediera con políticos de otros países. Pero es evidente que en nuestro contexto ni unas ni otras serán aplicadas, y mucho menos en el corto plazo. Por lo tanto, para sostener el vulnerado principio de justicia, equidad y saneamiento institucional, es más eficaz que la oposición vuelque todos sus esfuerzos para reclamar a la Corte Suprema y al Consejo de la Magistratura el inicio de los juicios en las causas por corrupción estatal-privada que desde hace dos años tienen designados a los Tribunales Orales y jueces integrantes. Respecto a festejos en Olivos, con la información obrante, discursos del presidente y oportunismos dialécticos, el ciudadano común tiene elementos suficientes para formar su propia opinión.

Buenos Aires, 18 de agosto 2021

Chupetes retóricos

El chupete, usado en los primeros meses de lactancia cumple un rol benéfico, pero prolongado en el tiempo, causa malformaciones físicas y/o psicológicas. Los superficiales y falaces mensajes políticos que abundan en épocas electorales, ya sea en la etapa de internas entre candidatos que compiten dentro de una misma coalición, en la que predomina la individualidad, o en las generales, que se ajustan a estrategias comunicacionales masivas planificadas, actúan como chupetes verbales con consecuencias igualmente dañinas: pobreza, desempleo, desaliento, corrupción.

Para evitar estos perjuicios originados en los mensajes y discursos de las castas políticas, los mismos deberán procesarse con razonamientos críticos y simples, evitando el chupeteo irracional. Por ejemplo, comprender que la engañosa frase/chupete “pesada herencia recibida”, empleada en cambios de gobiernos de distinto signo, debería sustituirse por “obligaciones transferidas”, dado que en una democracia existen continuidades institucionales y administrativas, en las que oficialismos y oposiciones de turno participan con distintos grados de responsabilidad, por lo que unos y otros están en posesión de los datos de base necesarios para comprometer un programa nacional para conducir al país. No en vano en la presente campaña electoral y en plena crisis económica y social, varios dirigentes adelantaron sus deseos de candidatearse como presidente para recibir “la pesada herencia” en el 2023, cosa que no debiera sorprender, porque las herencias públicas gravosas no las afrontan los privilegios políticos, sino los ciudadanos comunes. Si bien la aparente solidez de nuestras castas (léase solidez de castas, no de coaliciones), no hace suponer la aparición de figuras por fuera de estructuras partidarias tradicionales, como sucediera en Chile y Perú, se debería tener presente que las caídas violentas de castas monárquicas y autocráticas ancestrales, como en las revoluciones francesa y bolchevique, entonces sin redes sociales ni trolls, se produjeron por un factor presente en nuestro país: el hambre del pueblo.

Ingresados en la campaña, cabe comenzar con frases de candidatos opositores, que tienen internas atractivas, mientras el oficialismo a mitad de su mandato, intenta reformular el eslogan “Macri, Macri, Macri”. El candidato radical Facundo Manes, en sus primeras declaraciones en la interna bonaerense de Juntos, también mencionó a Macri: “Yo no pertenecí al gobierno de Macri y Vidal”. Lo cual es sabido, como lo es también que se incorporó a la coalición a la que pertenecen los mencionados, en lugar de hacerlo en la coalición gobernante, que integran veteranos políticos de origen radical, como Zamora, Moreau y Ricardo Alfonsín, entre otros. La hibridez discursiva se incrementó cuando Manes expresó que “Cambiemos debería hacer una autocrítica”. Las autocríticas políticas, tanto de Cambiemos o Frente de Todos, se deben reflejar en programas públicos de gobierno virtuosos, coherentes y sostenibles en el mediano y largo plazo, impulsados legislativamente. Caso contrario, parecieran actos mecánicos similares a usar el chupete para que los bebés (los ciudadanos en este caso) dejen de llorar. La propaganda política en una democracia, tenga o no líderes excluyentes, debe priorizar la coherencia de la estructura grupal de apoyo a quienes conducen (racionalidad), por sobre la imagen individual o la frase mágica (emocionalidad, insustancialidad), como si los candidatos y las Coaliciones fueran productos comerciales.

Aporta a este análisis Margarita Stolbizer, que cuando se la consultó respecto a compartir lista con el ex intendente Jesús Cariglino en la interna bonaerense de Juntos, respondió: “No sabía que Cariglino iba a estar en la lista”. Esta confesión merece una aclaración más didáctica. Hasta minutos antes del cierre de presentación, las listas de candidatos sufren modificaciones producto de negociaciones entre diversas mini castas. Por lo que la preocupación de cada candidato no es ver quienes los acompañan o formular consideraciones éticas, sino pelear por una ubicación expectable para ingresar como legislador, trámite que incluye en muchos casos, negociar simultáneamente con otros espacios políticos.   

Los mensajes/chupetes analizados (herencia recibida, autocríticas, yo no tuve que ver, yo no sabía), por ser excusas atemporales usadas por las oportunistas castas políticas, no difieren según las formulen oficialistas u opositores.  Próximamente, se plantearán matices entre unos y otros.  

Buenos Aires, 11 de agosto 2021

Riñas entre castas

Los debates y mensajes cruzados entre las castas políticas se asemejan a riñas familiares, producto de la liquidez institucional y programática causada por expresiones partidarias carentes de identidad sostenible en el tiempo y de líderes excluyentes, que son reemplazadas por coaliciones híbridas con rasgos nepotistas y candidaturas oportunistas, cuyos objetivos son los de obtener y conservar poder. Las adhesiones políticas circunstanciales se obtienen negociando cargos y privilegios, provocando un crecimiento desmesurado de estructuras estatales ineficientes y gravosas.  

Los debates, que a diferencia de la propaganda masiva unidireccional (del emisor a las masas receptoras), son multidireccionales con réplicas y contraréplicas, en lugar de basarse en argumentar en favor de proyectos nacionales superadores, nos sumergen en un patético espectáculo público de frivolidades, acusaciones y escasas verdades. De allí la necesidad de que los ciudadanos desarrollen sus propios análisis críticos, porque en el futuro inmediato los cambios surgirán de las presiones sociales (corrupción, educación, salud), y no de viejos actores políticos. Para ello el objetivo será detectar engaños u omisiones de campaña con efectos nocivos a futuro, obviando los antecedentes de contradicciones y falacias de muchos políticos, ampliamente conocidos por la didáctica tarea cumplida por los medios de comunicación. Asumiendo que lo peculiar de las castas políticas no reside en sus “grietas”, sino en sus similares estrategias discursivas, muchas veces sustentadas en el cinismo (mentir para defender acciones condenables u ocultar intereses sin sentir culpabilidad). En este juego dialéctico, el que gobierna deberá ser juzgado por su gestión, y la oposición por su responsabilidad de presentar alternativas superadoras unívocas, factibles y veraces.

Cabe comenzar con los mensajes del presidente Alberto Fernández, por ser la máxima autoridad institucional y comunicacional. Sus publicitadas y replicadas declaraciones y conductas contradictorias pasadas y presentes, si bien no difieren de las de Cristina Kirchner, Massa o Solá, entre muchos otros tradicionales políticos, sorprenden por su escasa capacidad argumentativa, considerando su actuación como docente en derecho y tradicional declarante en medios públicos. En cuanto a mencionarlo peyorativamente respecto al manejo del poder, se está obviando una novedad institucional inédita: por primera vez la gestión de gobierno no se asociará a una individualidad (Menem, Kirchner o Macri), sino al binomio Alberto Fernández-Cristina Kirchner, dado el innegable rol de la vicepresidenta en la toma de decisiones. Hecho que además desactiva el mito de la poderosa y mágica lapicera presidencial.

Respecto a la oposición, se destaca el neurólogo Facundo Manes, primer candidato a diputado en la interna de “Juntos” en la provincia de Buenos Aires. La intención marketinera de asociarlo con renovación por no provenir de la política, presenta una contradicción que se replica en el “Frente de Todos”: ocupar el primer lugar en una lista legislativa, es por decisión de viejos patriarcas políticos. Decisión que presenta dos riesgos: que la nueva figura actúe según objetivos no renovadores de dichos patriarcas (engaño al votante), o que en base a su fama lo haga según su criterio (riesgo de incoherencia grupal). En sus primeras declaraciones, paradójicamente Manes impactó en el cerebro de veteranos jefes de su coalición, generando un descontrol emocional en cadena. Tras confesar que quiere ser presidente en el 2023, reclamó “que no se usen los impuestos porteños en la campaña electoral” (mensaje dirigido a Rodríguez Larreta, que también quiere ser presidente), y comentó que Elisa Carrió años atrás le había ofrecido acompañarla como vicepresidente, lo que fuera desmentido por Carrió, tildándolo de mentiroso. Si algo faltaba, desde Jujuy el gobernador radical, lavagnista, massista y albertista Gerardo Morales, que también quiere ser presidente bajo el eslogan usado por Alberto Fernández contra Cambiemos “no haría un gobierno de Ceos”, acusó a Larreta de atacar a Manes.

Estas frases y hechos permiten que ciudadanos ajenos a castas políticas inicien el ejercicio reflexivo, en este caso para detectar si Manes se lanzó al debate solo, o está cumpliendo con un libreto que le entregaron viejos patriarcas.     

Buenos Aires, 04 de agosto 2021