Política de disfraces

El discurso político tiene un objetivo primordial: convencer. Conseguirlo implica apelar a estrategias de persuasión, según sea el fin perseguido por el emisor y los perfiles de los receptores. Pero a partir de la crisis institucional del 2001-2002, que trastocó partidos y discursos, eternos políticos intentan seguir vigentes a través de  una añeja costumbre de carnaval: el uso del disfraz, cuyo fin era el de modificar el aspecto de alguien para no ser reconocido, o simular ser quien no se es. Trasladada al campo político, surgen matices entre el ayer y el hoy.

Los disfraces de ladrones, piratas y similares no son recomendables para políticos con antecedentes. Los asesores de imagen recomiendan los de superhéroes, personajes patrios, y el de férreo defensor de los pobres. Por otra parte, la concurrencia durante años de los mismos personajes a las fiestas de disfraces, elimina el sortilegio de no ser reconocido. Es habitual escuchar que el que se disfrazó de Perón, años atrás se había disfrazado de Yrigoyen. La situación se agrava cuando el disfraz individual intenta sostenerse en lo grupal, vale decir en lo partidario. Antaño, los ritmos musicales y sus pistas bailables eran tradicionales: justicialista, radical, socialista, derecha e izquierda. Pero a partir del 2001-2002 surgieron innumerables variantes rítmicas. El  justicialismo se amplió a Federal, Frente para la Victoria y Unidad Ciudadana. El radicalismo sumó a sus zapateadores clásicos, los radicales K y los PRO. El socialismo se baila solo en Santa Fe, con destino de extinción. La derecha se diluyó como expresión unívoca, repartiendo bailarines entre partidos políticos, gremios y empresarios. Solo la izquierda mantiene cierta tradición; son pocos pero siempre divididos, actuando mancomunadamente solo en exhibiciones al aire libre en lugares que los políticos llaman “la calle”, con riego físico para propios y extraños.

A los multicolores disfraces y ritmos musicales se les incorporó las lentejuelas brillantes de los términos absolutos y pretendidamente clarificadores: neoliberal, populista, progresista, social demócrata, golpista, fascista. Algunos melancólicos aún pronuncian las palabras oligarcas y gorilas. Ello permite adaptar un tema folclórico que se interpreta con charango y bombo a música electrónica. Ya sea por olvido o malicia, el único término que se omite mencionar es el recordado conservadurismo, que se aplicaba a las clases dominantes que obviamente buscaban “conservar” sus privilegios. Quizás porque políticamente mantiene vigencia a través de reelecciones indefinidas, listas sábana, nepotismos, prebendas legislativas, etc.

Este recordatorio de las ceremonias ancestrales del carnaval, incluye misticismos e invocaciones espiritistas. Las sufrió Perón en vida, cuando jóvenes manifestantes voceaban “si Evita viviera sería montonera”. Más cerca en el tiempo, el ex radical Moreau para ser premiado con una banca, debió pronunciar en éxtasis que “si Alfonsín viviera sería kirchnerista”. Menos rotundo fue el mensaje recibido por su hijo Ricardo, que anunció que “mi padre no se hubiera callado ante una receta económica de la derecha liberal”.

Cómo actuar ante prácticas discursivas especulativas enmascaradas tras falsas ideologías? Eludiendo la trampa de los conceptos absolutos y “fidelidades” fluctuantes, priorizando antecedentes personales en cuanto a capacidad, honestidad y eficacia. Sirvan como ejemplo Abad, responsable de la Afip, y Todesca a cargo del Indec. De origen peronista, ambos cumplen con todos los requisitos para ocupar tan altos cargos. En este contexto merece un comentario un reportaje reciente a Matías Lammens, presidente de San Lorenzo, que con jóvenes 38 años manifestó su deseo de incursionar en política. Cuando se le preguntó cómo se definía políticamente, se reconoció como socialdemócrata, con una “visión progresista de la sociedad”. Aclaró que las actuales expresiones políticas no lo convencen, por lo que trabajará por ”una nueva alternativa”. Cabe preguntarse: otra más? Participarán de ella repetidos políticos como mascarones de proa?  Además señaló que Fidel Castro fue importante en su proceso formativo, y haber leído sus discursos. Fue un toque “progre”? No pudo encontrar expresiones más vernáculas que nos representen política y doctrinalmente?

Lammens, joven e intelectualmente formado, puede ser una saludable alternativa de renovación generacional. Por ello debiera evitar presentarse en sociedad con un discurso ajado y demagógico. Caso contrario, sufrirá envejecimiento prematuro.

Buenos Aires, 04 de abril 2018