Simulación de verdades

En el discurso político, la verdad consiste en que haya coincidencia entre lo que se dice, se hace, y los hechos. La simulación por su parte, consiste en enmascarar con astucia los hechos bajo la apariencia de verdades. Esta práctica de “verdades aparentes”, se potencia con la regla propagandística llamada “De orquestación”, consistente en la repetición incesante de mensajes simples o “envasados”, que bajo supuestas posturas ideológicas, enmascaran la verdad. De aplicación universal, en nuestra política vernácula ofrece la peculiaridad que tras 33 años de democracia, se mantienen inamovibles un gran número de dirigentes, y sus anacrónicos y/o engañoso mensajes. Citemos algunos de ellos.

1.- Hemos encontrado denominadores comunes para un acuerdo. Desaparecidos los partidos políticos tradicionales y participativos, esta frase la pronunciarán dirigentes que pretenden renovar sus cargos legislativos , o quienes desde el llano intenten acceder a ellos. El denominador común será acordar su ubicación en los primeros puestos de las listas de candidatos. En elecciones anteriores, ya hemos asistido a alianzas personales insólitas, sin ningún pudor.

2.- Con la inflación sufren los que menos tienen. Frase habitual, que omite una consecuencia complementaria más ilustrativa: “y ganan los que más tienen”. Al perderse el valor real de los productos o servicios, la especulación de mercados dominantes maximizan sus ganancias. De hecho, pasó durante el kirchnerismo con los supermercados, el sector financiero y telefónicas, entre otros.

3.- Es necesario un ajuste fiscal y terminar con el clientelismo. El ajuste es presentado como perjudicial para las clases medias y bajas, y el clientelismo como forma de lucrar políticamente con los pobres. Lamentablemente, los antecedentes avalan este temor social. Pero se elude decir que ante la inevitabilidad del ajuste, este debe y puede ser soportado por los que más tienen, y que el impacto del clientelismo en las últimas décadas ha sido mayor en grupos económicos empresarios asociados al Estado, que el destinado a sectores sociales carenciados. El marco preexistente necesario para una crisis y los posteriores ajustes, es similar a nivel mundial (México, Rusia, Argentina, Grecia, Brasil): altos niveles de corrupción estatal-empresaria; altos funcionarios de gobierno y empresarios reconocidos o testaferros asociados, escandalosamente enriquecidos. Paralelamente, altos índices de pobreza y desempleo. Pongamos esta generalización en números, con dos ejemplos:

1) En la crisis 2001-2002, se incautaron los ahorros de pequeños y medianos ahorristas por más de 40 mil millones de pesos/dólares, que fueron devueltos pesificados, o a lo largo de diez años. Paralelamente, se estatizó parte de las deudas de 15 mil millones de pesos/dólares de grandes grupos empresarios nacionales y extranjeros.

2) A fines del 2016 se aprobó una ley de emergencia social que destina 30.000 millones de pesos para el período 2017-2019. Pero sin engorrosos debates legislativos, en el gobierno “populista” anterior, el ex director de la AFIP Ricardo Echegaray permitió que el empresario Cristóbal López no reintegrara 8.000 millones de pesos del impuesto a los combustibles, para destinarlos a nuevas inversiones propias.

4.- Crear fuentes de trabajo / perder fuentes de trabajo. Frase clara desde sus efectos, con la complicidad de funcionarios, empresarios y gremialistas, la “creación de trabajo” se utilizó muchas veces como tapadera para encubrir negociados a costa del Estado, y la “pérdida de trabajo” como factor de presión para mantener clientelismos empresarios, ante intentos de afectarlos, sea por finalización y/o incumplimientos de contratos de concesión; vencimiento de regímenes promocionales, o adopción de medidas que afecten monopolios (supermercados; industria farmacéutica, del juego, etc.). Cabe preguntarse: que rol desempeñan los gremialistas en este esquema? Lo analizaremos en la próxima opinión.

En lo inmediato, será didáctico observar la lucha titánica encarada por el empresariado para no bajar los precios de contado. Cabe preguntarse la razón de su preferencia por continuar con la cadena de la felicidad de “12 o 18 cuotas sin interés”. No hay economistas de izquierda que lo expliquen?

Buenos Aires, 08 de febrero 2017