Espionaje en manada

Las actuales e innumerables causas judiciales por espionaje, debieran tomarse como una nueva oportunidad para desactivar una trama de corrupción estatal-privada vigente desde hace décadas. El ciudadano común interesado podría analizarlas cual investigador amateur, que en lugar de absorber pasivamente la información obtenida a través de los diversos medios de comunicación, la procese e interrelacione para formularse interrogantes que no tienen respuesta en las diversas manifestaciones públicas. El primero de ellos sería elemental: porqué los partícipes en estas causas actúan por fuera del secreto, principio básico del espionaje? Comencemos a interconectar datos.

Universalmente, el objetivo del espionaje es obtener en forma encubierta información confidencial o secreta relevante para la seguridad exterior y/o interior de un país, con foco en actividades militares, terroristas, narcotráfico, industriales, financieras e informáticas. Tarea vital que exige alta profesionalidad e inteligencia, lo que no excluye el uso del soborno, el chantaje y la traición. Sin embargo, de nuestros servicios llamados “de inteligencia”, no se conocen éxitos en delitos complejos de origen externo (léase atentados a la embajada de Israel y a la Amia, pacto con Irán y muerte de Nisman), ni existen “arrepentidos” para explicar tal ineficacia, como los que sí se presentan a raudales en casos de sobornos y corrupción estatal local. Cabe preguntarse entonces: quiénes son los responsables de la falta de profesionalidad del organismo, y de mantener intocable su estructura, que la fiscal Caamaño pareciera no modificar? En principio, la AFI no puede evaluarse como ente autónomo dependiente del Poder Ejecutivo, sino como eslabón de una cadena operativa que además del Ejecutivo, integran el poder judicial federal, la bicameral legislativa de seguimiento, y el Consejo de la Magistratura, cuya actividad para sancionar a los malos jueces es nula. Ello facilita una impunidad institucional que integran protagonistas activos (delinquir) y pasivos (dejar hacer), lo que explicaría que quienes conducen circunstancialmente a la AFI no sean de carrera, sino roten entre diversos roles de dicha cadena, pudiendo ser diputados, intermediario de futbolistas o una fiscal federal.

Un dato llamativo, inédito en servicios de inteligencia, es la cantidad de involucrados en las distintas causas. Si excluimos a los políticos al frente del organismo (Parrilli, Magdalani, Arribas, Caamaño), y a los testigos también conocidos, muchos de ellos procesados por corrupción que manifiestan su indignación por haber sido espiados, es interesante detenerse en los numerosos nombres, si bien desconocidos para el público, forman una subtrama con variadas funciones y nexos entre ellos. En la causa del juez Ramos Padilla, figuran D`Alessio, Etchebest, Traficante, Degastaldi, Bogoliuk, Bidone, Barreiro, Bouzat, Luffi, Robles, Bindi, Guijo, Hortel, Liñani, Cifuentes, Brusa Dovat, Santoro y Stiusso. En la del juez  Augé, que absorbió la del juez Villena, figuran hasta el momento “Verdura” Rodríguez, Ruiz, Nieto, Martinengo, Melo, Araque, Sáez, Funes Silva, Dalman Pereyra, Matta, Leiva, Terra, Lasaigues, Bustos, Baldasarre, Tenorio, Fermani, Flores, Ochoa, Cicarelli, entre otros. En cuanto al juez De Giorgi, que tiene la denuncia de la interventora de la AFI, y la causa contra Cristina Kirchner por poseer en Calafate documentación de inteligencia, aún no realizó arrestos y/o indagatorias. La última novedad de esta “manada” de arrestos y denuncias la protagonizó el juez Alberto Lugones, titular del Consejo de la Magistratura, denunciando ante el juzgado federal de Campana haber sido víctima de una escucha ilegal por la cual trascendió su opinión manifestada a 184 integrantes de un grupo de whatsapp judicial, referida a la Corte y reclamos salariales. Lo llamativo es que descartó como responsable de la filtración a los 184 integrantes del grupo.

Llegados a este punto, debemos recordar que en las novelas de espionaje no cabe la frase “todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario”, sino “todos son sospechosos hasta que se demuestre que son inocentes”. El misterio en los clásicos del espionaje reside en descubrir a traidores propios o infiltrados externos, y sus células de apoyo. En las investigaciones locales, la dificultad estriba en la cantidad de sospechosos infiltrados en instituciones del Estado, que lejos de actuar como “topos”, mantienen una alta influencia pública. Para seguir la trama, cabe poner el foco en el objetivo de las operaciones, y en el delito denunciado. Como los objetivos, sean legales o ilegales son a la fecha incomprobables, el elemento tangible es el delito denunciado: escuchas ilegales. Lo que lleva a preguntarse acerca del uso que pretendieron darle los responsables: chantajes, amenazas en busca de otros fines, hacer caer causas de corrupción? La causa D`Alessio, que el juez federal de Dolores Ramos Padilla lamentablemente demora en elevar a juicio oral, seguramente daría respuesta a estos interrogantes. En lo inmediato, cabe reflexionar el próximo miércoles si realmente las escuchas hechas públicas en medios de comunicación son trascendentes, o meramente entretenidas.

Buenos Aires, 08 de julio 2020