Mafias en campaña

Una campaña electoral en la que confluyen conocidos políticos, estrategias publicitarias insulsas y propuestas de gobierno reemplazadas por promesas de coyuntura, elude debatir una realidad reconocida en el cruce de acusaciones por la propia clase política: la existencia de sólidas mafias entroncadas en el Estado. Lo señalado presenta cuatro hitos: 1) Un Senado prioritariamente dedicado a trámites en pos de impunidades judiciales; 2) Una Comisión legislativa creada para juzgar, desprestigiar y amedrentar a todos los miembros de la Corte Suprema, con interrogatorios oficialistas que recuerdan a la temida Stasi en la desaparecida Alemania oriental; 3) La ex presidenta Cristina Kirchner señalando por twitter que la familia del ex presidente Mauricio Macri posee contactos con la mafia calabresa Ndrangheta; 4) Un crecimiento exponencial del narcotráfico ante la pasividad, inutilidad y/o complicidad de autoridades nacionales y provinciales.

Asumido que ya no cabe interpretar a la palabra mafia como insulto o metáfora, se debiera prever que la amenaza de “sangre en las calles” será una realidad si se afectan intereses y negocios de quienes se enriquecen con recursos del Estado, mientras distribuyen bonos y subsidios entre los necesitados. Es oportuno entonces comparar las organizaciones y prácticas mafiosas según sean privadas o se manejen desde el Estado. Mafia es una forma de crimen organizado a través de clanes sostenidos por códigos, siendo el principal la ley del silencio (obsérvese el aporte de la ley del arrepentido en nuestro país). Para el desarrollo de sus históricos negocios privados (prostitución, juego, contrabando) requerían de coberturas estatales (funcionarios, policías, jueces), logradas mediante sobornos o amenazas. Tras la posguerra surgieron mafias en cabeza del Estado para saquear recursos públicos, asociados a privados como contratistas, proveedores, concesionarios o integrantes de empresas públicas. Ambas variantes mafiosas priorizan a la familia (nepotismo); buscan perdurar en el tiempo (políticamente a través de leyes electorales); y diseñan circuitos de mando para que los jefes no queden comprometidos en casos de corrupción, que en el Estado se traducen en confusos circuitos burocráticos (por ello, ante corrupciones de envergadura es habitual la excusa de que “el presidente, el vice o el ministro no podían saberlo”). También comparten el uso ilegítimo de información privilegiada, sobornos, tráfico de influencias, evasión fiscal, lavado de dinero, extorsiones, fraudes, malversaciones, prevaricación e impunidad.

Otra similitud entre mafias privadas y estatales surge cuando las habituales traiciones y disputas entre clanes o grupos políticos, llegan al punto de poner en riesgo sus negocios. Entonces los capos mafiosos convocaban a reuniones de urgencia en busca de renovar “acuerdos y consensos”. Una de las más recordadas fue la realizada en 1946 en Cuba, con la concurrencia entre otros de Lucky Luciano, Lansky, Vito Genovese, Anastasia, Joe Bonnano, Tony Accardo y Costello. Tras el cierre de un nuevo acuerdo, entre sonrisas y abrazos la reunión concluyó con la actuación de Frank Sinatra. Una escenografía similar presentó el oficialismo; ante el riesgo de perder el gobierno, privilegios y negocios tras casi cuatro años de recurrir a traiciones, agravios, amenazas y operaciones varias, guardaron ideologías y diferencias para exhibirse abrazados y sonrientes entre otros, Cristina Kirchner, Massa, Alberto y Aníbal Fernández, Scioli, De Pedro, movimientos sociales, CGT e intendentes del conurbano. En la oposición, acusaciones de Carolina Losada a Pullaro en Santa Fe respecto al narcotráfico, de Carrió a Bullrich, o debates líquidos sobre si Bullrich es halcón y Larreta palomo, ofrece un espectáculo cínico que evita lo importante: el qué, el cuándo y el cómo.

Respecto al modo de conectarse con la sociedad, existen matices. Los mafiosos de antaño eludían la exposición pública, y su principal arma era la utilización del miedo a través de la amenaza y la violencia (caso narcotráfico). En ámbitos políticos, donde la actuación pública es inevitable, se utiliza la mentira y el engaño. Massa, en su simultáneo rol de ministro de economía y candidato, aporta ejemplos. Como negociador con el FMI afirmó que un funcionario del organismo (sin dar nombres). “le dijo” que economistas de la oposición pidieron que no se adelanten fondos para que el país estalle. Y en nuestro país denunció que el organismo le pidió “párenlo, párenlo” al Gasoducto (textual), lo que fue desmentido por el FMI. A un grupo de jubilados sin jubilaciones de privilegio les preguntó: ¿sabían que Bullrich hará desaparecer el PAMI y no entregará remedios? Siguió indagando: ¿con quién está Bullrich, con los Montoneros, con Menem, con Carrió?. Duda que no solo describe a gran parte de la clase política, incluido Massa, sino expuso que la referencia a Montoneros no motivó críticas por parte de la “generación diezmada” insertada en el gobierno. Todo sea por el poder. Una característica a favor de las mafias criminales es que no se escudan tras la palabra “Patria”.

Buenos Aires, 19 de julio 2023