Sangre, todo y acuerdo

Una campaña electoral mediocre y farandulesca que disminuye la movilización de votantes, no debiera impedir detectar y analizar los vicios exhibidos por sus actores, porque deberán ser los ciudadanos quienes impulsen transformaciones de fondo que serán resistidas por los beneficiarios del atraso y la pobreza, sabiendo que tras el “que se vayan todos” del 2001, se quedaron todos, agravaron los problemas desde entonces, y más allá del resultado de las elecciones seguirán estando casi todos.

Para identificar las patologías discursivas y estructurales es útil aplicar principios de la propaganda política, basada en mensajes sencillos, breves y comprensibles por toda la población, hecha la salvedad que dicha simplicidad puede usarse en mensajes engañosos o falsos. La propaganda política moderna surgió en las primeras décadas del siglo XX, con la secuencia temporal Lenin/Trosky, Mussolini y Hitler/Goebbels, apellidos que marcan dos detalles: sus técnicas son igualmente usadas por derechas e izquierdas, y se crearon al amparo de regímenes despóticos con objetivos de perpetuación. Trasladadas a sistemas democráticos débiles que no cumplen con las razonables rotaciones en los niveles de representación ciudadana, las reglas sufren distorsiones y contradicciones que conspiran contra la eficacia de los mensajes, pues al repetirlos los mismos personajes años más tarde, dejan de ser creíbles. Continuidades que tampoco cumplen con el principio de que en contextos políticos-sociales dramáticos, como sucediera en Rusia, Italia y Alemania a comienzos del siglo XX, los mensajes sean esperanzadores en el corto y mediano plazo. Por el contrario, nuestra realidad está plagada de dirigencias políticas, empresarias y gremiales que de por sí, por sus descendientes o familiares, se mantienen desde hace décadas en un contexto de degradación social y económica. Simulan discursos progresistas pero son  profundamente conservadoras, reacias a todo cambio que las afecte. La presente campaña abunda en ejemplos de lo señalado.

En Rusia hoy nadie habla de Lenin o Stalin, en China de Mao Tse Tung o en Estados Unidos de Eisenhower. Pero en Argentina el oficialismo sigue haciendo uso y abuso de Perón y Evita al poner sus fotos en las boletas. Tampoco se cumple con el requisito de que los eslógans sean consistentes con la realidad y el emisor. Cuando en la época de los zares Lenin formula “Tierra y Paz”, fue comprensible por todos los rusos, en su mayoría analfabetos. Pero si Massa en un año como ministro llevó la inflación del 67% al 115%, el dólar oficial de $139 a $285 (el blue de $298 a $555), y en campaña dice “voy a ser el presidente que derrote a la inflación”, sugiere un desprecio por el entendimiento ciudadano. También se habla de Bullrich montonera; las privatizaciones de Menem; el suicidio de Favaloro provocado por Larreta; el blindaje de De la Rúa; la crisis del 2001; las reestatizaciones por los mismos que privatizaron; Macri endeudador; preguntan dónde están miles de millones de dólares fugados, quienes deben controlar y saberlo; se encara la épica de sacar al monumento de Roca del centro cívico de Bariloche, y felizmente, nos anotician que “somos un país rico en alimentos, energía y minerales”. Discursos que exhiben a una clase política estancada en el pasado, sin visión de futuro nacional.

Entre esta mediocridad pueden rescatarse tres eslógans que se interrelacionan. 1) “Sangre en las calles”. Amenaza planteada por funcionarios oficialistas que se presentan como únicos garantes de asegurar la paz social, que deberá considerarse, pues la “sangre” con fines políticos se planifica. No en vano la CGT no realizó paros durante esta gestión, y en las innumerables marchas de miles de reclamantes de planes sociales no se provocaron desmanes. 2) “Es todo o nada”. El eslogan de Bullrich podría entenderse como una actitud intransigente o temor a que una vez más nada cambie. Se deberá clarificar qué alberga el término “todo”. 3) “Se necesita un acuerdo del 70%”. Larreta deberá aclarar si se refiere a acuerdos entre políticos como sugiere el alto porcentaje, pues es sabido que en estos casos se canjean cargos y prebendas, lo que aumentará la deformada estructura burocrática. Estos interrogantes, tras las PASO, deberán responderse explicitando propuestas, describiendo los acuerdos e indicando los firmantes.

Buenos Aires, 02 de agosto 2023