Puntos en rebelión, a votar

Ante cada elección, vuelve a la memoria una escena icónica del clásico policial “El tercer hombre” del año 1949 con guion de Graham Green, porque sirve como metáfora para representar la distancia que existe en nuestro país entre dirigencias y ciudadanos. En la Viena de posguerra, Harry Lime, interpretado por Orson Wells, ofrece a su amigo de la infancia Martins, desocupado en Estados Unidos, que trabaje con él en Viena. A su arribo Martins es informado que Lime acababa de morir atropellado por un auto, y presuroso se dirige a su entierro. Policías presentes lo interrogan respecto a su relación con Lime, y le informan que traficaba en el mercado negro penicilina adulterada, causando centenares de muertes, en especial niños. Al descubrir que Lime había simulado su muerte para evitar ser detenido, consigue reunirse con él en el Prater, el parque de atracciones más viejo del mundo. Para hablar a solas, suben a una cabina de la famosa rueda giratoria Noria Grande, y estando a 70 metros de altura Martins le reprocha las víctimas de su negocio. Señalando a quienes circulaban por el parque, Lime le responde: Víctimas? Mira ahí abajo; de verdad sentirías pena si un punto de esos dejara de moverse para siempre? 

Desde las alturas de sus privilegios que llevan décadas, nuestros políticos podrían formular la misma respuesta, mientras observan a ciudadanos anónimos reproducirse en cantidad y pobreza sobre el terreno. En campaña electoral intentan acumular “puntos” (votantes), mediante dos formas: en democracias virtuosas a través de gestiones que propendan a un bienestar general con equidad democrática, y en autocracias de baja calidad institucional, acumulando “puntos” en bolsones divididos en franjas sociales, según se los capten mediante privilegios, prebendas, bonos, heladeras o colchones. Esta repetida estrategia recuerda al reflejo condicionado de Pavlov, consistente en que el sujeto reaccione de una misma manera ante un mismo estímulo, en este caso vía dinero, clientelismo o promesas. La limitación del método es que al repetirse los mismos estímulos en el tiempo, alcanzan un punto de saturación que diluye los efectos en el sujeto, lo que pareciera observarse en el caso argentino, tras haber mantenido las mismas prácticas por al menos 34 años, si se parte de la hiperinflación de 1989. Por tal razón la presente propaganda electoral solo desnudó hipocresías y falacias políticas, mientras los clásicos “puntos” ciudadanos, hartos del engaño, atraso, pobreza e inflación, se han rebelado. Llegados a esta instancia, surge un interrogante: ¿cómo canalizar de modo positivo esta saludable rebelión ciudadana, considerando que los privilegios políticos permanecerán en las alturas y los “puntos” ciudadanos se mantendrán en tierra, una vez terminada la puja electoral?

En lo inmediato, tratando que las hipocresías actorales, discursivas y propagandísticas no se repitan en la segunda vuelta que concluirá el 19 de noviembre. Destaquemos algunas de ellas: 1) No se presentaron propuestas de gobierno concretas e integrales, las que se reemplazaron por debates teóricos sobre dolarización y bimonetarismo, que obviaron mencionar el total de deuda pública en moneda nacional y extranjera, incluidas las previsiones por juicios en trámite o perdidos (caso YPF), que recibirá el próximo gobierno. 2) Mientras Massa lo aumentaba groseramente y Bregman lo ignoraba, Bullrich, Milei y Schiareti mencionaron bajar el déficit fiscal, sin clarificar dos acciones imprescindibles que deberán acompañar las dolorosas medidas económicas que se avecinan: la reformulación de la ineficaz estructura institucional-burocrática y el combate concreto contra la corrupción entroncada en dichas estructuras. Al respecto Milei mencionó tener ocho ministerios y Bullrich entre ocho y diez. 3) La frivolidad propagandística de campaña se plasmó en la organización de los debates, con un armado escenográfico digno de un show musical, en la que cinco actores (perdón, candidatos), discutían entre ellos sus prontuarios, y sin indicar el qué, el cuándo y el cómo de sus vagas promesas. Para evitar desbordes emocionales, los organizadores excluyeron de los temas “que pidió la gente” a la corrupción.

Como ejemplo del mantenimiento de viejas e hipócritas prácticas discursivas,  se destaca por su creatividad Massa, cuando planteó que los candidatos se sometan a un análisis psicológico, sutileza que omite que en el país se mantienen las leyes, o su capciosa interpretación, que permiten que procesados o condenados por corrupción pública puedan ser Presidente, Vice, ministros, legisladores y altos funcionarios en general. Solo resta exigir que partir del lunes 23 los candidatos elegidos abandonen sus “estímulos” discursivos adormecedores, y expliquen a la sociedad que decisiones adoptarán el 10 de diciembre próximo, y que proyectos de ley a presentarán en las sesiones legislativas extraordinarias, para lograr “tener un país normal”.

Buenos Aires, 18 de octubre 2023