Tres tristes tercios

Plantear el mantenimiento de tercios una vez definidos los dos candidatos a presidente que competirán el 19 de noviembre para definir quién conducirá el país a partir del 10 de diciembre parecería absurdo,  pero no lo es si se analiza el contexto político. Massa, Milei y Bullrich en ese orden, sumaron casi el 91 % de los votos positivos, con una concurrencia del 77,6 % de los electores habilitados, la más baja desde el año 2007. Lo relevante es la sorpresa que causó, dados los indicadores récord de pobreza, inflación, degradación de servicios públicos y endeudamiento externo e interno del país, que Massa obtuviera el primer lugar holgado con el 36,68 % de los votos, si bien significó la peor elección de la historia del peronismo unido.

Para explicarlo, en diversos ámbitos de opinión, sean periodísticos o privados, se apela a una hipótesis tan recurrente como superficial, que señala que los pobres no saben votar, y que el ciudadano en general es complaciente con la corrupción. Sin embargo, dado que las corrupciones institucionales permanentes nacen en los altos estamentos políticos, sería más lógico preguntarse a quien votaron los beneficiarios  públicos-privados del saqueo de recursos estatales. En cuanto a “ver la corrupción”, seguramente los vecinos de Lomas de Zamora y de otros municipios empobrecidos, ven el enriquecimiento de sus autoridades, por lo que el interrogante debiera ser cómo es posible que no lo vean los legisladores provinciales o consejos deliberantes que comparten espacios políticos desde hace décadas, y están integrados por quienes dicen representar a los ciudadanos. Cabe ahora una pregunta  más trascendente, por involucrar a quienes se dicen opositores: ¿ante un gobierno manifiestamente inepto y plagado de malas praxis, como fue posible que no triunfara la oposición, en especial la consolidada Juntos por el Cambio? Lograr respuestas consistentes en este punto, será importante para avizorar comportamientos a partir del 10 de diciembre próximo.  

En el proceso electoral, el oficialismo sostuvo su reconocida avidez de poder apelando a recursos tradicionales, como campañas de alto costo y maliciosas, demagogia, clientelismo explícito y amenazas, pero especialmente empleando estrategias discursivas y visuales acordes solo para las coyunturas económico-sociales presentes. Por eso la recurrente escenografía de izquierda progresista conformada por pañuelos blancos, intelectuales sesgados, artistas de ocasión y adherentes irrestrictos que acompañaban los monólogos de Cristina Kirchner, con Massa mutó en una de derecha, con presencia del sindicalismo más rancio, y apoyos de sectores empresarios y financieros beneficiarios, como Mendiguren, Rubinstein, Brito, Urtubey y el grupo Manzano, entre otros. Ante ello la izquierda, tras el arrebato de Grabois al decir que “a Massa no lo voto ni en pedo”, entendió los intereses personales convergentes, y lo apoyó para que alcanzara el 36,68 % de los votos. Una estrategia compartida con Cristina Kirchner fue la de presentarse ajeno a este gobierno, y que Massa jamás esbozara un plan del que sería “su gobierno”.  

En el campo opositor, Juntos por el Cambio a partir del resonante triunfo electoral del 2021, en lugar de consolidarlo y acrecentarlo lo dilapidó. Dirigentes como Macri, Larreta, Morales, Bullrich, Carrió, Juez, Vidal, Grindetti, los fluctuantes Lousteau y Jacobitti, los desaparecidos Manes y Stolbizer, Carolina Losada contra Pullaro en Santa Fe, entre otros, se dedicaron a intercambiar mohines o tuits para expresar desagrados o “límites” personales, haciendo  gala de un vicio imperdonable en política: la necedad, que llevó a sustraerle a muchos ciudadanos la posibilidad de votar un cambio confiable. Milei por su parte, ensoberbecido con el sorpresivo éxito electoral en las PASO que con escasos recursos económicos lo ubicó como el candidato más votado,  en lugar de avanzar con la planificación de una campaña más coherente entre propuesta y discurso, continuó con un histrionismo absurdo, sin contención  de quienes lo rodeaban. En ambos casos el resultado fue que personajes que se presumen inteligentes y experimentados, sucumbieron ante la rocosa maquinaria de poder responsable de la pobreza y degradación del país, que los desarmó con un cartelito casi infantil: “Si gana Bullrich o Milei el boleto de tren valdrá 1000 pesos”.

De Juntos por el Cambio es de esperar que se reconfigure en niveles de conducción y estratégicos racionales, porque en su carácter de oposición tendrá una ardua tarea. En cuanto al rocoso aparato electoral oficial, se encuentra abocado a activar el repetido recurso usado en situaciones de crisis: pescar algunos figurones opositores para dar una pátina de “gobierno de unidad nacional”, y compartir costos con las duras medidas que se avecinan.

Buenos Aires, 25 de octubre 2023