Pasado, presente y futuro unificados

Quizás lo más notable de la presente campaña electoral sea la imposibilidad de diferenciar políticamente entre pasado, presente y futuro, fenómeno que se refleja en los actores políticos, la propaganda y estrategias discursivas, los encorsetados debates, las poco fiables encuestas, y la ausencia de programas de gobierno integrales y estructurados. Situación que se agrava porque tras definirse el 19 de noviembre quienes conducirán al país, las populares “castas” se mantendrán en pie, sean políticas (como fracasados gobernadores mutados en legisladores); sindicales (con gremialistas sumando años y patrimonios), judiciales (en una puja entre jueces y fiscales eficaces y deshonestos), y empresarias (con reconocidos lobistas y negociadores). Situación que hace pensar que será la sociedad civil a través de canales institucionales adecuados y orgánicos, la que deberá actuar para impulsar verdaderos cambios estructurales que otorguen cierta legitimidad social a las duras e inevitables medidas económicas que se adoptarán, que en crisis anteriores jamás afectaron privilegios y burocracias.   

Los hechos presentes, analizados por sus falacias antes que por sus virtudes, brindan un excelente aprendizaje para que la reacción social no se agote en la abstención, el hartazgo o en un iluminado que descubrió que existen castas corruptas. El fútbol, por su condición e influencias políticas siempre brindará ejemplos comprensibles para todos, en este caso en lo referido al discurso y sobreactuación para transformar fracasos en éxitos. Por cumplirse en el 2030 cien años de haberse realizado en el Uruguay el primer campeonato mundial, desde hace casi una década ese país y Argentina gestionan ser sedes del torneo en ese año. Pese a lo cual la FIFA designó a España, Portugal y Marruecos como sedes, otorgando a modo de consuelo a la Argentina, Uruguay y Paraguay tener cada uno un partido en la etapa de grupos. Tras cartón, Tapia, Lammens y Massa, conferencia mediante lo festejaron como un éxito. Es una estrategia muy habitual en economía usando datos más complejos, como en el reciente tuit del viceministro Rubinstein, que a través de un gráfico afirmó que la inflación está bajando.

La falta de creatividad e innovación en la propaganda política, se refleja en mantener los recursos electorales de “despegue” y “unión nacional”, que actuando en simultáneo, constituyen el huevo de la serpiente de las castas. Se los ejemplifica con el discurso de Massa por afrontar la dificultad de representar al oficialismo, pero la falacia es aplicable a toda la clase política. Cuando en un reportaje expresó que “este no es mi gobierno”, repitió el ardid empleado por figuras de esta administración afirmando que nunca habían sido menemistas neoliberales. Ello explica que el “despegue” de Massa no haya motivado réplicas de sus socios Fernández y Cristina Kirchner, pues el objetivo compartido es engañar. Existen otras similitudes pero más incómodas, como que Menem haya sido senador en condición de condenado, situación que se repite con Cristina Kirchner. El “despegue” tiene tal habitualidad, que se extendió a cargos políticos y electivos en el armado de listas. Vale citar el caso de Pablo Ansaloni, gremialista de Uatre, que ingresó como  legislador por el PRO en el 2015, una vez asumido se pasó al kirchnerismo, y en la actualidad está en la lista de Milei.

Estos oportunismos acuosos se complementan con la táctica discursiva del llamado a la “unión nacional”, invocada por quienes cumplen el rol de candidatos. En este caso, Massa expresó que si es presidente nombrará a un radical como ministro, cuando que a nivel de cúpulas (perdón, de castas), esta unión existe desde hace décadas, como demuestra que su gobierno tenga como férreos kirchneristas a dos ex candidatos radicales a presidente, como Moreau y Alfonsín, y a un gobernador feudal como Zamora, que triunfó representando al radicalismo. Por ello su promesa no es novedosa, dado que con cargos políticos privilegiados en mano, podrá lograr la adhesión de algunos radicales, macristas, socialistas e inclusive marxistas, por lo que se deberá prestar atención a los “acuerdos patrióticos” que no especifican sus bases.  

Merece un comentario la acumulación de hechos de corrupción política, destacando en primer lugar que sospechosamente esta patología haya sido excluida de los debates. Pero se pudo comprobar que vociferantes políticos que juzgan a la Corte, degradan a quienes juzgan honestamente, y se cruzan acusaciones mafiosas, llegado el momento de explicar corrupciones en situaciones que por acción u omisión los involucran, se transforman en domésticos “gatitos” que maúllan las excusas de “error” o “transgresión ética”. El término ética no es casual, pues transgredirla no tiene sanciones penales.

Buenos Aires, 11 de octubre 2023