Estado y castas presentes

Cerrada la etapa electoral con el triunfo de Javier Milei por sobre desprestigiados actores y aparatos partidarios, para canalizar el hartazgo social de modo positivo hacia el futuro, los hechos políticos deben analizarse de modo comprensible para todos los niveles sociales. Para ello es útil partir de una regla básica de la propaganda política llamada de Simplificación, cuyo instrumento más usado es el eslogan. Es diseñado con frases breves y rítmicas con términos fácilmente recordables por todos los niveles socio-culturales, que para ser efectivo debe ser compatible con la realidad, o hacer creer que lo es. Vale ejemplificar este concepto con los conocidos  “El Estado presente” acuñado por el gobierno anterior, y “Castas corruptas” como caballito de batalla electoral de Milei. El primero recurre a la abstracción Estado complementado con el término “presente”, pretendiendo convencer que actúa para el bien común y no en defensa de intereses sectarios. Milei por su parte utilizó el término Castas como forma de organización política, adjetivándolas como “corruptas”. El resultado electoral mostró cuál de los dos eslogans resultó más creíble para impactar en la sociedad. Sin olvidar que lo hizo en un contexto en el cual fueron derrotados regímenes caudillescos con décadas ejerciendo el poder, como se manifestara en las provincias de San Luis, Chaco, Neuquén y Santa Cruz. Sin embargo el sistema electoral diseñado permite que gran gran parte de las dirigencias asociadas o facilitadoras del saqueo de recursos públicos y avaladores de impunidades, aún desprestigiadas y conmocionadas estén activas, por lo que puede afirmarse que continúa “presente” la relación entre Estado y Castas. 

Esta realidad exige actualizar los parámetros analíticos, partiendo de la inédita debilidad legislativa de Milei y sus arrebatos impredecibles, que hacen públicamente partícipes de concretar cambios transformadores a los 355 políticos que a nivel nacional deciden (presidente, vice, gobernadores y legisladores), que según sus roles, deberán ser juzgados por como conducen, ejecutan y legislan (léase votan), y no porque se autoproclamen peronistas, radicales u otras variantes, y menos aún, por sus desgastados ropajes discursivos, ideológicos, partidarios o simbólicos, como Patria, Pueblo y Solidaridad, entre otros. Las actuales liquideces políticas son producto de la desaparición de las identidades nacionales unívocas de la UCR y el PJ, que hicieron colapsar los principios de Perón respecto a que “los únicos privilegiados son los niños” y “somos el partido de los trabajadores”, cuando hoy más del 50% de niños viven en estado de pobreza, y añejos sindicalistas enriquecidos se asocian a piqueteros y desocupados para mantener privilegios. También colapsó el principio de Alem respecto a que “el radicalismo se rompe pero no se dobla”, cuando desde hace décadas dirigentes radicales con cargos en mano se doblan y arrodillan, como ejemplifican los ex candidatos presidenciales Leopoldo Moreau y Ricardo Alfonsín, mutados en fervorosos kirchneristas. También es importante desactivar la trampa discursiva empobrecedora de si “más o menos Estado”, como si su eficacia se evaluara por tamaño o kilaje. El perfil de una Nación, sea cual fuere su régimen político, lo define el Estado, que en nuestro país republicano lo encarnan los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, responsables de que haya subdesarrollo, corrupción y altos índices de pobreza. El ciudadano deberá estar atento al desarrollo de los acontecimientos, recordando que en la crisis 2001-2002 ante el clamor de que “se vayan todos”, se quedaron casi todos, y se encuentran hoy en funciones.

Las autoconvocatorias ciudadanas masivas e inevitablemente pacíficas, que se caracterizan por expresar reclamos comunes trascendentes que no admiten grietas ni logísticas organizativas políticas, suelen derivar en esclarecedoras enseñanzas. Se destacan el caso Blumberg en abril del 2004 en reclamo de seguridad, que produjo reformas legislativas inmediatas, algunas de las cuales pícaramente fueron posteriormente desactivadas; el conflicto del campo entre marzo y julio del 2008, que el gobierno calificara de “piquetes de la abundancia”, y transparentara que la temática del campo había pasado de la “oligarquía vacuna” a la industrialización con una cadena productiva integrada por diversos sectores sociales; y la realizada recientemente en defensa de las universidades públicas, que excediendo el justificado reclamo por la emergencia presupuestaria, hizo ver que el Consejo Universitario desde hace décadas no solo no es auditado, sino ni siquiera presenta Memoria y Balance de sus gestiones anuales ante los estudiantes y la sociedad aportante, ni ofrece propuestas para optimizar o modernizar su funcionamiento. Pese a lo cual hay políticos que en cabeza del senador Lousteau y el vicerrector Jacobitti, proponen crear cinco nuevas universidades, que conducirán políticos en lugar de académicos. En este ejemplo, ¿sería aplicable el eslogan “la Patria está en peligro?”

Buenos Aires, 08 de mayo 2024