La tapa de los labios

Es conocida la preocupación que genera en muchos políticos “las tapas de los diarios”, dada su incidencia en la opinión pública. Con encabezados adecuadamente diseñados, en pocas palabras suelen plantear temas incómodos para el poder, que solo atina a desacreditar a los medios, financiar a los oficialistas, o en dictaduras, acallar las disidencias. Sin embargo, muchas de esas tapas mediáticas se basan en las tapas de los labios a cargo de dirigencias políticas, cuyos mensajes son igualmente breves y elaborados, que pueden tener a personajes delirantes como acompañamiento coral.

Las tapas de los diarios son leídas por todos los sectores sociales, no así las páginas interiores que desarrollan los temas enunciados. Lo mismo sucede con frases del discurso político (tapas de los labios). A esta similitud entre medios privados y mensajes políticos, les comprende por igual las opciones de veracidad, profesionalidad, falacia, engaño, mentira. Como la herramienta comunicacional es el léxico, a las palabras hay que darles inicialmente un significado, para luego analizar el contenido y desentrañar mensajes. En el campo político, este juego combinatorio de palabras para elaborar el discurso se diseña en función de principios básicos de propaganda, que no deben confundirse con marketing. Se busca impactar en la sociedad desde lo emocional (creo/no creo; me gusta/no me gusta), y no desde lo racional (porqué; en base a qué). De allí que desarmar las falacias discursivas de los mensajes, exige que los ciudadanos receptores abandonen la pasividad receptiva emocional, para analizarlos compitiendo desde lo racional. Las fichas del juego son las mismas: el léxico.

Reemplazar la expresión “clase política” por “casta política”, permite entender porque en un país en continua decadencia permanecen inmutables las dirigencias responsables; explica la razón de la rutinaria manipulación de los sistemas electorales, las interpretaciones capciosas que protegen a los políticos acusados de delitos, y los acuerdos por privilegios estatales de los que carecen los ciudadanos comunes. Y transparenta que en las castas la famosa “grieta” solo son pujas circunstanciales de poder, que pueden concluir con las más asombrosas asociaciones electorales. De igual modo, la estrategia que combina las palabras “presos” y “políticos”, con supuestos distintos significados según se ordenen como presos políticos o políticos presos, omite lo esencial, que es el motivo: delitos económicos contra el Estado. Los verdaderos presos políticos son detenidos por oponerse a regímenes dictatoriales, no por enriquecerse con fondos públicos.

Por ello, para reformular el anquilosado y repetido léxico político que mantienen acciones de gobierno igualmente nocivas y anacrónicas, es más importante identificar las falacias, que son argumentaciones psicológicamente persuasivas pero inexactas, antes que debatir con personajes secundarios o impresentables que aportan a las estrategias de confusión. De este modo se podrá lograr que la sociedad vaya imponiendo temas en la agenda institucional, en lugar de someterse pasivamente a fluctuantes y personalistas intereses de quienes buscan mantener privilegios, disfrazados de derecha, centro o izquierda. Las multitudinarias convocatorias contra la impunidad en casos de corrupción, es un ejemplo.

Dado que la política es el único medio a través del cual las sociedades se organizan, un diagnóstico realista es imprescindible como punto de partida para lograr cambios esperanzadores. Existen camadas de políticos capacitados y honestos, pero lamentablemente el devenir de nuestro país indica que hasta el momento para la toma de decisiones virtuosas son minoría. En esta tarea las abstracciones conceptuales deben acompañarse con referencias tangibles. Por ello en lo inmediato se debe concentrar la atención ciudadana en el accionar de solo 355 nombres políticos que tienen el poder para acordar y decidir: presidente, vice presidente, 24 gobernadores, 257 diputados y 72 senadores. Prestando atención a como ejecutan y votan, no a como declaran.

Buenos Aires, 03 de febrero 2021