Desde los extremos a la nada

Para desactivar un sistema político de raigambre conservadora que repite actores y fracasadas metodologías de gobierno desde hace décadas, es necesario reformular conceptos discursivos falaces utilizados por las castas políticas, que recuerdan cuando en la obra El Gatopardo, ante la desazón del príncipe de Salina por el desembarco de las tropas de Garibaldi en Sicilia, preanunciando un cambio de época respecto a las aristocracias, su sobrino le aconseja: “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie” La versión criolla de esta estrategia la expresan quienes habiendo gobernado durante décadas provocando atraso y pobreza, cuando retornan al poder prometen “reconstruir al país”.

A diferencia de épocas pasadas, en las que el poder modelaba sociedades sustentado en la fuerza y en los feudos, en la modernidad se utiliza como factor aglutinador y/o diferenciador a las ideologías, entendidas como un conjunto de ideas y postulados compartidos que definen un pensamiento político. Pero que asociadas al poder, actúan como elemento de identidad antes que de intelectualidad, siendo trasladadas a los ciudadanos a través de mensajes breves y estrategias comunicacionales que apelan a lo simbólico y grandilocuente (peronismo, pueblo, Patria, Solidaridad), antes que a clarificaciones ideológicas. Es así como se usufructúa la memoria de Perón, fallecido hace 47 años, para involucrarlo en los intereses contemporáneos, o la memoria del libertador Simón Bolívar para asociarlo al régimen dictatorial de Venezuela. Paradójicamente, las ideologías extremas, sean de izquierda como el comunismo de Stalin, o de derecha como el fascismo de Hitler, presentan enormes similitudes. Fueron totalitarias y sangrientas, expansionistas, de pensamiento único, racistas, promotoras de fanatismo y culto a la personalidad.

Pero como en democracia la ideología debe competir con las consecuencias del hacer y el desarrollo social, que es lo que afecta a los gobernados, en nuestra “grieta” criolla surge una manifiesta contradicción: la división tajante con la que se pretende dividir a la sociedad en su conjunto, no se extiende a las castas políticas que la promueven, que por el contrario, exhiben una multiplicidad y/o plasticidad ideológica sorprendente. Se observan las variantes kirchnerista, peronista o radical histórico, radical “K”, socialista, neoliberal, liberal de izquierda, populista de derecha o izquierda, social demócrata, progresista, federalista, y como dato de color, algún comunista. Obviamente, ningún político sería capaz de diferenciar entre tamaña diversidad ideológica, pues la utilizan solo como envase para negociar el usufructo de privilegios estatales y acuerdos políticos. Este oportunismo, que causó la desaparición de agrupaciones políticas unificadas, coherentes y estables con programas de gobierno de mediano y largo plazo, recuerda a Maquiavelo cuando hace 500 años, refiriéndose a los oportunistas de entonces expresó: “Quien cambia de bandos, queda en ninguno”

Dentro de esta hibridez es habitual que en el espectro “izquierda-derecha”, los políticos prefieran ubicarse en el “centro”, sin más aclaraciones. O que periodísticamente se caracterice a determinados políticos como “blandos o duros”, distinción útil para describir propiedades de materiales, pero no actitudes políticas. Respecto a la corrupción por ejemplo, blando puede ser quien deja hacer, y duro quien presiona para lograr impunidad. La propaganda política difunde estos simplismos mediante mensajes breves, entendibles, no necesariamente veraces, y menos aún esclarecedores.

Para ir sorteando estos subterfugios y lograr mejoras institucionales, sería oportuno que los ciudadanos reclamen opinar sobre “opciones” en lugar de “grietas”. Algunas de ellas podrían ser si los procesados por corrupción pueden o no ejercer representaciones y cargos políticos; si las listas sábana legislativas deben o no transformarse en abiertas, o si el aumento de los salarios públicos y jubilaciones deben o no referenciarse en el salario y jubilación mínimas, cuya diferencia actual con los valores máximos es de 35 veces. Inequidades que políticamente solo pueden disimularse a través de eslogans y falsas grietas.

Buenos Aires, 27 de enero 2021