Bullrich, Larreta y la grieta
Con el objetivo de ir detectando incongruencias de los mensajes políticos hasta el cierre de listas de precandidatos el 24 de junio, es el turno de analizar la polémica nacida dentro de un mismo espacio político. Tras el spot propagandístico de Rodríguez Larreta desde los confines patagónicos, llamando a luchar contra la “estafa de la grieta”, respondió vía tuit Patricia Bullrich, señalando que no se puede negociar con personajes como Cristina Kirchner, Zaffaroni, Moyano y Baradel, entre otros. Dichas expresiones provocaron debates acotados a lo discursivo, cuando pueden ser de gran utilidad para situar a la “grieta” en el contexto de la política argentina.
Los diccionarios definen a la grieta como una abertura alargada que se produce en tierras o cuerpos sólidos, con muy poca separación entre los bordes. Aplicado este fenómeno físico a los actos humanos, los términos adecuados serían antagonismo, enemistad, desacuerdo, antinomia. Por lo que usar “grieta” como recurso metafórico para explicar divisiones tajantes en la ciudadanía, en realidad intenta ocultar la práctica de una estrategia histórica: “dividir para reinar”, cuyo símil moderno es la teoría más sofisticada de “amigo-enemigo”. No casualmente, el virus “grieta” es necesariamente inoculado desde el poder político a la sociedad a través de mensajes conceptualmente simples disfrazados de principistas o ideológicos, con estrategias de propaganda llamadas de “orquestación”, por la cual un mismo mensaje debe ser repetido incansablemente, para lo cual se busca como voceros a diversos personajes públicos conocidos, como artistas, periodistas, intelectuales y organizaciones intermedias, siendo sus servicios retribuidos con cargos, contratos, subsidios, sostenimientos financieros, entre otras prebendas. Trasladado este proceso a nuestra realidad política, comienzan a surgir curiosidades esclarecedoras.
La crisis del 2001, que provocó que justicialismo y radicalismo dejaran de ser opciones partidarias identificables y tradicionales que sumaban más del 80% de los votos, licuó las grietas insalvables entre las dirigencias políticas, y generó un marco de liquidez ideológica en las que los dirigentes pueden adoptar una postura hoy y la contraria mañana, pues el verdadero objetivo es permanecer, lo que explica la habitual crítica respecto a que nuestras dirigencias cometen los mismos errores, aplican las mismas estrategias fracasadas y pronuncian anquilosados discursos, pues no son de izquierda o derecha sino simplemente conservadoras, pretendiendo: que nada cambie. Es por este pegoteo de ocasión entre viejas dirigencias que la reflexión hace referencia a “poder y sistema político estable”, y no a peronismo, radicalismo, kirchnerismo, macrismo, u otras etiquetas vacías de contenido.
Un ejemplo excelente para refrendar lo expresado lo brindó el escenario del discurso de apertura de sesiones legislativas pronunciado el primero de marzo por el presidente Fernández en el Congreso Nacional. Sentados en sus bancas o ubicados en palcos, estaban quienes ejercen representaciones políticas, empresariales y sindicales ininterrumpidamente desde hace al menos dos décadas. Las eventuales caras nuevas ingresaron avaladas por viejos políticos a través de listas sábana. El cerrado andamiaje electoral permitirá que tras las próximas elecciones, casi todos, incluyendo procesados y condenados, continúen ocupando cargos en Nación, provincias y municipios, a costa del crecimiento desmesurado de una estructura estatal socialmente ineficaz.
En cuanto al cinismo discursivo, fue ejemplificado por el presidente en poco más de dos horas: se declaró orgulloso porteño pero criticó la opulencia y egoísmo porteño; se presentó como moderado y dialoguista para terminar exaltado atacando a la oposición; pidió que la justicia actúe con premura en casos de empresarios poderosos imputados, y subterráneamente se intenta demorar y/o anular la Causa Cuadernos por coimas y sobreprecios en obras públicas; se autoproclamó honesto, pero afirmó que la vicepresidenta, sentada a su lado, fue condenada por corrupción en un juicio “simulado”, y arremetió contra los integrantes de la Corte Suprema.
Si se reconoce que la “grieta” no es aplicable a las perennes y privilegiadas dirigencias, vista la facilidad con que la van sorteando para mantener cuotas-parte de poder y/o prebendas, podría pensarse que a esto se refirió Larreta cuando mencionó la “estafa de la grieta”, pero no fue suficientemente claro. Por ello tanto Bullrich mencionando nombres, como Larreta apelando a conceptos, tienen el mismo desafío a partir del 25 de junio: presentar propuestas de gobierno concretas (no diagnósticos, propuestas), y explicitar con quienes integrarán equipos y suscribirán acuerdos virtuosos. Teniendo presente el consejo de Maquiavelo al príncipe: para llegar y ejercer el poder con éxito, los mercenarios son los más peligrosos.
Buenos Aires, 08 de marzo 2023