El eslogan en la política

El uso del eslogan no se agota en las campañas electorales, sino que es un instrumento habitual en la comunicación de un gobierno y en los debates políticos, por su condición de ser una frase breve fácil de recordar dirigida a lo emocional de los individuos, que llega a todos los niveles socio-culturales en simultáneo dando por sentado su comprensión y veracidad. Esta simplicidad se reflejó en el último debate entre los candidatos Milei y Massa, que pese a ser convocado para confrontar temas complejos de interés general ante una masiva audiencia televisiva, expertos asesores de campañas políticas aconsejaron a Massa lanzar a Milei una andanada de preguntas al estilo eslogan, exigiéndole que respondiera “por sí o por no”, sin mayores aclaraciones. Esta simplicidad lo convierte en una buena base analítica para desarrollar posteriores explicaciones o interrogantes.

El eslogan suele complementarse con una regla básica de la propaganda llamada “unanimidad y contagio”, fundada en la evidencia de la presión del grupo en la opinión individual. Jean-Marie Domenach, que en 1950 publicara “La propaganda política”, la ejemplificaba con tres sastres de Londres que en el siglo XIX dirigieron un petitorio al Rey, firmándolo “nosotros, el pueblo inglés”. Comprendida esta mecánica, vale citar la frase globalizadora “la gente”, que por su repetición por parte de políticos y analistas se asemeja a un eslogan, pero que carente de una cuantificación determinada, no sirve para definir situaciones o políticas en épocas de crisis, en las que es necesario definir acciones sectorizadas según las necesidades básicas no satisfechas o privilegios. En este caso “la gente” es un híbrido que actúa como pantalla para encubrir las responsabilidades de las dirigencias que provocaron esas situaciones extremas, sean políticas, sindicalistas o empresarias, que en las últimas décadas han actuado concomitantemente cuando de usufructuar recursos estatales se trata. Otras frases recurrentes que por su brevedad y repetición actúan como eslogans, es plantear si queremos “Estado o mercado”, o bien “achicar o agrandar el Estado”, como si estuviéramos ante un sastre al que pedimos nos adapte los pantalones según hayamos aumentado o reducido nuestro peso.

En primer lugar, dado que el concepto Estado refiere a una forma de organización política, social y económica, corresponde hablar de Gobierno, que es la parte encargada de llevar a cabo las funciones del Estado, que está conformado por instituciones y organismos burocráticos con responsabilidades indelegables (educación, salud y seguridad públicas), además de poseer el monopolio fiscal, legal (legislar, ejecutar y juzgar), y de la fuerza (instituciones armadas). Estas funciones básicas son de aplicación en cualquier país con independencia de su sistema político, por lo que la opción “Estado o mercado” es falaz, y hace sospechar que intenta encubrirlos los fracasos o complicidades de quienes ejercen funciones políticas públicas, en muchos casos producto de la patología que en cabeza de los gobiernos, encadena mafias, fascismos y corrupción. Contexto en el que a los funcionarios públicos y privados asociados los une el dinero, no ideologías de derecha, centro o izquierda.

Muchos dirigentes que declaman defender al Estado y/o Gobierno, mimetizándolos con la Patria, no explican sus fracasos de décadas en el desarrollo del país, o bien intentan evitar toda posibilidad de racionalizar y modernizar la estructura estatal afirmando que “no mueve el amperímetro” desde lo económico, lo que no es verdad si se realiza atendiendo los siguientes frentes administrativos en simultáneo: 1) ejemplaridad (en cuanto a idoneidad, capacidad y honestidad de funcionarios); 2) equidad (igualdad de oportunidades para el ingreso a la administración pública y destierro de los nepotismos); 3) organicidad (en cuanto a armados de organizaciones estatales racionales sin superposición de tareas, y con velocidad de respuesta ante los desafíos); 4) racionalidad presupuestaria (en cuanto a interrelaciones jerárquicas y optimización de recursos). De cumplimentarse estos requisitos a nivel del gobierno nacional, provincias e intendencias, más de un economista se sorprendería ante el enorme beneficio económico-social resultante.

Buenos Aires, 20 de diciembre 2023