La crisis como espectáculo

En 1941, en plena Segunda Guerra mundial, el psicólogo inglés Frederic Bartlett expresaba textualmente: “Toda la propaganda política sigue el mismo camino. Se basa en el prestigio de la sugestión; para dar cuenta de que la relación superioridad-inferioridad representa correctamente sus propias relaciones con el pueblo: levanta la emoción y excitación de una manera directa, por medio de violentas exageraciones y de crisis fabricadas; descansa en el sentimiento y el símbolo, y en todas estas direcciones se esfuerza continuamente en estimular todas las tendencias hacia una aceptación irreflexiva y esclavizada que paralice el análisis crítico”.  Conceptos claves como sugestión, excitación, exageración, uso del símbolo y aceptación irreflexiva de los mensajes, se complementan con un elemento esencial para potenciar lo discursivo: el espectáculo, sea de tipo cuantitativo (manifestaciones multitudinarias con banderas), o con técnicas de simulación que disimulen la impotencia para brindar soluciones a la crisis económico-social, a través de peleas, acusaciones, escándalos y trascendidos. El debate se banaliza, y se entretiene a los ciudadanos con los “chupetes” de Alberto y Cristina que no se hablan; qué dirá la vicepresidenta en su próxima carta o discurso; si Macri será candidato, o si Milei crece o decrece electoralmente,

El problema de esta estrategia en los sistemas democráticos, a diferencia de regímenes dictatoriales con mensajes únicos, es que cuando discurso y realidad no se ensamblan adecuadamente se pierde credibilidad y eficacia. En nuestro gobierno expone que salvo en la búsqueda de impunidades judiciales, el poder ejecutivo y autoridades provinciales carecen de aptitud para diseñar un proyecto nacional coherente, factible y transformador. Impotencia que, para no caer en grietas oscurantistas, al momento se extiende a la coalición opositora con posibilidad de gobernar a partir de diciembre del 2023. Por lo que en lo inmediato los ciudadanos deberán continuar adiestrándose en la detección de falacias discursivas y operativas, como forma de promover transformaciones desde el llano, y evitar que se repitan las salidas implementadas en las crisis de 1975, 1989 y 2001, que con invocaciones patrióticas y de emergencia, dejaron a las corporaciones políticas, gremiales y de grandes empresas a salvo de perjuicios y esfuerzos compartidos con la sociedad.

A poco más de un año de las elecciones presidenciales, se debe tener presente que un gobierno ostensiblemente inepto, en la campaña electoral del 2019 dejó explícitos sus tres pilares constitutivos, por lo que no se puede aducir engaños al respecto: 1) un presidente sin antecedentes ejecutivos elegido unilateralmente por la vicepresidenta, y sin objeciones de otros actores del espacio político; 2) una coalición conformada por Cristina Kirchner, Fernández y Massa, con antecedentes de duros conflictos y críticas entre ellos, cuyo único y declarado objetivo era “ganar”; 3) un candidato que declaró descreer de los planes de gobierno y del mérito (lo llamó meritocracia), y que como presidente actúa en consecuencia. La principal oposición, abocada al concurso “Yo quiero ser presidente 2023”, debiera prestar atención a esta circunstancia, porque contiene vicios muy tentadores para campañas de demagogos y permanentes abonados al poder.

Para reflexionar haciendo entendibles para un amplio espectro social los perjuicios generados por repetir por más de cinco décadas políticas y políticos, se apeló a la utilidad didáctica de las metáforas, fábulas e incluso cuentos infantiles relacionados con la magia (ejemplo, la lapicera). La próxima reflexión incursionará en el campo literario en el que prima el misterio, el suspenso, el engaño y la traición: el espionaje y los servicios de inteligencia. A diferencia de los internacionalmente reconocidos, sean o no democráticos, en nuestro país abunda el espionaje local casi familiar, sin inteligencia ni profesionalidad. No sorprende entonces una paradoja de consecuencias graves para la seguridad nacional, por mérito de las rotaciones en los niveles de conducción de burócratas sin formación específica, muchos de ellos defensores o aliados de la impunidad: en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), involucrada en diez causas judiciales simultáneas, nada es secreto.

Buenos Aires, miércoles 22 de junio 2023