Imágenes falsas y verdaderas

De los 355 elegidos por el voto popular (algunos en forma directa y otros a través de listas sábanas), que para evitar polémicas inútiles metafóricamente recibieran un perdón general por sus responsabilidades pasadas excepto las penales, 283 de ellos (pues se excluye a los 72 senadores), continúan debatiendo la llamada ley ómnibus, y por vías judiciales el decreto de necesidad y urgencia. Con el objetivo de que las aprobaciones y rechazos estructurales finales se transmitan a la sociedad de modo que sean masivamente comprendidas y sin intermediarios políticos interesados, vale continuar marcando aspectos de la comunicación política y sus técnicas propagandísticas, que suelen conspirar contra este deseo. Jean-Marie Domenach, en su reconocido libro “La propaganda política” del año 1950 (posguerra), señalaba que “sin actos que la apoyen, una propaganda no pasa de ser un mero verbalismo que crea ilusiones peligrosas”.  

Mencionados los principios del “eslogan”, cabe hacer referencia a un aspecto que preocupa a quienes  ejercen los vértices del poder o pretenden ejercerlo: la “imagen”. Concepto que aparece banalizado por las recurrentes mediciones fluctuantes de imagen, utilizadas cual elixir medieval para opinar que oposiciones destituyentes están a la espera de la baja de imagen de un gobierno y/o su presidente para endurecer sus acciones. Esta insustancialidad queda reflejada en la precisa definición de Maquiavelo, cuando refiriéndose al príncipe dijo que “los hombres en general juzgan más por los ojos que con las manos, porque todos pueden ver, pero pocos tocar. Todos ven lo que pareces ser, más pocos saben lo que eres”. Con el desarrollo de los medios de comunicación visual (es usual la referencia al primer debate presidencial  televisado entre Kennedy y Nixon en 1960), se potenció la preocupación por la imagen en los equipos de consultoría política, con un rol que bien describiera el especialista Hugo Haime en su libro “La imagen del poder”, del año 1997: “La habilidad del consultor no está en pensar cómo convierto a mi cliente o candidato en algo que la gente está dispuesta a comprar, sino en potenciar aquellos puntos fuertes que le permitan ser positivamente percibido por el electorado, tratando de neutralizar los aspectos negativos”. Aplicada esta definición a nuestro contexto político, la predominancia de aspectos negativos explica la dificultad de los consultores para armar una imagen consistente de quienes desde hace tres décadas son responsables de los fracasos económicos-sociales y fluctúan entre diversos espacios de poder.  Posiblemente este haya sido el desbalance que en cuanto a imagen, se produjo entre Larreta, Bullrich, Massa, muchos de sus asociados, y Milei.

Pero minimizada su influencia en cuanto a instrumento de valoración individual de dirigencias vastamente conocidas, la imagen adquiere un fuerte impacto ante la opinión pública cuando exhibe hechos políticos que tampoco se pueden “tocar”, como diría Maquiavelo, pero salvo que sean trucadas, otorgan un grado de veracidad que no poseen los discursos y los eslogans. Cabe citar dos ejemplos. En el campo de la corrupción, la icónica imagen del ex subsecretario de Obras Públicas José López intentando ocultar a medianoche y acompañado de una ametralladora, un bolso con nueve millones de dólares en un supuesto convento, transparentó en pequeña escala el volumen económico de la corrupción estatal-privada. En cuanto a lo gremial, fotografías y filmaciones mostrando a añejos dirigentes participando y aplaudiendo de pie el 29 de octubre pasado al candidato Massa en un acto de campaña, para tan solo 88 días más tarde, un 24 de enero, los mismos dirigentes denostar desde un palco al gobierno asumido el 10 de diciembre, confirmó la enorme resistencia que ejercerán los sectores corporativos privilegiados ante cualquier cambio que los afecte, con un detalle desde lo .discursivo: dichos sectores privilegiados no atacan solo los artículos que los afectan, lo que los expondría a un debate específico y público, sino plantean rechazar la ley y el decreto en su totalidad.

Para encubrir esta estrategia, los intereses corporativos con acciones callejeras de apoyo, mutaron en sagaces constitucionalistas y simulan haber leído todos los artículos de la ley y del decreto, para concluir que atentan contra los intereses del pueblo. 

Buenos Aires, 07 de febrero 2024