Periodistas aturdidos
Analizar u opinar de modo entendible para todas las franjas socio-culturales el desenvolvimiento político hasta las próximas elecciones legislativas nacionales, implica explicitar las pautas empleadas, como sucede con las bibliografías destinadas a aprender a leer y escribir. Se señalan las siguientes:
1) Las críticas que definen a Milei como histriónico, agresivo, agraviante y otros adjetivos similares se consideran válidas, pero debe prevalecer que es un presidente electo con grandes desafíos. En este marco se estima contradictorio catalogar a su gobierno de débil por carecer de gobernadores, intendentes y mayorías legislativas propias, y en simultáneo hacerlo principal responsable de acuerdos llamados “opacos”; cuando los desenvolvimientos legislativos muestran la necesaria participación directa o indirecta de gran parte de todos los sectores políticos en la toma de decisiones. 2) En política predominan dos filosofías: la aristotélica basada en que se debe propender al bien común (muy aplicadas en los discursos), y las de Maquiavelo que la centra en la lucha por el poder (“realpolitick”). A esta última se tomará como adecuada para nuestra realidad. 3) Se considerará incursos en la condición de “casta” a quienes mantengan cargos políticos en forma ininterrumpida durante 25 o más años, periodo de tiempo que define a una generación. Milei no entra en esta categoría, pero debe moverse y negociar entre castas. Muchos legisladores impresentables no son casta según esta regla temporal, sino producto de nepotismos y listas sábanas). 4) La libertad de prensa y opinión se mantiene indemne en nuestro país, pese a la baja calidad institucional. Los intentos de limitarla fueron neutralizados con éxito, por lo que no hay riesgo de que se impida al periodismo continuar con la trascendental tarea de brindar información consistente (o manipulada según el caso), para que los ciudadanos saquen sus propias conclusiones.
En el campo comunicacional se generó en las últimas dos décadas un cambio profundo, en especial en lo político. Los mensajes masivos responden a clásicas técnicas propagandísticas nacidas en las primeras décadas del siglo XX para influir en la opinión pública en general, o de un grupo social en particular, cumpliendo con la regla de ser Unidireccionales o Asimétricas, pues el emisor, sea político o periodista, era quien elaboraba y presentaba sus mensajes ante los ciudadanos, que actuaban como simples receptores pasivos. Hoy los mensajes se intercambian públicamente en forma permanente entre formadores de opinión y ciudadanos comunes, entre inteligentes y delirantes, sin jerarquías preestablecidas. La consecuencia es que casi forzados a interactuar en las redes, muchos políticos exhiben sus mediocridades y contradicciones a través de videos y tuits, y avezados y tradicionales periodistas dedicados al análisis político, intentan polemizar con “influencers” de moda incursionando en frívolas “batallas culturales”, o bien pierden la calma ante el cruce de agravios que los afecten en lo personal. Es así como Fontevecchia inició una causa penal contra Milei que fue rechazada por la justicia en base al principio de libertad de opinión, y que el periodista apeló ante la Corte. O que Longobardi sintiéndose verdaderamente afectado por frases de Milei, convirtiera en obsesivas sus críticas y entrevistas en contra del presidente. Lo cual promueve un interrogante: sabido que el periodismo recurre habitualmente al modo potencial para describir rumores y hechos con visos delictivos, cabría preguntarse si en lugar de decir “ensobrado” se dijera que determinado periodista “estaría ensobrado”, la frase dejaría de ser agraviante.
Dada la importancia que el periodismo cumple en los campos de investigación, información veraz y opinión, es de esperar que periodistas de reconocida capacidad profesional recobren la estabilidad emocional y eviten ser monotemáticos, pues los necesitamos para analizar un proceso político inédito desde 1983, en donde bajo mandato ciudadano, un peculiar personaje dejó a los integrantes de históricas estructuras corporativas aturdidas y sin consenso popular, pero plenamente vigentes. Situación que transformó a la llamada “opacidad” de las relaciones políticas en escenografías públicas en las que diversos actores transparentan hipocresías y contradicciones, como mostraron las fracasadas sesiones para la aprobación de la mal llamada “ficha limpia”. Para lograrlo fue vital el servicio periodístico de algunos medios de comunicación, cuando a partir del tratamiento de la Ley Bases en febrero tomaron como norma publicar de modo gráfico y claro con identificación individual, las ausencias decisivas que impiden obtener quorum, o bien los votos determinantes o fluctuantes para aprobar o rechazar proyectos de leyes trascendentes. Estas identificaciones explicarían que la primera sesión por la “ficha limpia” fracasara por solo una ausencia, y en la semana siguiente el quórum no se alcanzara por 16 ausencias multipartidarias que supuestamente la promovían, con justificaciones que rozaron el grotesco. Una legisladora simulando llanto, otra exhibiendo apósitos en su brazo, un legislador con certificado médico en su bolsillo, y el juego de la butaca, en el que si un legislador se sentaba y daba quórum, otro se levantaba. Señores periodistas, ante estos espectáculos con Milei incluido, no se excedan en lamentos y actúen casi como corresponsales de guerra. La fuerte corrupción lo amerita.
Buenos Aires, 04 de diciembre 2024