Corrupción para principiantes
El devenir político presenta una concatenación de imágenes con hechos institucionales, nombres propios y números concretos, que permiten aplicar principios de educación básica para explicar de modo comprensible para todas las franjas sociales la problemática de la corrupción pública, causante del atraso que desde hace décadas sufren los argentinos. Rol didáctico que no cumplen las grandilocuentes batallas culturales, que en esencia son vulgares propagandas igualmente masivas, pero cuyos mensajes se diseñan para llegar a los niveles intelectuales más elementales. La presente reflexión puede ordenar dichos hechos a modo de una simple ecuación: 355 + Congreso nacional + Juez Lijo + ficha limpia + expulsión de Krueider + políticos honestos e inocentes = corrupción.
355 indica la cantidad integrada por el presidente, vice, gobernadores y legisladores nacionales elegidos por el voto popular, que tienen poder de decisión. Sus intereses, sea por sí o por quienes los representan, se congregan en el Congreso Nacional, que entre sus funciones está la de designara los jueces del Poder Judicial, con decisiones finales que suelen tergiversar los concursos del ineficaz Consejo de la Magistratura, para concluir con los clásicos acuerdos de antaño: “estos jueces son tuyos, y estos míos”. Un ejemplo de tal laxitud se manifiesta en el trámite para designar al juez Lijo como integrante de la Corte, cuyos debates apelan a las indefinidas “inhabilidades morales”, subsanables si se llega a acuerdos políticos. Moralidad que no impidió la no aprobación de la mal llamada ficha limpia, pues permitía ocupar cargos públicos a quienes estén procesados o con una condena. Pero días más tarde de este fracaso, se ignora si por imperio de las fuerzas del cielo o del infierno, surgió el caso del senador justicialista Krueider, funcionario del gobierno de Bordet en Entre Ríos, y que accediera a la banca en el 2019 con la boleta presidencial Fernández-Kirchner, detenido en Paraguay acompañado por una empleada del Senado con más de 210.000 dólares en un bolso, tras lo cual sus colegas acudieron a la puesta en escena de la indignación, manifestada incluso por un senador procesado. Pero como el objetivo era la ocupación de su banca, se omitió el menú de opciones políticas usuales en casos de corrupción que los afecta, tales como ser víctima del “lawfare” o de una emboscada de la SIDE, ser inocente hasta que no se compruebe lo contrario, o ejercer el derecho de defensa. Se decidió que su mayor culpa fue la de haber votado parte de los puntos de la Ley Bases, por lo cual resultaba claro que los 210.000 dólares se los había pagado el gobierno. Atento a lo cual y en un rapto generalizado de moral, ética y honestidad, se votó la expulsión de Krueider. Para lograrlo se necesitó el aporte del último eslabón de la ecuación mencionada al inicio, al que no se le presta la debida atención en casos de corrupción: los autoproclamados políticos honestos e inocentes.
El concepto de corrupción tiene dos facetas: la penal, en la cual los funcionarios y sus cómplices se enriquecen ilícitamente a costa de recursos del Estado a los que tienen acceso. Pero para lograrlo necesitan de la segunda faceta, que es la institucional, consistente en la pasividad de otros funcionarios y legisladores, lograda a través de prebendas y privilegios penalmente no punibles, para que simulen no ver, no entender, dejar hacer y dejar pasar. Esto explica que los actos de corrupción se hagan públicos de manera fortuita (bolsos de López, patrimonio del fallecido secretario presidencial Muñoz, el yate de Insaurralde, los dólares de Kueider), o por investigaciones periodísticas. Nunca a través de políticos con los que conviven por décadas. Esta asociación entre el acto penal y la complacencia institucional, configura el concepto abarcador de corrupción: descomponer, deteriorar, destruir.
En el caso Krueider se podría citar al locuaz Luis Juez, experimentado, reputado de honesto, y según sus propias palabras “ningún boludo”, que promovió la suspensión y votó la expulsión. O al igualmente locuaz Lousteau, ausente en la sesión. Por lo que los considerados honestos e inocentes, deberían aclarar si nadie conocía el enriquecimiento de Krueider u otros políticos con los que conviven, si existen declaraciones patrimoniales actualizadas de los legisladores, y se investigan sus eventuales inconsistencias. Si se conocen los antecedentes de los miles de empleados del Congreso, como los de la empleada que acompañaba a Krueider, y del empleado que supuestamente le facilitó el vehículo para su traslado. Y aprovechando el brote ético-moral generalizado, informar si se solicitarán y harán públicos los antecedentes policiales, judiciales y patrimoniales de quienes integrarán las próximas listas legislativas sábanas, o apelando a la terminología del senador Juez, todos se harán los boludos.
Buenos Aires, 18 de diciembre 2024