Aislamiento y reflexión

La pandemia de coronavirus, en un principio lejana, llegó a nuestro país.  Su novedad y ausencia de tratamiento específico hace que las recomendaciones inmediatas se resuman en reglas sencillas de cumplir, y fundamentalmente, aislamiento. La velocidad de las epidemias provoca temor a lo desconocido y ansiedad. La situación que afrontamos no es inédita. En la antigüedad las epidemias se expandían a través de largas travesías en barcos, con fines comerciales o de conquista. Hoy se trasladan en aviones, con la participación de diversos estratos sociales y actividades. En esta situación de incertidumbre, no es oportuno sumergirnos en las habituales reflexiones semanales centradas en la problemática política argentina, que económica y socialmente presenta desde hace décadas condiciones particularmente adversas en relación al contexto regional e internacional.

Pero al aislamiento, que nos saca de la vertiginosidad de la vida diaria, podemos enriquecerlo con reflexión. No solo por parte de las clases dirigentes responsables, sino de la mayoría ciudadana que debe afrontar los efectos de las medidas adoptadas por quienes deciden. Las crisis masivas suelen obligar a encarar soluciones a problemas ocultados o ignorados. En 1871 en Argentina se produjo una epidemia de fiebre amarilla, con epicentro en la ciudad de Buenos Aires, con aproximadamente 187.000 habitantes. Las autoridades tomaron conciencia de la urgencia de establecer una solución integral al problema de obtención y distribución de agua potable, y a fines de ese año se iniciaron obras claves de saneamiento en toda la ciudad.

Superada la pandemia y efectuado el relevamiento de daños, se retomará la dinámica social y política, que incluirá críticas diversas. La expectativa será la de comprobar si la crisis y sus secuencias dejará en las clases dirigentes aprendizajes que generen cambios institucionales de fondo.

Buenos Aires, 18 de marzo de 2020