Preescolar universitario

Preescolar es la etapa educativa previa a la enseñanza primaria, por lo cual pareciera un contrasentido relacionarla con la educación superior. Sin embargo, si el debate acerca del financiamiento de las universidades estatales se analiza con un sentido abarcador asociado a la problemática educativa general, esta relación cobra sentido. Para explicarlo, los argumentos más complejos de la actividad universitaria deben adaptarse a los de la enseñanza básica inicial, socialmente igualadora, que deben ser útiles, simples, comprensibles y veraces. En este caso, las palabras perro, gato y pelota, por ejemplo, que en la enseñanza básica no se discuten, se reemplazan por autonomía, autarquía y auditoría, causantes de intrincados debates entre las máximas instancias educativas formadoras de dirigencias estatales y privadas.

A diferencia de los niños, los adultos suelen disimulan intenciones invocando actitudes principistas. Una forma de detectar incongruencias es jugar con palabras y números. Por ejemplo:

El Estado te cuida + la Patria sos vos = pobreza 41,7% en el año 2023

Como cuando el rector de la Universidad doctor Gelpi, expresa que “queremos ser auditados todo lo necesario, pero en el marco de las leyes e instituciones”, o el senador Lousteau, que ante el decreto ómnibus de transformaciones estructurales, declaró que “estoy de acuerdo con el fondo, pero no con las formas”, sin que a la fecha haya explicitado que transformaciones apoya. De igual modo, la polémica universitaria presenta una matriz similar a todo debate que afecte intereses y privilegios de instituciones relacionadas con fondos públicos, como ausencia o distorsión de datos oficiales consistentes, y estrategias discursivas grandilocuentes. Tales hipocresías impiden aprender en base a una coherencia lógica entre palabra, imagen y concepto, por lo que a nuestro utópico aprendiz infantil solo le cabe el saludable ejercicio de la curiosidad, y preguntar: ¿auditar qué? ¿El presupuesto del 2023, y cotejarlo con lo realmente ejecutado? ¿Existe el balance de cierre, y de ser así, porqué, con o sin auditoría, no se lo hace público para conocimiento de profesores, alumnos y la sociedad que aporta los recursos?Evidentemente, el problema no es qué organismos pueden auditar.  

Como estos interrogantes no lo clarifican las autoridades responsables, en lugar de opinar suponiendo o inventando, cabe formular una ruta analítica que comience por definir a modo diccionario las palabras en debate. Autarquía: autosuficiente, autónomo, independiente. Esta condición no se ajusta a quienes dependen de recursos públicos. Autonomía: es una descentralización que permite fijarse sus propias normas, y administrar por sí mismo los recursos públicos otorgados en el presupuesto nacional, que usualmente incluye restricciones entre lo pedido y lo otorgado. Auditoría: es una revisión contable, de requisitos y gastos establecidos en el presupuesto que adjudicó los fondos, respecto a lo realmente ejecutado. Lo señalado puede transmitirse a los alumnos de la primaria, con un ejemplo: si el niño depende de sus padres, quienes le dan una cuota semanal para el cine, revistas y golosinas, no es autosuficiente. Pero tiene autonomía para redistribuir dicha suma entre los gastos previstos. Si del control de gastos por parte de los padres (auditoría), surge que el dinero se usó para comprar droga, el acuerdo quedará caído, y se analizarán correcciones y sanciones. El planteo no convencerá a políticos y autoridades; pero sin duda el niño lo entenderá.

Lo relevante es asumir que la problemática se inicia con el presupuesto nacional que distribuye los recursos públicos, lo que genera un desafío para legisladores acostumbrados a trabajar sin ítems detallados fidedignos y sin criterios de optimización de recursos, sino jugando a la tómbola de los porcentajes (x % del PBI) o actualizando gastos con índices de inflación, práctica que alcanza a todas las reparticiones, organismos y empresas públicas por igual. Por ello el presupuesto nacional 2025 a diseñar bajo el saludable objetivo de no tener déficit fiscal, que suele alimentar privilegios y empobrecimiento de los ciudadanos, exigirá un trabajo inédito y altamente profesional. Durante la tarea legislativa, el ciudadano no deberá deslumbrarse ante quienes declaren “apoyo el déficit fiscal cero”, sino prestar atención a lo que se propone y como se vota.

Buenos Aires, 06 de noviembre 2024