El turismo político une
La elección presidencial en Estados Unidos pareció adquirir gran importancia para más de 25 legisladores, funcionarios provinciales e incluso judiciales de distintos signos políticos, que se trasladaron a dicho país en pleno tratamiento del presupuesto nacional, para “vivir en primera persona el proceso electoral norteamericano, y participar en charlas y debates”, objetivo que con la multiplicidad de fuentes e interacciones informativas que brindan los medios digitales, puede lograrse a distancia con mayor eficacia en el uso de recursos públicos y tiempo empleado. Un dato a tener presente en el armado de las próximas listas sábana, es que se ratifica que en ámbitos distendidos como los generados en viajes de turismo político, no existen grietas irreconciliables.
Para quienes no pudieron viajar, también la elección estadounidense presenta aspectos útiles para interpretar nuestra coyuntura, relacionados con encuestadoras y analistas políticos. En un país con un bipartidismo consolidado y cuna de las encuestas metodológicas (empresa Gallup creada en el año 1935), estas fallaron ostensiblemente en sus predicciones, al presentarla como la elección americana más pareja de la historia. La sorpresa no fue el triunfo de Trump, sino lograrlo en cantidad de votos individuales, bancas legislativas y predominio casi total en los diversos estados. Por el contrario, la sorpresa de Milei es haber triunfado sobre estructuras de poder tradicionales, sin poseer una propia de extensión nacional. Ello implicó que pese a tener el 56% de votos individuales, cuenta con representaciones legislativas minoritarias, y no posee gobernaciones e intendencias propias, por lo que se lo define como un gobierno débil. Las similitudes entonces se reducen al término “sorpresa”, pero no se extienden a lo institucional y económico.
Las semejanzas plenas surgen en la caracterización que analistas e intelectuales hacen de Trump y Milei: autoritarios, excéntricos, fascistas, peligro para la democracia, misóginos y racistas, entre otros adjetivos. Ante tamaño desborde conceptual, y en aras de la simplicidad argumentativa, vale imaginar a un niño de la escuela primaria que apelando a la sana curiosidad infantil preguntara: ¿si los candidatos son tan malos, porqué derrotaron claramente a sus opositores? Mientras los estadounidenses están abocados a formular una respuesta consistente, integrantes de nuestro establishment político empobrecedor parecieran ignorar que existe más del 50% de pobreza, indicadores económicos-sociales que nos sumergen en los últimos lugares de toda tabla comparativa entre países de reconocidos organismos internacionales, y en donde el concepto Patria lo invocan quienes usufructúan privilegios.
Como intelectualidad y transmisión comprensible de conceptos no son contradictorios, cabe citar una expresión simple del brillante pensador, escritor y polemista recientemente fallecido Juan José Sebreli, al confesar “voté a Milei a mi pesar, para no votar a Massa”, quien representó a un peronismo kirchnerista que a lo largo de dieciséis años de gobierno y cinco de oposición demostró su raigambre elitista, conservadora de privilegios e impunidades. Pero la frase debiera interpelar, entre otros, a Larreta, Lousteau, Pichetto, Manes, Monzó, Carrió y Schiaretti, quienes se presentaron ante la sociedad como “el cambio”, y hoy en lugar de promoverlo legislativamente por sí o a través de quienes les responden, lo obturan con excusas asentadas en modos y perfiles psicológicos de Milei. En este punto surge una hipótesis inquietante, que alcanza a políticos y analistas con independencia de fluctuantes ideologías y ropajes partidarios de ocasión, basada en que la resistencia a desactivar la matriz del empobrecimiento no es solo del kirchnerismo, sino también de quienes más hipócritas, plantean “estar de acuerdo con el fondo, pero no con las formas”, y emplean una estrategia comunicacional destinada a disimular esta resistencia distrayendo a la opinión pública con discusiones banales, escenificaciones ridículas y obsesiones personales.
Para develar esta hipótesis juega un rol esencial el periodismo, formador de opinión y comunicador natural de los acontecimientos. En el periodismo político coexisten la opinión (es subjetiva), información (con datos certificados o fuente reconocible), investigación (es especializada y compleja) y espectáculo (cruces de insultos, frases infantiles, escándalos). ¿Muchos actores no estarán sustituyendo opinión, información y aporte político con espectáculo?
Buenos Aires, 13 de noviembre 2024