Castas sólidas e ideas líquidas

En su obra “La política” Aristóteles expresaba: “Si los primeros Estados han sido sometidos a los reyes, y si las grandes naciones lo están aún, es porque todos se han formado de elementos habituados a la autoridad real”. Si bien este pensamiento pareciera extemporáneo, es aplicable a dictaduras, feudalismos y autocracias actuales. En nuestro país más de una generación se desenvolvió habituada a los mismos políticos, empresarios y sindicalistas que sumergieron al país en el atraso y la pobreza.  

Esta continuidad hace suponer que las transformaciones no surgirán desde las cúspides de poder, sino de consensos ciudadanos de base sin artificiales grietas. Esa intención nunca plasmada en acciones concretas deberá iniciarse cuanto antes, pues la ya grave situación económico-social del país se verá agravada en el corto plazo. Lejos de ser una predicción alarmista, es una realidad reconocida públicamente por los propios actores políticos, empresarios y sindicales, cuando fijan como fecha para redefinir las vigentes políticas de contención de tarifas, congelamiento parcial de precios, valor del dólar mantenido con costosas intervenciones del Banco Central, renovación permanente de acuerdos paritarios, prórrogas de prohibición de despidos a privados, entre otras medidas, todo ello sin realizar desembolsos relevantes de pagos de deudas externas e internas, al acto eleccionario del próximo 14 de noviembre. Es ante este panorama inevitable de agravamiento de la crisis, que la ciudadanía, en un marco democrático, deberá impulsar cambios profundos que las castas que la provocaron no realizarán, porque sus pretendidas ideologías son líquidas, mientras sus objetivos son conservadores. Por lo que la llamada “clase política”, como se denominan a quienes ejercen al rol de representación democrática de modo circunstancial, ha sido sustituida por “castas políticas”, que caracterizan a quienes perduran en base a linajes que comparten privilegios y nepotismos, apoyados en un sistema electoral limitante del derecho ciudadano a elegir.

Para lograr consensos entre ciudadanos carentes de instituciones de calidad que les permitan intermediar con el poder, previamente se deberá detectar las falacias conceptuales, discursivas y de políticas públicas aplicadas desde hace más de tres décadas, partiendo del derecho a la información en su saludable diversidad, para procesarla en cuanto a racionalidad y veracidad. No es fácil, porque las castas apelan al secretismo y desinformación. En cuanto al derecho de convocarse para peticionar, si bien se mostró coyunturalmente eficaz en temas como frenar intentos políticos de desactivar causas de corrupción, o recientemente ampliar a otros laboratorios las posibilidades de adquirir vacunas contra el Covid, los reclamos deberán ser consistentes, coordinados y sustentables, para evitar que se repita el emocional “que se vayan todos” en la crisis 2001-2002, que concluyó en que se quedaran casi todos.

En cuanto a lo discursivo y propagandístico, la responsabilidad de identificar las contradicciones y/o insustancialidades de los mensajes no recae en el emisor político (sea oficialista u opositor), sino en el receptor (el ciudadano común). En uno de sus histriónicos discursos, Mussolini decía: “El hombre moderno está asombrosamente dispuesto a creer”. En el proceso comunicacional que relaciona a gobernantes con gobernados, es necesario entender el léxico utilizado por nuestras castas, caracterizado por la insustancialidad conceptual, la grandilocuencia discursiva, el presentar a la opinión personal como información, el falsear datos, el agraviar para ocultar problemas, y el pretender mimetizarse tras simbologías patrióticas y/o históricas (Patria, País), entre otras técnicas.

Dado que en la próxima reflexión se darán ejemplos del vocabulario y modismos de las castas, cabe concluir citando la frase más utilizada por políticos de todas las tendencias, que quizás inadvertidamente, explicita el fracaso o cinismo de quienes gobiernan desde hace décadas: “es necesario definir qué país queremos”.

Buenos Aires, 07 de julio 2021