Leyes para resistir

“Hacia fines del siglo XIX las burguesías gobernantes comprendieron que la exclusión del pueblo tenía grandes desventajas y la ampliación del sistema electoral, si se hacía con los controles del caso, no afectaba el desarrollo y supervivencia del sistema, sino que por el contrario lo legitimaba y legalizaba”. El texto corresponde a un artículo de Felipe Pigna, referido a la época de la creación de la Ley Sáenz Peña que instaló el voto universal, secreto y obligatorio, y los posteriores artilugios electorales de las élites gobernantes para minimizar los efectos del voto popular y continuar ejerciendo el poder. Si “siglo XIX” se reemplazara por siglo XXI, describe los objetivos de las continuas y oportunistas modificaciones e interpretaciones de las leyes electorales realizadas a partir de la reforma constitucional de 1995 (reelección de Menem), usualmente promovidas por los mismos actores que aprobaron lo que se pretende modificar. De este modo en cada elección en busca de distorsionar el poder del voto popular, surgen variantes insólitas no habituales en democracias, tales como listas sábana, listas colectoras y espejo, candidaturas simultáneas en más de una lista, candidaturas testimoniales, modificaciones en las elecciones internas, y ley de lemas. Cuando los gobiernos surgidos de estas manipulaciones fracasan, se acusa a los ciudadanos de no saber votar.

El ejemplo más claro es la Ley de Lemas, nocivo anacronismo creado en Europa hace más de cien años, y abandonado por casi todos los países. No casualmente la reactivaron caudillismos provinciales como los de Santa Cruz, San Luis y San Juan. Consiste en que un partido (lema), dirima su interna en la elección general, al albergar su lista dos o más candidatos (sublemas), y al momento del escrutinio final el que obtuvo más votos individuales, suma los obtenidos por los restantes de la lista, que eventualmente están políticamente enfrentados. El caso más reciente de este fraude electoral legalizado fue la elección de 2015 en Santa Cruz, donde Eduardo Costa de la UCR fue el individualmente más votado, pero triunfó Alicia Kirchner del Frente para la Victoria, porque sumó los votos del otro integrante de la lista, Daniel Peralta. Vale decir, triunfó con votos de quienes no la votaron.

Lo engañoso del sistema tiene una demostración concreta en la elección de gobernador en la provincia de Chubut en septiembre de 1991, porque al exigir la constitución provincial que el Poder Ejecutivo sea desempeñado “por un ciudadano con el título de gobernador, que será elegido directamente por el pueblo, a simple pluralidad de sufragios”, en caso que el sublema más votado del lema mayoritario haya obtenido menos votos que un candidato de otro lema, obligaba a un “balotage” entre ambos. El lema justicialista obtuvo 76.889 votos contra 40.929 del lema radical., arrojando una diferencia de 27.970 votos. Pero como el sublema radical tenía como único candidato al doctor Carlos Maestro, quien superó por 8.426 votos al sublema del ing. Sala, el candidato más votado dentro del lema justicialista, se realizó el “ballotage” entre ambos el 13 de octubre, a escasos 35 días de la primera elección. Pese a la diferencia original de casi 28.000 votos a favor del lema justicialista, triunfó el radical Maestro, que aumentó su caudal de votos del 32 al 53%, mientras el ing. Sala bajó del 53 al 45%, dejando en claro que una mayor cantidad de votos positivos otorgados a determinado candidato de determinado partido, configura un parámetro de legitimidad insustituible. En esa época Jujuy, Santiago del Estero y Santa Fe, que utilizaron la ley de Lemas sin “ballotage”, en sus gobiernos tuvieron graves crisis políticas por conflictos internos.

En cuanto a las PASO, creadas por Néstor Kirchner tras su derrota electoral con el empresario De Narváez, no fue concebida para competir, sino para que los perdedores quedaran inhabilitados para participar en la elección general, impidiendo picardías del peronismo, como participar de una interna, perderla, y después competir por afuera en la general. Como virtud, tienen un saludable efecto ordenador de las elecciones generales, evitando una confusa sobreoferta de candidaturas. Quienes fundamentan hoy eliminar las PASO por razones económicas utilizan el cinismo para encubrir el repetido debate terrenal criollo, centrado en las conveniencias electorales de coyuntura. Y vulneran un principio siempre vigente planteado por Aristóteles: “Acostumbrarse a cambiar las leyes con facilidad puede ser más perjudicial que los beneficios del cambio, porque eso debilita a todas las leyes”.

Buenos Aires, 05 de octubre 2022