Los pastorcitos políticos

Identificar a un sistema de gobierno bajo abstracciones tales como democracia, autocracia, derecha, izquierda, es irrelevante sino se explicitan sus estructuras institucionales, legales y operativas, para establecer la calidad del sistema y su impacto en los ciudadanos. Y para elegir cursos de acción adecuados que modifiquen situaciones críticas o dañinas, es necesario formular diagnósticos correctos en el marco de contextos veraces. Asumir entonces que desde hace décadas nos gobiernan “castas políticas” en lugar de “políticos” a secas cambian las ópticas analíticas, y permite entender la pobreza de nuestros poderes republicanos al amparo de leyes y decisiones que adoptan, claro está, las castas políticas.

Bajo el concepto de “casta o clan” se generan consecuencias concomitantes, como la de diluir a los partidos como intermediadores entre el poder y los gobernados. Los méritos no surgen de una formación política de base, sino en prácticas de nepotismo que prioriza lo familiar y círculos cercanos, menoscabando la legítima representatividad ciudadana. Por ejemplo, a Máximo Kirchner en su condición de “hijo de”, conducir el PJ de la provincia de Buenos Aires políticamente no le aporta más que la heráldica del sello, y supuestamente mayor poder para incorporar a sus adherentes en la próxima lista sábana legislativa. En este contexto, muchos de los que electoralmente se presentan como “independientes”, terminan negociando y votando en interés de las castas gobernantes, por lo que las leyes fluctúan según intereses de coyuntura, sin establecer horizontes de mediano y largo plazo (todo es excepcional o por única vez). Los traspasos entre integrantes de castas, que odian trabajar en el llano, se basan en intereses personales que concluyen con cargos bajo el brazo. Dos ejemplos relevantes son los de Sergio Massa y Ricardo Alfonsín.

Es interesante detenerse en el hecho que las estrategias comunicacionales de las “castas”, plagadas de agravios, falsedades y mediocridades, se asemejan a peleas familiares en lugar de debates serios entre políticos, por lo que predominan las referencias personales y genealógicas (Menem, Kirchner, Macri) antes que ideológicas, buscando el efectismo antes que la información. Como en toda pelea familiar cabe la reconciliación, no sorprende que quienes hoy se acusen de mafiosos, mañana integren listas electivas comunes o compartan cargos en el gobierno. Sus altisonancias verbales públicas recuerdan la fábula “Viene el lobo”. Un pastorcito para divertirse gritaba: ¡Socorro, viene el lobo y se come las ovejas! Cuando los vecinos acudían presurosos en su ayuda, el pastorcito se reía de su burla, que repetía habitualmente. Un día apareció un lobo, pero ante los gritos aterrorizados del pastorcito, creyendo una nueva burla, nadie concurrió en su ayuda y el lobo lo devoró. La moraleja de esta fábula es aplicable a nuestros políticos lenguaraces: “Nadie cree a un mentiroso, aunque diga la verdad”.

Analizada bajo esta óptica, lo discursivo adquiere una dimensión que incluye altas dosis de cinismo. Las publicitadas incongruencias entre las feroces críticas de Alberto Fernández al gobierno de Cristina Kirchner, para luego aceptar el cargo de presidente con el que lo ungiera su criticada, muestran que los conflictos entre castas no son ideológicos ni programáticos, sino de poder. Bajo esta óptica cualquier acuerdo es posible, aunque no solucionen el subdesarrollo y la pobreza creciente de los ciudadanos.

Las referencias genealógicas se destacan en las polémicas entre castas. Recientemente el nuevo Ministro de Justicia Martín Soria, en un reportaje dijo que Mauricio Macri es una repetición de su padre Franco, respecto a la relación que tenía con el Estado, la Justicia y los impuestos. Días más tarde el periodista Carlos Pagni recordaba que apenas iniciado el gobierno de Duhalde en el 2002, Carlos Soria, padre del ministro y entonces a cargo de la SIDE, en una reunión en la Casa Rosada propuso una acción distractiva para sortear la indignación de la ciudadanía por el “corralón” de ahorros implementado: “tirarle un muerto al corralito” deteniendo a Domingo Cavallo. A tal efecto tras una reunión con los jueces federales Servini de Cubría, Canicoba Corral, Urso y Bonadío, Cavallo fue detenido en Campo de Mayo por el contrabando de armas, delito por el que fuera condenado el ex presidente Menem, pese a lo cual falleció como senador. Como las castas repiten estrategias, en plena crisis del 2021 se involucran a padres con hijos en este caso, o esposos, hermanos y novias/os en otros. Si se listaran las asociaciones familiares políticas añejas hoy vigentes, la cantidad sería asombrosa. La moraleja de esta historia es que entre castas se amenazan solo para negociar impunidades, no para acordar actos de justicia.

Planteado lo discursivo, cabe reflexionar próximamente lo más grave para la sociedad, referido a cómo las castas ejercen los gobiernos.

Buenos Aires, 14 de abril 2021