Juego precios y salarios

Un juego tiene como fin proporcionar entretenimiento a los jugadores, con reglas preestablecidas. Desde hace décadas en nuestro país se practica el llamado “Precios y salarios” con la entusiasta participación de políticos, empresarios y sindicalistas, pese a que invariablemente ningún jugador arriba a la meta establecida. Para explicar a la ciudadanía este misterio, se apelará al viejo juego “batalla naval”, por su popularidad y sencillez.  

Para participar basta  que cada jugador posea un lápiz y una hoja cuadriculada con columnas verticales identificadas con números y horizontales con letras. Dentro de la cuadrícula se dibujan rectángulos que según la cantidad de casilleros contiguos que ocupen, serán portaviones, acorazados o lanchas. Cuando un jugador canta una posición (ejemplo C5), los restantes deben marcarla en su hoja, y manifestar sus consecuencias: agua, nave dañada o hundida, en caso que se haya impactado en todos los casilleros de la nave. La versión criolla adolece de un tradicional vicio: los jugadores suelen mentir, y cuando una nave es impactada, los afectados cantan “agua”. El no cumplimiento del requisito de veracidad obliga a establecer una referencia temporal para dar por terminado el juego, y comenzar a verificar daños y mentiras. Este año se adoptó el rumbo de colisión del Titanic contra un témpano de hielo ubicado en las coordenadas de octubre, mes de las elecciones nacionales. A mayores engaños de los jugadores, más firme se mantendrá la posibilidad de colisión. Esta metáfora no se aleja de la realidad; el gremio bancario cerró su paritaria del 2021 con un aumento del 29% (más otros beneficios), pero por nueve meses, o sea, hasta octubre. La elección de este juego en el que el éxito depende del azar, se debe a que los gobiernos carecen de un plan que interrelacione a todos los sectores y objetivos, por lo que los acuerdos son sin cambios estructurales e invocaciones místicas de corto plazo.  

Tras la foto de rigor, con los participantes convocados al evento expresando el deseo de no defraudar las expectativas de los espectadores argentinos, y en especial de los que “menos tienen” (esta frase la agrega la oficina de prensa), se inicia el juego con la máxima autoridad política presente, usualmente el ministro de economía, cantando con voz clara que la inflación del 2021 será del 29% (casillero D4). Al unísono y entre carcajadas, el resto de los avezados jugadores responden: agua. De inmediato se abre un fuego cruzado entre las fuerzas en pugna, para definir si ganan más quienes tienen vacas lecheras o los que venden leche envasada; quiénes comercializan ganado en pie o las carnicerías y supermercados; quiénes producen trigo, o los que venden pan en mostrador. De pronto, empresarios y sindicalistas concentran fuego en las naves estatales, preguntando cuál es el porcentaje de impuestos en los precios, y quiénes afrontan el déficit fiscal. Para evadir la encerrona, pícaramente los funcionarios ocultan ministerios, organismos inservibles y miles de asesores, entre otras mercaderías, en submarinos no declarados. El fragor del combate se intensifica, con variado tipo de objetivos: valor del dólar (E3), déficit fiscal (A7); presión impositiva (C8), grandes ganancias empresarias (F4), legislación laboral añeja (G1), subsidios varios (J4), créditos oficiales incobrables (H9), vivir con lo nuestro (L2); evasiones fiscales consentidas (R9). Ante cada impacto los jugadores afectados, impávidos, cantan “agua”. Por ejemplo, las crónicas registran que no participaron de la apertura del juego los dueños de empresas, con excepción de Madanes Quintanilla de Aluar y Teddy Karagozian del sector textil. El primero tiene como insumo básico al aluminio, que fluctúa con el dólar; el segundo representa a una industria nacional que aunque no tiene competencia de importación, tuvo aumentos superiores al 60% en la vestimenta. Seguramente, salvo que algún jugador lo desmienta, ambos cantaron “agua”.

Una vez más el resultado será inevitable: tras el voto de la ciudadanía en octubre, el Titanic argentino impactará contra el inmutable témpano. Tras la catástrofe, la aleccionadora metáfora continúa. Los escasos botes salvavidas los ocuparán las privilegiadas castas dirigentes políticas, sindicales y empresariales, las que retomarán el juego de la “batalla naval” previo a las elecciones del 2023. Por su parte muchos de los ciudadanos transportados en tercera clase bajo cubierta perecerán, y los sobrevivientes seguirán con las heladeras vacías y las parrillas sin usar.

Buenos Aires, 17 de febrero 2021