Payasadas vacunatorias

Hay dos formas de diseñar los temidos títulos de los medios de comunicación: describir sintéticamente un hecho o transcribir textualmente declaraciones. En el caso de las polémicas generadas por las “vacunas políticas VIP”, descripto el hecho, cabe detenerse en las declaraciones y actitudes. A fin de no succionar nuevamente los chupetes adormecedores de la “grieta” comercializados por las castas políticas, tales como “yo robé, pero Macri también”, o “vacunamos a los amigos, pero Larreta entregó vacunas a obras sociales privadas”, es necesario clarificar el contexto.  

El chupete más tradicional y preferido por los gobernantes en dificultades es “esta es una operación de la oposición y medios de comunicación”. Vaya novedad; los sucesos escandalosos serán aprovechados por las oposiciones de turno y resaltados por los medios de difusión. Pero lo importante es que el hecho existió. Tras lo cual desfilan estrategias discursivas exculpatorias basadas en el engaño (personal estratégico), la amenaza (calificar de payasesco el accionar judicial), o el cinismo (yo no sabía que estaba mal). El análisis sin embargo no puede partir de la indignación, que especialmente en el campo político puede ser real, simulada o sobreactuada. Es necesario encuadrar el suceso y sus implicancias partiendo de clarificar los conceptos básicos de corrupción, tipificaciones penales, ética, moral y eficacia administrativa.

Corrupción, en su raíz indo-europea significa arrebatar, alterar. Los niveles de arrebatos varían: pueden ser billeteras, vacunas, recursos públicos, vidas. Dentro de las tipificaciones penales, entre otras se mencionan el incumplimiento de deberes de funcionario público y abuso de autoridad, que algún profesor de derecho definió como “payasadas”. En cuanto la ética, que estudia la bondad o maldad de los comportamientos humanos individuales, y la moral, que analiza las costumbres de una sociedad, a diferencia de la ley, desobedecer sus normas no implica sanciones. La eficacia administrativa finalmente, debiera considerar que a nuestros representantes públicos, en especial políticos, no se les exige cumplir con los requisitos legales, éticos, morales y de formación profesional necesarios. Es sabido y confesado el desprecio por el mérito para ejercer cargos políticos, la práctica desaforada del nepotismo y amiguismo para cubrir cargos negando a la ciudadanía igualdad de oportunidades vía concursos abiertos, las prebendas legislativamente institucionalizadas, y la lucha despiadada de los más altos niveles políticos para lograr impunidad judicial.

Con estos antecedentes, el derecho a la indignación podría aceptarse inicialmente en los ciudadanos comunes carentes de privilegios, con excepción de aquéllos que aún adhieran a la teoría “roba pero hace”. No en vano se considera que en nuestro país rige desde hace décadas una corrupción que nos es circunstancial sino sistemática e institucionalizada, lo que nos inserta en un “estado de corrupción”. Por ello el análisis debiera resaltar que lo relevante del caso “vacunas VIP” no es la confesión de Verbitsky, sino que el hecho fuera promovido y ocultado por cientos de funcionarios, políticos, gremialistas y periodistas, en una complicidad recurrente para usufructuar privilegios y proteger corrupciones. Lo que hace al hecho peculiar, es que se produce en el marco de una pandemia inédita, donde compiten cara a cara la vida y la muerte.

Por ello es adecuado utilizar nuevamente como metáfora para evaluar actitudes políticas la tragedia del Titanic, que presenta tres claras y concurrentes similitudes: 1) Soberbia discursiva (en ese entonces se planteaba que el trasatlántico era insumergible); 2) impericia conductiva (se priorizó el tiempo de duración del viaje por sobre el riesgo de los icebergs); 3) exhibición de privilegios (durante el naufragio los insuficientes botes salvavidas los ocuparon los pasajeros de primera clase). En nuestra versión criolla, los escasos botes, hoy vacunas, los ocuparon muchos de nuestros políticos proclamadores de la justicia social y defensores de los que menos tienen, incumpliendo un acto elemental de verdadera solidaridad y dignidad ante una catástrofe: salvar primero a las mujeres, ancianos y niños.  

Buenos Aires, 03 de marzo 2021