Grieta: Nun o Fernández?

Nuevamente dos hechos casi simultáneos y supuestamente independientes, muestran con claridad el uso político del término “grieta”. Uno de ellos fue el discurso anual de apertura de sesiones legislativas pronunciado por el presidente Fernández, en una escenografía inédita causada por la pandemia: escasos legisladores presentes en el recinto, varios a distancia reflejados en pantallas, y ausencia de barras bullangueras. Dicha sobriedad ambiental facilitó comprobar que el mensaje no fue dirigido “al gran pueblo argentino”, respondiendo a temas de interés común de una sociedad afectada por la pandemia y sumida en una crisis económica estructural, sino a pujas entre castas políticas, muchas de ellas relacionadas con lo delictivo y la impunidad.

El hecho podría asimilarse a una representación teatral en la que los actores en el escenario (en este caso políticos), en lugar de satisfacer al público asistente (en este caso los ciudadanos), lo ignoran para enfrascarse en acusaciones y amenazas por cuestiones personales. Por ello a un año de ejercer el gobierno, salvo por algunas cifras sin datos y programas que las sustenten, el mensaje no aporta definiciones concretas para el corto plazo (año 2021), y mediano plazo (fin de mandato en el 2023). En su lugar, se realizaron explícitos y rotundos ataques a opositores, miembros del Poder Judicial y medios de opinión, bajo la atenta mirada de una de las procesadas en causas judiciales: la vicepresidenta de la Nación. Resulta evidente que no existe una grieta real que interrelacione los intereses de los actores en el escenario y los de los espectadores en la sala, a los que solo les resta la indignación por el pobre espectáculo brindado. Pero tampoco pueden existir “grietas” insalvables entre quienes conviven desde hace décadas en el escenario, sino las habituales pujas de intereses particulares que los clásicos pandilleros suelen resolver sin sutilezas, cuando plantean eliminar a un juez o fiscal que los pueden condenar, para sustituirlos por otros que les aseguren la absolución. O llegados a un punto crítico, apelar a la clásica amenaza de las novelas policiales: “si yo caigo, vos caes conmigo”.

De esta metáfora teatral, cabe rescatar a uno de los anónimos espectadores (ciudadanos), ubicados en la platea. Cinco días ante del discurso de Alberto Fernández, fallecía el abogado y politólogo argentino José Nun, secretario de Cultura de la Nación entre 2004 y 2009 (gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner), y pensador de izquierda. Su relevancia no consiste en establecer su participación en un gobierno o su ideología, sino destacar su condición de brillante pensador de los problemas argentinos y de la democracia, entre otros aspectos. En sus últimos días se dedicó a estudios centrados en una “Renta básica universal” y “Reforma fiscal progresiva”, con una claridad propositiva envidiable, imposible de encontrar en las permanentes, caóticas y oportunistas reformas impositivas de nuestros legisladores. Salvo que estemos inmersos en una masa amorfa identificada con camisas político-gremiales negras, pardas, verdes, azules, o controlemos precios y vacunemos con pecheras políticas, con pensadores políticos como Nun es impensable que existan “grietas” irracionales, sino saludables aprendizajes y debates. De su agudeza analítica se rescata la descripción que hace de los políticos criollos: “En las zonas cálidas abundan los peces voladores, que saltan casi un metro fuera del agua y planean unos 200 metros antes de volver a sumergirse. Lo hacen para huir de sus atacantes marinos. Tienen un aire de familia con el planeo de muchos de nuestros políticos. Estos lanzan ideas voladoras, que tampoco llegan demasiado lejos, pero les sirven para salir a la superficie, esquivar a sus críticos y entretener a sus seguidores”

El discurso de Fernández sin embargo, lejos de ser leído como un recurso de entretenimiento, implica una avanzada institucional desesperada cuyo resultado definirá si se mantendrá la corrupción e impunidad que desde hace décadas genera atraso y pobreza, o se verá definitivamente erradicada mediante juicios orales y públicos. Sus supuestas contradicciones y planteos de imposibles implementación no son errores discursivos, sino concordantes con el objetivo inmediato que no es el de informar, sino amenazar, asustar y confundir. En esta instancia la única “grieta” explícita y ancestral, es la que divide entre honestos y deshonestos; entre servidores públicos y apropiadores de lo público, sean políticos, legisladores, jueces, fiscales, funcionarios, sindicalistas o empresarios. Especial atención merecerán quienes se presentan como opositores, y a la hora de negociar impunidad con el poder, se transforman en aliados, independientes y otros híbridos. Por el momento no exijamos la presencia de estadistas.

Buenos Aires, 10 de marzo 2021