Entre delitos y necedades

Recientes manifestaciones formuladas por Cristina Kirchner y Elisa Carrió, muestran que la crisis económico social no posterga ombliguismos y egocentrismos políticos. Ambas protagonistas comparten perfiles: abogadas con buena formación intelectual, prolongada continuidad en el ejercicio de cargos relevantes (la vicepresidenta desde 1989 como diputada provincial en Santa Cruz, y la doctora Carrió desde 1995 como diputada nacional del Chaco), una desarrollada autoestima lindante con la soberbia, y grandilocuencias discursivas que provocan en los políticos revulsivos mentales con cruces de acusaciones. A favor de Carrió, una honestidad no puesta en discusión. Ambos planteos se relacionaron con la corrupción, sea en busca de impunidad, o ejercer la necedad invocando transparencia.  

En cuanto a la vicepresidenta, intenta afectar o invalidar causas judiciales que la involucran, en esta ocasión impugnando al fiscal y miembros del Tribunal que intervienen en el juicio oral de la causa conocida como obras de Vialidad en Santa Cruz, utilizando fotos que los muestran integrando equipos de fútbol, que desde hace años participan en torneos realizados en canchas ubicadas en terrenos de la residencia del ex presidente Macri. Lo relevante no es la validez de la impugnación a resolverse judicialmente, sino destacar dos aspectos que marcan la matriz de corrupción: 1) el uso de la hipocresía, considerando que al frente de organismos de control del Estado como la Oficina Anticorrupción (OA) y la Unidad de Información Financiera (UIF), entre otros, se designaron a quienes prestaron servicios legales a la familia Kirchner, y ya en funciones, retiraron a dichos organismos como querellantes en la causa. 2) por primera vez la sociedad puede observar cómo se realizan los aprietes judiciales en causas en las que el Estado debe juzgar a funcionarios del Estado, ya no a través de oscuros operadores o servicios de espionaje, sino a cara descubierta a través del presidente, vice, ministros y funcionarios, con ataques personalizados hacia quienes fallaron o se supone podrían fallar en contra de mantener impunidades.   

La doctora Carrió por su parte, recuerda en versión femenina al personaje del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de la novela de Stevenson, en la que una misma persona puede construir o destruir con la misma facilidad. Así es como quien ha sabido ser una eficaz investigadora en casos de corrupción, se embarcó en confusas y veladas acusaciones también personalizadas, mezclando conceptos de significados disímiles, como decencia, intereses, vínculos políticos, amistades personales, connivencias y negocios espúreos, que en lugar de clarificar crean un manto generalizado de sospechas, que paradójicamente es una táctica que usan los corruptos para coaccionar. Acorde con su personalidad, concluyó amenazando que “a partir de ahora no voy a mentir; prefiero morir”.

Ambos hechos convergen en confirmar que tanto las corrupciones económicas e institucionales, si bien difieren en sus significados, se retroalimentan. En el campo judicial, se está librando una batalla decisiva cuyo resultado definirá si se desactivan las impunidades políticas y corporativas vigentes desde hace décadas, lo cual permitiría lograr un desarrollo económico social sostenido. En el campo político, en el que las adhesiones partidarias e ideológicas nunca son definitivas, como muestran los reposicionamientos electorales cada dos años, los mensajes pocos claros mezclan decencia con las habituales pujas por el armado de las inmodificables listas sábana legislativas a las que todos quieren treparse, o a los canjes de cargos políticos como base de acuerdos, instancia que genera más pasión y enojos personales que la elaboración de programas de gobierno sólidos y compartidos.

Por ello, vista la presente crisis y las nefastas consecuencias que en el actual gobierno produjeron los oportunismos, incapacidades y loteo de áreas burocráticas, para las próximas ofertas electorales se deberá prestar especial atención a que quienes las integran reúnan los requisitos de honestidad y capacidad necesarios, y presenten programas de gobiernos racionales, detallados y cumplibles. Y en lo inmediato, exigir que los discursos que continúen invocando las palabras acuerdos o consensos, expliquen sobre qué, entre quiénes y cómo implementarlos. De este modo se evitará confundir disensos con acusaciones y probidad con necedad.

Buenos Aires, 17 de agosto 2022