Supervivencia poselectoral

En una democracia el pueblo no decide ni gobierna sino por medio de sus representantes, con alternancias en las que las continuidades deben ser de políticas virtuosas y no de castas perennes. Como la acción mecánica de votar por sí no asegura legitimidades y calidades institucionales, identificar las causas de la perdurabilidad de las dirigencias responsables será imprescindible para superar nuestra decadencia. Más aún cuando a partir del resultado electoral del 14 de noviembre y la renovación legislativa en diciembre, se adoptarán medidas traumáticas para la sociedad, que desde el rodrigazo en 1975 a la fecha presentan un patrón común: inequidad.

Por tal razón en paralelo con la campaña electoral, los ciudadanos deberán iniciar un entrenamiento de supervivencia poselectoral en busca de una situación inédita: que los aún mayores sacrificios sociales que se implementarán sean acompañados con la desactivación de todos los privilegios políticos y sus derivados. El entrenamiento tiene dos fases: 1) desarmar añejas falacias discursivas clarificando conceptos; 2) lograr consensos ciudadanos para acordar acciones democráticas y pacíficas concretas y comprensibles por todos los sectores sociales, que obliguen a cumplir con el mencionado objetivo de equidad social y esfuerzos compartidos, que por sí solas las privilegiadas castas no encararán. Para no incurrir en direccionamientos de opinión, la técnica discursiva política basada en la relación entre superiores (político pregonando) e inferiores (ciudadano aceptando), deberá reemplazarse por ámbitos de debate coordinados y sin escalones jerárquicos.

En cuanto a falacias discursivas, vale comenzar por dos frases repetidas por políticos y comunicadores para explicar resultados electorales adversos: “la sociedad tiene mala memoria”, y “fue engañada por los medios”. La excusa no es criolla, sino responde a principios propagandísticos de manejo de masas, que sintetizó Hitler en una proclama: “La inteligencia de las masas es pequeña, y grande su capacidad de olvido”. Quienes recrean estos dogmas, encuestadores incluidos, no se preocupan por establecer cómo votan empresarios e intelectuales de buena memoria, rentados y/o beneficiarios del Estado. El famoso psicólogo británico Frederik Bartlett, realizó en la década del 40 un estudio magistral, analizando desde una visión psicológica las técnicas propagandísticas de entonces, vigentes en la actualidad. Destacó que la capacidad de olvido alcanza a todos los niveles sociales, porque los pueblos priorizan avanzar hacia adelante, hacia su posible futuro. Por el contrario, son los dictadores, autócratas y conservadores del poder quienes se referencian en el pasado, y pretenden mimetizarse con símbolos y próceres. Sus discursos monocordes, repetitivos e insustanciales, hablan del pasado, no definen el futuro. Las verdades no las exponen en público, las negocian en trastiendas. Se comprende entonces la pretensión mesiánica de diversas castas, ya no de recordar u homenajear, sino interactuar y mimetizarse con San Martín, Belgrano, Bolívar, Sarmiento, y más cercano, Perón.

Ejemplos discursivos. Sin temor al ridículo, recientemente el presidente Fernández dijo en un acto: “San Martín miraba al país igual que nosotros”. La vicepresidenta Kirchner agregó la obviedad de que “la vida que queremos requiere no de uno sino de muchos períodos de gobierno”. Omitiendo explicitar el objetivo típico de las castas: “gobernando nosotros”. Por su parte Tolosa Paz, candidata del Frente de Todos en provincia de Buenos Aires, invitó a Diego Santilli, su opositor por la lista Juntos, a debatir sobre los miles de puestos de trabajo perdidos durante el macrismo; no es difícil suponer que Santilli requerirá de igual modo que Tolosa Paz explique los miles de puestos de trabajo perdidos durante la gestión del actual gobierno. Ninguno de los dos debatirá respecto a las medidas que se adoptarán a partir del próximo 10 de diciembre. Es más cómodo referirse a las “pesadas herencias recibidas” en el 2015, en el 2019, y luchar para hacerse cargo de la del 2023.

Queda claro entonces que los ciudadanos comunes sin cargos políticos, sean kirchneristas, macristas, peronistas, radicales o independientes, deberán iniciar cuanto antes los ejercicios de supervivencia poselectoral, para que al menos no les vendan una vez más salvavidas en desuso.

Buenos Aires, 25 de agosto 2021

Mensajes enlatados

Los mensajes de las castas dirigentes, en especial durante las campañas electorales, recuerdan a productos enlatados de marcas reconocidas y consumo masivo, publicitados con personajes sonrientes o sufridos que destacan sus beneficios, pero propensos a ser falsificados. Esta metáfora que nos acerca al contenido del discurso político, se transparentó con el conocimiento público de una foto que mostraba a once personas en la quinta de Olivos el 14 de julio del 2020, festejando el cumpleaños de la primera dama junto al presidente, a cuatro meses de que se decretara una cuarentena estricta por la pandemia, que se encontraba vigente.

Los mensajes deben desmenuzarse sin partir de grandilocuencias verbales que intenten convencer desde lo emocional, que es el principio de la propaganda política, sino acudiendo a lo racional. Términos como indignación y escándalo se reservarán solo para quienes perdieron familiares, amigos o trabajos durante la pandemia, no para el análisis político con vista a futuro. A tal fin, el hecho debe evaluarse solo como un detonante dentro de una secuencia. El 19 de marzo de 2019 con motivo de una imprevista pandemia, se estableció por decreto una cuarentena nacional estricta. Días más tarde y ante incumplimientos detectados, en un reportaje televisivo el presidente manifestó: “A los idiotas les digo, la Argentina de los vivos que pasan por sobre los bobos se terminó, si lo entienden bien, sino…”.  El mensaje presenta en origen aspectos semánticos concurrentes: 1) un paternalismo vulgar; 2) el agravio (idiotas); 3) la autocomplacencia (se acabó la época de los vivos); 4) la amenaza (si lo entienden bien, sino…). Este enlatado se mantuvo en el mercado durante quince meses, hasta que se constató la falsificación del mensaje/producto a través de la potencia de una imagen, como en los casos de  López con millones de dólares en un bolso, Báez con millones de dólares en una oficina, y en este caso con el cumpleaños de la primera dama en Olivos. Su difusión sumó otro factor concurrente: el concepto de igualdad entre ciudadanos no rige para las castas, y sus responsabilidades políticas y judiciales en lugar de sancionarse, se debaten entre esgrimas verbales grotescas. Tan acendrado tienen el convencimiento de impunidad, que cuando algunos de sus integrantes son condenados por corruptos, se los nominan perseguidos políticos.

Tampoco cabe el término sorpresa para juzgar el hecho, que como muchos otros, está en concordancia con políticas que crean y mantienen jubilaciones de privilegio; crean ministerios y entes inútiles para negociar adhesiones políticas; cubren cargos públicos con parientes y amigos en lugar de hacerlo por concursos que brinden igualdad de oportunidades; trabajan a tiempo completo para crear y reformular pesadas cargas impositivas disfrazadas de solidarias, patrióticas y excepcionales, y usan todos los resortes del Estado para lograr impunidad en las causas de corrupción que las enriquecieron.

Una vez más se repite la escasa calidad argumentativa del presidente, preocupante no solo por su investidura, sino porque le encanta hablar. Mediante la argumentación se intenta convencer, demostrar, justificar ante otros, sin que ninguna afirmación se imponga por sí misma, ni que asegure verdad, pues pueden ser falacias, como se denominan a las psicológicamente persuasivas pero incorrectas. El requisito es que sea coherentemente presentada, y no presente contradicciones en un plazo de horas o días. Cuando Cristina Kirchner reclamó hace dos meses que los 4.300 millones de dólares que enviará el FMI para paliar efectos de la pandemia no se destinarán a pagar deuda, y afirmar lo contrario recientemente, no representa a la máxima autoridad institucional.

También cabe un mensaje a la oposición, referido a las denuncias. No está en duda que el hecho presidencial amerita sanciones judiciales y políticas, como sucediera con políticos de otros países. Pero es evidente que en nuestro contexto ni unas ni otras serán aplicadas, y mucho menos en el corto plazo. Por lo tanto, para sostener el vulnerado principio de justicia, equidad y saneamiento institucional, es más eficaz que la oposición vuelque todos sus esfuerzos para reclamar a la Corte Suprema y al Consejo de la Magistratura el inicio de los juicios en las causas por corrupción estatal-privada que desde hace dos años tienen designados a los Tribunales Orales y jueces integrantes. Respecto a festejos en Olivos, con la información obrante, discursos del presidente y oportunismos dialécticos, el ciudadano común tiene elementos suficientes para formar su propia opinión.

Buenos Aires, 18 de agosto 2021

Chupetes retóricos

El chupete, usado en los primeros meses de lactancia cumple un rol benéfico, pero prolongado en el tiempo, causa malformaciones físicas y/o psicológicas. Los superficiales y falaces mensajes políticos que abundan en épocas electorales, ya sea en la etapa de internas entre candidatos que compiten dentro de una misma coalición, en la que predomina la individualidad, o en las generales, que se ajustan a estrategias comunicacionales masivas planificadas, actúan como chupetes verbales con consecuencias igualmente dañinas: pobreza, desempleo, desaliento, corrupción.

Para evitar estos perjuicios originados en los mensajes y discursos de las castas políticas, los mismos deberán procesarse con razonamientos críticos y simples, evitando el chupeteo irracional. Por ejemplo, comprender que la engañosa frase/chupete “pesada herencia recibida”, empleada en cambios de gobiernos de distinto signo, debería sustituirse por “obligaciones transferidas”, dado que en una democracia existen continuidades institucionales y administrativas, en las que oficialismos y oposiciones de turno participan con distintos grados de responsabilidad, por lo que unos y otros están en posesión de los datos de base necesarios para comprometer un programa nacional para conducir al país. No en vano en la presente campaña electoral y en plena crisis económica y social, varios dirigentes adelantaron sus deseos de candidatearse como presidente para recibir “la pesada herencia” en el 2023, cosa que no debiera sorprender, porque las herencias públicas gravosas no las afrontan los privilegios políticos, sino los ciudadanos comunes. Si bien la aparente solidez de nuestras castas (léase solidez de castas, no de coaliciones), no hace suponer la aparición de figuras por fuera de estructuras partidarias tradicionales, como sucediera en Chile y Perú, se debería tener presente que las caídas violentas de castas monárquicas y autocráticas ancestrales, como en las revoluciones francesa y bolchevique, entonces sin redes sociales ni trolls, se produjeron por un factor presente en nuestro país: el hambre del pueblo.

Ingresados en la campaña, cabe comenzar con frases de candidatos opositores, que tienen internas atractivas, mientras el oficialismo a mitad de su mandato, intenta reformular el eslogan “Macri, Macri, Macri”. El candidato radical Facundo Manes, en sus primeras declaraciones en la interna bonaerense de Juntos, también mencionó a Macri: “Yo no pertenecí al gobierno de Macri y Vidal”. Lo cual es sabido, como lo es también que se incorporó a la coalición a la que pertenecen los mencionados, en lugar de hacerlo en la coalición gobernante, que integran veteranos políticos de origen radical, como Zamora, Moreau y Ricardo Alfonsín, entre otros. La hibridez discursiva se incrementó cuando Manes expresó que “Cambiemos debería hacer una autocrítica”. Las autocríticas políticas, tanto de Cambiemos o Frente de Todos, se deben reflejar en programas públicos de gobierno virtuosos, coherentes y sostenibles en el mediano y largo plazo, impulsados legislativamente. Caso contrario, parecieran actos mecánicos similares a usar el chupete para que los bebés (los ciudadanos en este caso) dejen de llorar. La propaganda política en una democracia, tenga o no líderes excluyentes, debe priorizar la coherencia de la estructura grupal de apoyo a quienes conducen (racionalidad), por sobre la imagen individual o la frase mágica (emocionalidad, insustancialidad), como si los candidatos y las Coaliciones fueran productos comerciales.

Aporta a este análisis Margarita Stolbizer, que cuando se la consultó respecto a compartir lista con el ex intendente Jesús Cariglino en la interna bonaerense de Juntos, respondió: “No sabía que Cariglino iba a estar en la lista”. Esta confesión merece una aclaración más didáctica. Hasta minutos antes del cierre de presentación, las listas de candidatos sufren modificaciones producto de negociaciones entre diversas mini castas. Por lo que la preocupación de cada candidato no es ver quienes los acompañan o formular consideraciones éticas, sino pelear por una ubicación expectable para ingresar como legislador, trámite que incluye en muchos casos, negociar simultáneamente con otros espacios políticos.   

Los mensajes/chupetes analizados (herencia recibida, autocríticas, yo no tuve que ver, yo no sabía), por ser excusas atemporales usadas por las oportunistas castas políticas, no difieren según las formulen oficialistas u opositores.  Próximamente, se plantearán matices entre unos y otros.  

Buenos Aires, 11 de agosto 2021

Riñas entre castas

Los debates y mensajes cruzados entre las castas políticas se asemejan a riñas familiares, producto de la liquidez institucional y programática causada por expresiones partidarias carentes de identidad sostenible en el tiempo y de líderes excluyentes, que son reemplazadas por coaliciones híbridas con rasgos nepotistas y candidaturas oportunistas, cuyos objetivos son los de obtener y conservar poder. Las adhesiones políticas circunstanciales se obtienen negociando cargos y privilegios, provocando un crecimiento desmesurado de estructuras estatales ineficientes y gravosas.  

Los debates, que a diferencia de la propaganda masiva unidireccional (del emisor a las masas receptoras), son multidireccionales con réplicas y contraréplicas, en lugar de basarse en argumentar en favor de proyectos nacionales superadores, nos sumergen en un patético espectáculo público de frivolidades, acusaciones y escasas verdades. De allí la necesidad de que los ciudadanos desarrollen sus propios análisis críticos, porque en el futuro inmediato los cambios surgirán de las presiones sociales (corrupción, educación, salud), y no de viejos actores políticos. Para ello el objetivo será detectar engaños u omisiones de campaña con efectos nocivos a futuro, obviando los antecedentes de contradicciones y falacias de muchos políticos, ampliamente conocidos por la didáctica tarea cumplida por los medios de comunicación. Asumiendo que lo peculiar de las castas políticas no reside en sus “grietas”, sino en sus similares estrategias discursivas, muchas veces sustentadas en el cinismo (mentir para defender acciones condenables u ocultar intereses sin sentir culpabilidad). En este juego dialéctico, el que gobierna deberá ser juzgado por su gestión, y la oposición por su responsabilidad de presentar alternativas superadoras unívocas, factibles y veraces.

Cabe comenzar con los mensajes del presidente Alberto Fernández, por ser la máxima autoridad institucional y comunicacional. Sus publicitadas y replicadas declaraciones y conductas contradictorias pasadas y presentes, si bien no difieren de las de Cristina Kirchner, Massa o Solá, entre muchos otros tradicionales políticos, sorprenden por su escasa capacidad argumentativa, considerando su actuación como docente en derecho y tradicional declarante en medios públicos. En cuanto a mencionarlo peyorativamente respecto al manejo del poder, se está obviando una novedad institucional inédita: por primera vez la gestión de gobierno no se asociará a una individualidad (Menem, Kirchner o Macri), sino al binomio Alberto Fernández-Cristina Kirchner, dado el innegable rol de la vicepresidenta en la toma de decisiones. Hecho que además desactiva el mito de la poderosa y mágica lapicera presidencial.

Respecto a la oposición, se destaca el neurólogo Facundo Manes, primer candidato a diputado en la interna de “Juntos” en la provincia de Buenos Aires. La intención marketinera de asociarlo con renovación por no provenir de la política, presenta una contradicción que se replica en el “Frente de Todos”: ocupar el primer lugar en una lista legislativa, es por decisión de viejos patriarcas políticos. Decisión que presenta dos riesgos: que la nueva figura actúe según objetivos no renovadores de dichos patriarcas (engaño al votante), o que en base a su fama lo haga según su criterio (riesgo de incoherencia grupal). En sus primeras declaraciones, paradójicamente Manes impactó en el cerebro de veteranos jefes de su coalición, generando un descontrol emocional en cadena. Tras confesar que quiere ser presidente en el 2023, reclamó “que no se usen los impuestos porteños en la campaña electoral” (mensaje dirigido a Rodríguez Larreta, que también quiere ser presidente), y comentó que Elisa Carrió años atrás le había ofrecido acompañarla como vicepresidente, lo que fuera desmentido por Carrió, tildándolo de mentiroso. Si algo faltaba, desde Jujuy el gobernador radical, lavagnista, massista y albertista Gerardo Morales, que también quiere ser presidente bajo el eslogan usado por Alberto Fernández contra Cambiemos “no haría un gobierno de Ceos”, acusó a Larreta de atacar a Manes.

Estas frases y hechos permiten que ciudadanos ajenos a castas políticas inicien el ejercicio reflexivo, en este caso para detectar si Manes se lanzó al debate solo, o está cumpliendo con un libreto que le entregaron viejos patriarcas.     

Buenos Aires, 04 de agosto 2021

Mitos, mentiras y verdades

El cierre de listas legislativas el pasado sábado 24, repitió la escenografía de diversos integrantes de castas políticas pujando fervorosamente por incorporarse a las listas sábanas de legisladores nacionales, provinciales y municipales, en ubicaciones que les permitan concretar sus ambiciones aún en condición de minoría. Obviando debates programáticos, los patriarcas de castas priorizaron la inclusión de familiares directos, amigos de confianza, algunas figuras taquilleras que simulen renovación, y eventualmente premiar a quienes elegidos como “tercera vía”, terminaron adhiriendo al oficialismo con sus votos.

Hasta la elección general del 14 de noviembre, se mantendrán las pujas de poder y privilegios por sobre las urgencias económico-sociales de la población. En contraposición, para el ciudadano este período debería ser óptimo para detectar falacias y contradicciones de los mensajes que se emitirán a través de la propaganda masiva planificada y el discurso político individual. No es difícil si se explicitan principios de una propaganda política masiva. Sus instrumentos (imágenes, discursos, eslogans), deben tener una simplicidad de identidad que permita sea entendida por todos los sectores sociales y educativos. Al respecto Maquiavelo distinguía entre tres cerebros: “el primero discierne por sí; el segundo entiende lo que los otros disciernen, y el tercero no entiende ni discierne lo que otros disciernen”. En la propaganda política moderna los mensajes se dirigen a los tres cerebros simultáneamente, por lo que deben ser simples, muchas veces hasta infantiles. Su complejidad reside en el diseño, que incluye elementos psicológicos y sociológicos, para que actúen sobre la parte emocional de los cerebros, no sobre la racional. Por ello el uso de terminologías basadas en símbolos o conceptos virtuosos, tales como Patria, Justicia, Unión, Juntos, Todos. Otro aspecto a considerar es la instalación de temas, siempre con simplicidad. Es habitual ver manifestantes portando carteles con “No pagar al FMI con hambre”, sin saber porque pagar deudas implica hambre. Pero no se observa tal confluencia y convicción para portar carteles que digan “Basta de corrupción”, pese a que ambos mensajes tienen directa relación. El cerebro menos privilegiado recepta emocionalmente la relación FMI-hambre por su histórica repetición, pero no comprende el término “corrupción” y sus efectos, porque a la política no le interesa instalarlo, sino mantenerla y facilitar impunidades. No en vano este mensaje lo encabezan solo los autoconvocados. A lo expresado se agrega un segundo elemento complementario invalorable, que es el de identificar a los emisores de la propaganda política, sus antecedentes y contexto social, que en este caso son tradicionales y privilegiadas castas políticas insertas en el marco de un pobre sistema institucional.

Con este conocimiento previo, los sortilegios habituales de la propaganda política, basados en mitos, mentiras y verdades, serán más fácilmente detectables. Los mitos son narraciones ancestrales con explicaciones prodigiosas, que con el tiempo adquieren carácter de verdad (algunos lo llaman relato). Las falacias son razonamientos engañosos con apariencia de verdad, que si se las formula  con el fin de engañar, se llaman mentiras. Las verdades surgen de la plena coincidencia entre afirmaciones y hechos.

Sirve como metáfora para que los ciudadanos comunes encaren por sí mismos el ejercicio de detectar mitos, falacias y verdades en los mensajes políticos, un cuento infantil del danés Andersen. A un rey frívolo y preocupado por su vestuario, dos estafadores que simularon ser sastres le vendieron lujosas prendas inexistentes, que según afirmaban tenían la capacidad de ser invisibles para los estúpidos e incapaces. Para no ser considerados como tales, todos en la Corte, incluido el rey, alababan dichos trajes. Para asistir a un desfile los estafadores simularon vestir al rey con uno de ellos, siendo vitoreado por el pueblo, que conocía el sortilegio. Hasta que un niño gritó: el rey va desnudo!

Concluyamos con dos ejercicios preliminares: 1) La supuesta precariedad salarial de los legisladores expresada por la diputada Vallejos, “los diputados argentinos tenemos el salario mucho más bajo de toda la región. Casi que da vergüenza”, se desnudó inconsistente con la desesperación para integrar listas legislativas (verdades). 2) La ministra Vizzotti, tras un año de polémicas y ocultismos, anunció esta semana un acuerdo con el laboratorio norteamericano Pfizer para la provisión en este año de 20 millones de dosis. En este caso, vistos los antecedentes y anunciarse en campaña electoral, el tiempo constatará si el anuncio pertenece a los mitos o a las verdades.

Buenos Aires, 28 de julio 2021

Magnicidios verbales

El magnicidio de personajes políticos o religiosos relevantes, sirve como metáfora para explicar las voces que dan por cerrados los liderazgos y ciclos políticos de ex presidentes, una vez derrotados electoralmente. Muchas de ellas son de justicialistas que afirman nunca haber sido menemistas, o radicales que juran no haber colaborado con la caída de De la Rúa. Por su plena vigencia, cabe reflexionar sobre los casos de Cristina Kirchner y Mauricio Macri, sometidos a planteos que repiten intentos jubilatorios anticipados.

Profundizar acerca de esta práctica puede arrojar enseñanzas. Quienes practican los magnicidios verbales suelen obviar sus responsabilidades en los gobiernos que critican, y lograr objetivos propios vía renunciamientos ajenos. No cualquiera crea agrupaciones políticas consolidadas en el tiempo, ejerce la máxima responsabilidad ejecutiva, y mantiene un importante caudal de votantes propios. En tal sentido, la actual coalición gobernante nacida bajo la frase “con Cristina sola no se gana; pero sin ella tampoco”, permite dos conclusiones: 1) las alianzas basadas en acumular agrupaciones irrelevantes solo para ganar, no sirven para gobernar; 2) quien pese a su mayor caudal de votos no puede liderar, y debe asociarse a dirigentes utilitarios y mediocres para alcanzar el poder, como señalara Natalio Botana, deja de ser líder para transformarse en un jefe potencialmente vulnerable y pendiente de traiciones. Estas anomias se manifiestan cada dos años en el armado de listas legislativas, que semejan al cierre del libro de pases en el fútbol. Muchas adhesiones dependen de cargos públicos, y no de compromisos programáticos explícitos y concretos ante los ciudadanos.  

La desaparición de líderes genuinos o estadistas en sistemas democráticos, no debiera preocupar si se poseen estructuras institucionales virtuosas y sólidas. Ni siquiera hay líderes en Cuba, Venezuela y Nicaragua, sino personajes hereditarios sostenidos por costosos aparatos militares y de seguridad represivos. Tampoco existen en China y Rusia líderes excluyentes, sino quienes encabezan sistemas milenarios de poder concentrado, (emperadores y zares hasta hace un siglo), que poseen un ancestral sustrato cultural que les permite insertarse en variantes capitalistas, con exitosos desarrollos científicos y tecnológicos.

Las coaliciones por su parte, son válidas siempre y cuando se conformen con partidos perdurables y coherentes, como en algunos parlamentarismos europeos (caso Alemania). En nuestro país, por el contrario, al diluirse las identidades del justicialismo y el radicalismo como partidos unívocos en lo programático y con extensión territorial, deben asociarse con agrupaciones minoritarias o testimoniales de actividad nula que se mantienen en estado de hibernación hasta las instancias electorales, para que sus armadores negocien con las castas principales cargos y privilegios, configurando coaliciones inestables y carentes de programas de gobierno explícitos. A lo que se suma absurdos permitidos, como que legisladores ingresados en listas presuntamente opositoras, una vez en ejercicio del cargo las abandonen, y armen bloques “independientes” para negociar nuevas prebendas con el poder. O que procesados por corrupción en y en contra el Estado puedan ejercer cargos públicos relevantes. En esta liquidez política, ni siquiera el comunismo asoma como riesgo, pues nuestros revolucionarios y defensores del pueblo operan desde Puerto Madero, Recoleta y lujosos barrios cerrados. Este es el principal problema argentino, avalado e irresuelto por las castas gobernantes.

Ante la ostensible mediocridad política existente desde hace décadas, es razonable pensar que todo acuerdo y/o consenso que excluyendo impunidades judiciales permitan cambios estructurales con trascendencia a futuro, deben encabezarlo Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Ambos ejercieron la máxima responsabilidad institucional, mantienen el mayor caudal de votos, y simbolizan las diferencias llamadas “grietas”. Aunque pareciera irrealizable, históricamente los acuerdos trascendentes en la guerra o en la paz se legitiman suscritos por los reales jefes de los bandos enfrentados, no por los oportunistas o timoratos que quieren reemplazarlos. No es tiempo de entretener a la sociedad con híbridos y falaces debates ideológicos ante el peligro que nos acecha: el caos.

Buenos Aires, 21 de julio 2021

Lenguaje de castas

Tras definir como castas a las dirigencias políticas y corporativas responsables de nuestra decadencia, para explicar su prolongada permanencia  es necesario conocer los instrumentos que utilizan. Ya se mencionó el sistema electoral, armado para limitar el derecho ciudadano a elegir a sus representantes, e internamente condicionar todo intento de renovación política que exceda a la decisión de los jefes de castas. Cabe ahora analizar el discurso político que conecta al poder público con los ciudadanos, no desde la prediseñada masividad de la propaganda, sino desde la singularidad de las expresiones personales. Para ello se adjunta un listado cronológico de frases públicas con sus autores y fechas, para plantearse dos interrogantes: 1) muestran diferencias conceptuales a través del tiempo?; 2) priorizan esclarecer a la sociedad o a las pujas entre castas?

Históricas

“Hay que pasar el invierno” (ministro Alvaro Alsogaray; crisis 1959)

“Hay que sincerar la economía” (ministro Celestino Rodrigo; crisis 1975)

“El que apuesta al dólar pierde” (ministro Lorenzo Sigault; crisis 1981)

“El que depositó dólares recibirá dólares” (presidente Duhalde; crisis 2001/02)

“Primero tenemos que plantearnos el país que queremos” (frase universal de las castas cuando se les pide propuestas concretas)

“Hay que ponerle plata en el bolsillo a la gente” (frase universal de las castas gobernantes durante procesos electorales)

“Vengo a pedir perdón de parte del Estado argentino por la vergüenza de haber callado por veinte años de democracia tantas atrocidades” (Néstor Kirchner el 24 de marzo de 2004). Posdata: perdón Raúl Alfonsín.

Actuales

“Derrotar a la inflación es fácil” (Mauricio Macri en campaña electoral 2015)

“Hay cosas que dan vergüenza del gobierno de Cristina, pero más de Macri” (Felipe Solá; febrero 2019)

“Que Cristina vuelva, pero sin chorros” (Juan Grabois; marzo 2019)

“Si deja Cambiemos, podemos sumar a Lousteau a gran frente contra Larreta” (Mariano Recalde; abril 2019)

“El dólar está totalmente subvaluado” (Alberto Fernández; julio 2019)

“Macri provocó la devaluación” (sindicalista bancario Palazzo; agosto 2019)

“Mauricio Macri tenía un componente mafioso por sus ancestros calabreses” (Cristina Kirchner desde Cuba, marzo 2020)

“Prefiero diez por ciento más de pobres y no cien mil muertos en la Argentina” (Alberto Fernández, reportaje del periodista Fontevecchia; abril 2020)

“La actual conformación de la Corte Suprema está agotada” (Leopoldo Moreau; mayo 2020)

“Lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años” (Alberto Fernández; septiembre 2020)

“Veo a Alberto Fernández “grogui” como De la Rúa o yo” (Eduardo Duhalde; septiembre 2020)

“El cepo es sintonía de desequilibrios. No venimos a aguantar, sino a tranquilizar la economía” (ministro Martín Guzmán; septiembre 2020)

“A Bullrich le conozco todas las caras, no puede especular conmigo” (Elisa Carrió; junio 2021)

Tras este breve ejercicio para entender el lenguaje de las castas políticas, vale un consejo del escritor Ray Bradbury acorde a las circunstancias: “Apaguen todo. Patrullen la casa para desconectar los enchufes de la televisión, la radio, el fax y la computadora. Vayan a sentarse al porche con un vaso de vodka con limón, una libreta, un lápiz, y piensen de verdad”

Buenos Aires, 14 de julio 2021

Castas sólidas e ideas líquidas

En su obra “La política” Aristóteles expresaba: “Si los primeros Estados han sido sometidos a los reyes, y si las grandes naciones lo están aún, es porque todos se han formado de elementos habituados a la autoridad real”. Si bien este pensamiento pareciera extemporáneo, es aplicable a dictaduras, feudalismos y autocracias actuales. En nuestro país más de una generación se desenvolvió habituada a los mismos políticos, empresarios y sindicalistas que sumergieron al país en el atraso y la pobreza.  

Esta continuidad hace suponer que las transformaciones no surgirán desde las cúspides de poder, sino de consensos ciudadanos de base sin artificiales grietas. Esa intención nunca plasmada en acciones concretas deberá iniciarse cuanto antes, pues la ya grave situación económico-social del país se verá agravada en el corto plazo. Lejos de ser una predicción alarmista, es una realidad reconocida públicamente por los propios actores políticos, empresarios y sindicales, cuando fijan como fecha para redefinir las vigentes políticas de contención de tarifas, congelamiento parcial de precios, valor del dólar mantenido con costosas intervenciones del Banco Central, renovación permanente de acuerdos paritarios, prórrogas de prohibición de despidos a privados, entre otras medidas, todo ello sin realizar desembolsos relevantes de pagos de deudas externas e internas, al acto eleccionario del próximo 14 de noviembre. Es ante este panorama inevitable de agravamiento de la crisis, que la ciudadanía, en un marco democrático, deberá impulsar cambios profundos que las castas que la provocaron no realizarán, porque sus pretendidas ideologías son líquidas, mientras sus objetivos son conservadores. Por lo que la llamada “clase política”, como se denominan a quienes ejercen al rol de representación democrática de modo circunstancial, ha sido sustituida por “castas políticas”, que caracterizan a quienes perduran en base a linajes que comparten privilegios y nepotismos, apoyados en un sistema electoral limitante del derecho ciudadano a elegir.

Para lograr consensos entre ciudadanos carentes de instituciones de calidad que les permitan intermediar con el poder, previamente se deberá detectar las falacias conceptuales, discursivas y de políticas públicas aplicadas desde hace más de tres décadas, partiendo del derecho a la información en su saludable diversidad, para procesarla en cuanto a racionalidad y veracidad. No es fácil, porque las castas apelan al secretismo y desinformación. En cuanto al derecho de convocarse para peticionar, si bien se mostró coyunturalmente eficaz en temas como frenar intentos políticos de desactivar causas de corrupción, o recientemente ampliar a otros laboratorios las posibilidades de adquirir vacunas contra el Covid, los reclamos deberán ser consistentes, coordinados y sustentables, para evitar que se repita el emocional “que se vayan todos” en la crisis 2001-2002, que concluyó en que se quedaran casi todos.

En cuanto a lo discursivo y propagandístico, la responsabilidad de identificar las contradicciones y/o insustancialidades de los mensajes no recae en el emisor político (sea oficialista u opositor), sino en el receptor (el ciudadano común). En uno de sus histriónicos discursos, Mussolini decía: “El hombre moderno está asombrosamente dispuesto a creer”. En el proceso comunicacional que relaciona a gobernantes con gobernados, es necesario entender el léxico utilizado por nuestras castas, caracterizado por la insustancialidad conceptual, la grandilocuencia discursiva, el presentar a la opinión personal como información, el falsear datos, el agraviar para ocultar problemas, y el pretender mimetizarse tras simbologías patrióticas y/o históricas (Patria, País), entre otras técnicas.

Dado que en la próxima reflexión se darán ejemplos del vocabulario y modismos de las castas, cabe concluir citando la frase más utilizada por políticos de todas las tendencias, que quizás inadvertidamente, explicita el fracaso o cinismo de quienes gobiernan desde hace décadas: “es necesario definir qué país queremos”.

Buenos Aires, 07 de julio 2021

La indignación de Vallejos

El próximo 24 de julio vencerá el plazo de presentación de candidaturas para renovar 128 diputados y 24 senadores, a través de las inamovibles listas cerradas o sábanas. Durante esta etapa bianual, en la que el ciudadano podrá observar los comportamientos y expresiones individuales de nuestras castas políticas, pujarán con fervor para acceder a una banca quienes desean renovarla (todos), y quienes pretenden acceder a dicho privilegio (muchos). Las listas, cual marquesina teatral, podrán incluir alguna figura popular, mientras repetidos políticos temerosos de dejar de pertenecer al mundo de los privilegios, resucitarán a las apuradas la fracasada tercera opción o vía del medio. Vencido el plazo y retirados del campo de batalla los postergados y resentidos, lo individual dará paso a lo grupal, retomándose la “grieta” discursiva que proclama virtudes propias y destaca vicios de opositores.   

Esta ansiedad generalizada por ser legislador contrasta con la reciente indignación pública manifestada en un tuit por la diputada Fernanda Vallejos en cuanto a las dietas, ante las críticas provocadas por el aumento del 40% otorgado por Cristina Kirchner y Sergio Massa a los legisladores y trabajadores del Congreso, a tan solo seis meses de que aprobaran una inflación del 29% en el presupuesto 2021. Señaló la diputada Vallejos que “los diputados argentinos tenemos el salario más bajo (mucho más) de toda la región. Casi que da vergüenza. Los de Juntos por el Cambio no están por esa plata. ¡Por favor! Ellos son todos ricos. Están porque capturando el Estado garantizan los verdaderos negocios del poder económico, al que responden”, y criticó “que un CEO de cualquier empresa gane más que un representante de la voluntad popular”.

En el marco de una situación económica-social crítica y de deterioro creciente, su opinión es relevante debido a su formación profesional (es economista) y pertenecer a una nueva generación política, por lo cual la convicción que transmite transparenta la disociación de las castas políticas con la sociedad que dicen representar. Analicemos sus indignaciones.

1.- “Diputados argentinos tienen los salarios más bajos de la región”. En la relación institución-desarrollo social, omite decir que nuestro país tiene los indicadores de inflación, pobreza y desocupación no solo mucho más altos en la región, sino en el mundo. Básicamente producto de ineficacias legislativas asociadas el poder ejecutivo, con leyes oportunistas, confusas y cambiantes.  

2.- “Los diputados de Juntos por el Cambio no están por esa plata. Ellos son todos ricos. Están en la legislatura para garantizar los verdaderos negocios del poder económico”. Cabe recordar que su coalición gobernante tiene mayoría en ambas Cámaras, en las que también existen “ricos”, comenzando por su líder Cristina Kirchner, su hijo Máximo y Mendiguren, entre otros. Ni hablar si a esta categorización agregamos gobernadores y sindicalistas. En cuanto a negocios del poder económico, la diputada Vallejos debiera reparar en la aprobación de leyes que licúan enormes deudas impositivas de empresarios procesados, o permiten adquisiciones y/o fusiones de empresas en base a refinanciaciones ruinosas de deudas con el Estado. Para saquear recursos públicos se asocian funcionarios, empresarios y testaferros sin prejuicios ideológicos, lo que explica la persistencia para hacer caer las causas judiciales por corrupción que involucran a políticos y empresarios asociados.

3.- “Indigna que un CEO de cualquier empresa gane más que un representante de la voluntad popular”. Respecto a la dieta actual de$ 240.711 brutos, más gastos de movilidad y desarraigo, se omite mencionar lo más grave: un legislador no tiene la obligación de asistencia al trabajo, ni de entender o presentar proyectos. Se le otorgan más de diez “asesores” a su elección, usualmente familiares, amigos y recomendados, que tampoco tienen obligación de asistencia, y solo cumplen tareas de apoyo en la carrera política del legislador. En algunos casos, legisladores autoproclamados como “independientes”, agregan beneficios negociando sus votos. Un CEO, con menores privilegios y más salario (es verdad), si no satisface el afán de lucro de quien lo emplea, o la empresa quiebra por mala praxis o políticas públicas erráticas, termina en la calle. Un legislador, aunque no trabaje o carezca de capacidad no corre ningún riesgo. En cuanto a la voluntad popular, cabe recordar que se ingresa por lista sábana, no por elección individual del votante.

Quizás la diputada Vallejos entienda ahora porque existen tantas tensiones en el armado de las listas legislativas, ante el temor de muchos políticos de dejar de pertenecer a las castas privilegiadas y tener que conseguir trabajo en el llano.

Buenos Aires, 30 de junio 2021

Secretismo no es confidencialidad

Tras la irrupción de la pandemia, el gobierno mostró una tranquilizante racionalidad comunicacional, a través de conferencias de prensa quincenales que compartían de modo ameno Alberto Fernández, Rodríguez Larreta y Axel Kicillof. La estrategia inicial consistió en una cuarentena estricta durante la cual incrementar el número de camas de terapia intensiva, y evaluar los avances que países desarrollados y grandes laboratorios tenían en la búsqueda de vacunas contra el virus. Pero las castas políticas, más acostumbradas a las pullas entre sus miembros que a pensar en el bien común, en poco tiempo abandonaron la racionalidad para dar lugar a su habitual mediocridad.

El primer mojón discursivo lo produjo el presidente cuando planteó a la vida y a la economía como opciones, no como preocupaciones simultáneas. Más aún en una sociedad en la que coexisten quienes cobran salario aunque no trabajen, con los que no comen sino trabajan. En plena pandemia comenzaron a surgir acciones políticas sectoriales y descoordinadas, tales como intentos de expropiaciones y usurpaciones, impunidad judicial, afectación unilateral de coparticipaciones, y tras la aparición de las primeras vacunas, gestiones de compras que mimetizaban intereses de funcionarios con empresarios. Es en este contexto que debe analizarse el discurso político, que en lugar de informar a los ciudadanos la dinámica que interrelaciona laboratorios, provisión de vacunas, logística de traslado y aplicación, evaluación de resultados y evolución de la pandemia, transparentó la ausencia de una conducción unificada y confiable, que aunara lo operativo con lo científico a través de la comisión oficial de infectólogos, que extrañamente no incluía a la Anmat, organismo que debe aprobar las vacunas. Pese a lo cual, el gobierno intentó hacer recaer en periodistas y opositores las dudas generadas por la natural multiplicidad de opiniones científicas y políticas respecto a pandemia y vacunas, en las que coexistían conocimiento, hipótesis y necedad. Por ejemplo, funcionarios del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires, sin ningún fundamento ni apoyo científico, expresaron que no era necesario que la segunda dosis de la vacuna Sputnik se aplique dentro de las doce semanas como fuera originalmente anunciado. De tal modo, lo discursivo ingresó en la bruma de la confusión, ocultamiento y estupidez, generando inquietud e interrogantes no clarificados.

En un viaje reciente, la ministra de Salud Vizzotti verificó en México la entrega de vacunas AstraZeneca, y firmó en Cuba un contrato por provisión de vacunas que se producirían en dicho país, sobre el cual no se explayó aduciendo “confidencialidad”. Concepto aplicable al campo privado (confesión, médico, periodismo), pero no a lo público, que en casos extremos aplica el término “reservado”. Dicho lo cual, no se comprenden las razones por las cuales dicha “confidencialidad” impida informar a la sociedad el tipo de vacuna cubana, etapa en desarrollo, cantidades ofrecidas, entregas estimadas y contraprestaciones establecidas. Tampoco Vizzotti informó porque dicho viaje excluyó al vecino Estados Unidos para establecer contactos directos con los laboratorios de Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson. Ello nos recuerda que también se desconoce a quienes en el gobierno tienen las atribuciones para concentrar todo lo atinente al manejo de la pandemia desde lo comunicacional, contractual, gestión ante proveedores y planificación logística. Tal omisión hace sospechar que la mentada confidencialidad, en realidad encubre secretismo, que caracteriza a los burócratas que se niegan a informar asuntos públicos, habitual en dictaduras, autocracias o gobiernos poco democráticos. Esta situación facilita mensajes políticos falaces, oscurantistas e incluso delirantes, sin que la oposición aporte claridad al respecto. Sirvan los siguientes ejemplos.

“Pfizer me ponía en una situación muy violenta por exigencias” (presidente Fernández) “Las vacunas Pfizer no nos hacen falta; además son de logística complicada” (diputada Mara Brawer) “Es mentira que Pfizer haya comprometido 13,2 millones de dosis” (presidente de la Comisión de Salud, diputado Pablo Yedlin). “Pfizer exigió como garantía hielos continentales” (Jorge Rachid, médico asesor del gobernador Kicillof). “Según información periodística Perú y Brasil tuvieron que conceder sus recursos naturales a Pfizer. Aunque no conozco los contratos, sé que fueron muy complicados” (diputada Cecilia Moreau). “No compramos las vacunas Pfizer porque son caras” (jefe de gabinete Cafiero). La ausencia de verdad ante la ciudadanía forma parte del secretismo, con el que colabora muchas veces la impericia de la oposición. No es casual, tras quince meses de pandemia, que solo se mantenga clara la instrucción de usar barbijo, lavarse las manos y mantener distanciamiento.

Buenos Aires, 23 de junio 2021