La AFI no existe

A la espera de que se conozca y debatan las condiciones del posible acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que se mantienen en el campo de los fenómenos parasicológicos como la telepatía y clarividencia, mientras entusiastas médiums aventuran cómo votará cada legislador lo que no conoce, es oportuno concentrase en las imprescindibles reformas institucionales a encarar localmente para revertir la decadencia argentina.  

Cabe mencionar a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), a cargo del Sistema de Inteligencia Nacional, que pese a ser catalogada como foco de corrupción política, se mantiene inmutable. Sus fracasos en las tareas de inteligencia y contrainteligencia en cuanto a cumplir su misión de obtener, sistematizar y analizar información específica de “hechos, amenazas, riesgos y conflictos que afecten la seguridad exterior e interior de la Nación” (art. 2°, inciso 1, ley 25.520), quedaron expuestos en casos como los de los atentados a la embajada de Israel y la AMIA; la presencia no detectada de un iraní reclamado por Interpol sospechado de planificarlos, en la reciente jura del presidente nicaragüense Ortega; la muerte del fiscal Nisman, y la detección de carteles internacionales del narcotráfico en el país. Por el contrario, las causas judiciales de los últimos años que involucran al organismo, confirma que su accionar se remite exclusivamente a burdos espionajes locales, cuyos objetivos ajenos a la seguridad exterior e interior, son los de lucrar con información y/o mantener impunidades en casos de corrupción. Esta falta de profesionalidad no debiera sorprender considerando que al frente del organismo se ubican conducciones políticas circunstanciales carentes de toda formación específica, como indican las designaciones de Parrilli, Pocino, Tailhade, Mena, Arribas, Magdalani y actualmente Caamaño, quien llevó a su clímax un absurdo que no reconoce antecedentes en los organismos de inteligencia del mundo desarrollado y subdesarrollado, respecto a que las investigaciones de posibles delitos internos de espías sean derivadas a la justicia sin verificaciones previas que confirmen veracidad de los hechos ni se adjunten pruebas concretas.

Este amateurismo de las últimas conducciones, en especial de la actual intervención, produjo por el absurdo un efecto no deseado saludable para reformular a la AFI. Desde el caso Nisman en el 2015 (juez Ercolini), y el reciente caso Gestapo en el 2022 (juez Kreplak), la AFI, sus directivos, personal y asociados, se encuentran involucrados en diez causas judiciales simultáneas, distribuidas entre los juzgados federales de los jueces Servini de Cubría, de Giorgi, Ercolini, Ramos Padilla, Villena, Auge y Kreplak, con sus trámites de incompetencias y traslados de juzgados incluidos, que salvo en el caso Nisman, se refieren a supuestas escuchas ilegales y/o legales a personajes políticos y/o relacionados directa o indirectamente con causas de corrupción. Los nombres de acusados, testigos, espías de campo sin inteligencia, ex espías, policías, altos niveles políticos, jueces, fiscales, gremialistas, empresarios y abogados que desfilan por los distintos expedientes judiciales, recuerda a pujas entre pandillas antes que a búsqueda de justicia y un saneamiento institucional. Algunos ejemplos de “agentes secretos” serían desopilantes sino involucraran a un organismo relacionado con la seguridad.

1.- Declaró la interventora Caamaño que las escuchas y videos presentados en sus diversas denuncias para que “sean investigados”, se hallaron tras sucesivas tareas de limpieza en el organismo. Lo que hace sospechar que fueron olvidados por lúcidos espías macristas en su huida ante el cambio de gobierno. 2.- A requerimiento del juzgado de Lomas de Zamora, Caamaño envió información reservada con datos personales de unos cien espías, que naturalmente se hizo pública. Dos de ellos situados en el extranjero, debieron ser repatriados por riesgo de vida. 3.- Cuando el fiscal Taiano solicitó a la AFI el listado de los 89 espías que registraron intercomunicaciones activas el día de la muerte del fiscal Nisman para citarlos a declarar, la interventora respondió que, cual vendedores puerta a puerta antes que sofisticados agentes de inteligencia, 64 de ellos ya no pertenecían a la AFI y se desconocían sus paraderos. Como curiosidad, el juez de Giorgi mantiene sin avances desde hace cuatro años la causa que involucra a la ex presidenta Cristina Kirchner, por información de inteligencia encontrada en el allanamiento de su vivienda ordenada por el fallecido juez Bonadío, y recientemente ingresó en su juzgado la de Mauricio Macri por escuchas a familiares del ARA San Juan. Dado que el objetivo de estas denuncias es el de desarticular causas de corrupción y no el de sancionar, seguramente ninguna de ellas llegará a la instancia del juicio oral. Pero queda instalado un desafío: cómo crear para el país un organismo de inteligencia profesional y útil. Comenzando por las conducciones.

Buenos Aires, 03 de marzo 2022