Quiénes son Todos y Juntos?

Toda crisis política implica un fracaso del principio de representatividad, y genera una grieta ya no ideológica-partidaria, sino entre intereses políticos (mantener poder y privilegios), y ciudadanos (necesidades básicas insatisfechas y calidad de vida).  Cuando esta situación se prolonga, la asfixia y hartazgo social llegan a niveles críticos con desenlaces inevitablemente violentos. Esta situación la provoca una clase dirigente política y corporativa perenne y conservadora, que repite políticas, prácticas y discursos fracasados para que nada cambie, delegando en la sociedad la responsabilidad de encabezar acciones democráticas que promuevan transformaciones virtuosas. Tarea ésta que no admite dilaciones, pues los políticos irresponsablemente, ya se enfocan en las elecciones del 2023.

Un ejemplo de la disociación de los políticos con la realidad, fue el viaje a Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes, que en plena crisis socio-económica, con escasas reservas, cepos al dólar, alta inflación, pobreza superior al 40%, y sin reglas jurídicas estables, realizaron los gobernadores Zamora, Quintela, Capitanich, Jalil y Morales, junto a altos funcionarios y nutrida comitiva, para buscar inversiones. El único resultado fue la creación de otro organismo estatal, llamado Agencia de Inversiones y Comercio Exterior. En este contexto y sin partidos políticos tradicionales que aseguren identidad, el análisis crítico ciudadano hasta las elecciones del 2023, deberá centrarse prioritariamente en el accionar de los actores políticos, y en las estrategias discursivas cargadas de ideologías líquidas canjeables por privilegios de ocasión. No casualmente esta exaltación de personalismos por sobre lo grupal, intenta encubrirse tras dos coaliciones con denominaciones pretenciosamente abarcadoras, pese a que ni siquiera pueda asegurarse que concurran con dichas etiquetas a las próximas elecciones: Frente de Todos y Juntos por el Cambio.

Sus nombres explicitan la anomia política, pues no refieren a justicialismo, radicalismo, socialismo, izquierda o derecha, sino a “Todos” o “Juntos”, en un intento de acumulación y unanimidad. Por lo que el primer desafío consiste en establecer quiénes son “todos”, y quiénes están “juntos”, para llegar al poder en diciembre del 2023. Pero cuando este interrogante alcanza a quienes integran un gobierno, las consecuencias son graves, y los discursos suelen apelar a invocaciones místicas, como la formulada por el presidente Fernández el 18 de marzo en Tucumán, cuando expresó que “nosotros somos peronistas y por sobre todas las cosas sabemos cuáles son los intereses que representamos. Si alguno le cabe duda, que se la saque”. Cabe pedirle entonces al presidente su ayuda para despejar dudas, aclarando si todos los que integran “Todos” son peronistas, como Massa, Cristina Kirchner y Estela de Carlotto, por ejemplo, y si los que se dicen kirchneristas lo son. De igual modo, explicarnos porqué también hay peronistas en “Juntos”. Los radicales por su parte debieran explicar la diferencia entre puros o ”K”. Y si lo siguen siendo el gobernador Zamora, Moreau o Ricardo Alfonsín, entusiastas integrantes del kirchnerismo. O si Gerardo Morales intentará llevar a parte de “Juntos” con “Todos”. Estas pérdidas de identidad obligan a que los análisis políticos con proyección de futuro, se concentren en personalismos y actitudes individuales por sobre las grupales, hasta que las ofertas electorales se oficialicen. Algo está claro: Perón e Yrigoyen no son responsables de estas anomias discursivas e ideológicas actuales.

Este habitual juego de castas privilegiadas realizado en un contexto económico-social extremadamente crítico y a veinte meses de un cambio de gobierno, demanda una participación propositiva activa y permanente de la sociedad, que controle y/o condicione el accionar de los diversos actores políticos y corporativos, cuyas decisiones, ya sean institucionales, económicas, laborales o judiciales, repercutirán en el corto y largo plazo en todos los argentinos. Esta convergencia social con espíritu de supervivencia, se hace imprescindible ante la manifiesta mediocridad intelectual y profesional de muchos actores políticos (en ocasiones objeto de burla popular), quienes suelen entender la comunicación política como burdos intercambios de superficialidades y agravios, muchos de ellos vía redes sociales, que recuerdan a los habituales escándalos pertenecientes al mundo del espectáculo amarillo. 

Buenos Aires, 23 de marzo 2022