Mensaje, ética y estética

Dada la abundancia de políticos que pese a las urgencias emergentes de la actual crisis económico-social, opinan y actúan como postulantes para hacerse cargo de la “tierra arrasada” argentina a partir de diciembre 2023, la ciudadanía en su autodefensa debería ejercer una presión social democrática mayoritaria dejando en suspenso manipuladoras grietas ideológicas, para exigir que lo discursivo se plasme cuanto antes en acciones y leyes concretas imprescindibles para superar la decadencia de décadas, y modifiquen aspectos esenciales que proveen poder y facilitan privilegios políticos, que las castas sin distingos partidarios se niegan a reformular. Comenzando por una ineficaz y sobredimensionada estructura administrativa burocrática estatal; el impedimento del acceso democrático a los organismos estatales, y los permanentes subterfugios electorales para limitar el derecho ciudadano a elegir a sus representantes.

Los análisis críticos-reflexivos debieran partir de los propios mensajes emitidos por políticos, sindicalistas, miembros de la justicia y representantes corporativos con independencia de sus tendencias o ideologías, para constatar veracidades, contradicciones o falsedades, utilizando conceptos simples y breves para que sean comprendidos y aplicados por todos los sectores sociales por igual. Inicialmente cabe distinguir sintéticamente entre opinión, información, discurso, ética y estética. La opinión en sentido popular, es una elaboración mental individual referida a otras personas o sucesos, formada por percepciones, razonamientos o emociones, La información implica procesar datos reales y verídicos, pues en caso de ser falsos, se incursiona en la desinformación. El mensaje, esencial en la comunicación política, lo integran enunciados o ideas que el político emisor envía en forma oral (discurso), escrita o audiovisual, a miles de personas receptoras. La ética estudia el comportamiento humano, pero quien incumpla sus normas no puede ser legalmente penalizado. La estética se relaciona con la percepción humana (ejemplo, bello o feo), y tiene gran relevancia visual en la propaganda política. Estos cinco conceptos según se combinen pueden transmitir verdades, encubrir falacias o desnudar contradicciones, las que en muchos casos los propios políticos no detectaron. Se citan dos ejemplos recientes.

1.- Mucho se habló del discurso de la vicepresidenta Cristina Kirchner en la apertura de sesiones de la Asamblea Parlamentaria Euro-latinoamericana. Pero lo más revelador en cuanto a nuestro sistema político fue la siguiente frase textual: “Las desigualdades no son un producto de la naturaleza, son producto de decisiones políticas o de falta de decisiones políticas”. Excelente mensaje, que pareciera cumplir con los requisitos de la ética y la estética. Pero corriendo el velo de lo discursivo, surge que la vicepresidenta tiene una jubilación acumulativa de privilegio de $ 3.240.000, cuando la jubilación mínima es de $ 32.630,40. Y no menos importante, para que esta inequidad sea posible contó con el aval de legisladores, interpretaciones judiciales y funcionarios de la Anses; vale decir, del sistema político. En su estética, la falacia discursiva se completa con que el régimen previsional argentino es presentado como un sistema de reparto solidario.  

2.- En el segundo caso predomina el componente informativo, y secundariamente el estético visual. El intermediador de recursos públicos Juan Grabois, con una imagen jerárquica que lo mostraba ubicado en el centro de una mesa, sus lugartenientes a ambos lados, miembros secundarios de pie en segunda línea, brindó una conferencia de prensa para comunicar que “mis tres diputados votarán en contra del acuerdo” para aprobar el convenio gobierno-FMI, lo que efectivamente sucedió. El uso del adjetivo posesivo “mis diputados” ratificó que en las listas sábana los elegidos no representan a los anónimos votantes, sino a quienes negocian con otras cúpulas de poder sus ubicaciones en las listas. Con cargo asegurado, eventualmente los favorecidos podrían mutar de adhesiones para negociar mayores privilegios. Maquiavelo los llamaba mercenarios, de quienes decía “son ambiciosos, desleales; no tienen temor de Dios ni buena fe con los hombres”. Estos personajes irán surgiendo a medida que se reconfiguren las coaliciones electorales.

Buenos Aires, 20 de abril 2022