Guantes blancos y bolsos negros

Para detectar contradicciones, falacias u omisiones en el discurso político como paso previo a definir posicionamientos, y evitar que los debates se agoten en gritos y descargas emocionales que mantengan a la “grieta” como instrumento para que nada cambie, es recomendable basarse en transcripciones textuales o registros audiovisuales fidedignos. Dos hechos recientes permiten realizar este ejercicio ciudadano: el interesante debate entre Javier Milei y Juan Grabois, bajo el auspicio y moderación de Jorge Fontevecchia, de Editorial Perfil, y días más tarde en un acto en Cañuelas por el inicio de la obra de ampliación de la ruta nacional 3, el presidente Fernández expresando enfervorizado que “está esperando que la Justicia llame a esos ladrones de guante blanco para rendir cuentas», refiriéndose a la adjudicación de obras públicas durante el gobierno de Macri. Ambos casos en apariencia no relacionados, presentan aspectos comunes, ya no desde lo discursivo que supone mensajes encontrados, sino en tangibles referencias al rol del Estado en cuanto a políticas, administración de recursos públicos y corrupción.

El extenso y complejo diálogo entre Milei y Grabois, que se basó en la problemática de la desigualdad y pobreza, resultó enriquecedor desde lo teórico, con referencias al pensamiento de Marx, Keynes, David Ricardo, Mussolini, Perón, Friedman, Carl Menger y Von Wieser, entre otros, y merece ser analizado por quienes ejercen diversas representaciones políticas. Pero fue en el campo de lo concreto (el hoy y aquí), donde surgió una inesperada coincidencia: la defensa de los manteros, a quienes Milei, en nombre de la libertad de trabajar honestamente, expresó que no los desalojaría por la fuerza; destacando la posibilidad de los comerciantes de competir con los manteros en igualdad de condiciones, si sacaran su mercancías a la vereda o no pagaran impuestos, Grabois, sumó esta postura al “laburo de los movimientos populares”, y complacido llamó a esta convergencia entre ambos “alianza táctica”. Cuando en realidad ejemplificaron al discurso político falaz, que sea para agradar o polemizar, oculta los verdaderos trasfondos que lejos de brindar libertad o protección, lucran con el sometimiento. Los manteros, sean inmigrantes ingresados en condiciones de cuasi esclavitud (se mencionó a los senegaleses), o ciudadanos locales urgidos por la pobreza, son explotados por mafias que incluyen a comerciantes con locales propios, los que lucran con falsificaciones a gran escala, y en nombre de la libertad como sueña Milei, los aprovechan en la calle sin costos fijos ni salariales.  Grabois por su parte, integra la proliferación de organizaciones que intermedian recursos del Estado en nombre de “dar laburo”, negociando tras la coacción del piquete con los poderes ejecutivos, ministeriales e intendencias, que institucional y presupuestariamente son quienes deberían cumplir con las obligaciones sociales públicas. Inclusive muchos de esos dirigentes se integran directa o indirectamente al sistema burocrático que critican, usufructuando cargos políticos privilegiados. Conclusión: si algo brilla por su ausencia en la “alianza táctica” entre Milei y Grabois, es la libertad.

En cuanto al enfervorizado y altisonante pedido presidencial para que la Justicia llame a rendir cuentas a los ladrones de “guantes blancos”, se presentan dos falacias: 1) Es contradictorio (o cínico), que el reclamo lo formule quien encabeza un gobierno que destina gran parte de su gestión a lograr la impunidad judicial de los políticos ladrones de “bolsos negros”, con amenazas públicas a jueces incluidas; 2) Asimismo, existen centenares de causas con funcionarios y sus asociados sospechados de corrupción citados a “rendir cuentas”. Pero son los propios acusados que con apoyo político y en muchos casos judicial, utilizan todos los subterfugios posibles para demorar o anular los juicios orales y públicos, que es el ámbito donde se definen inocencias y culpabilidades. Con la novedad de que jueces integrantes de tribunales destinados a llevar adelante un juicio oral, resuelven no llevarlo a cabo, decretando la falta de mérito de los acusados.

Ambos casos ejemplifican falacias discursivas, muchas de las cuales se transforman en hipocresías explícitas. Para no caer en la trampa de las discusiones entre bandas, como sucede en los ámbitos mafiosos para acordar complicidad y definir áreas de competencia, la sociedad más allá de sus ideologías, debe exigir que se juzgue y sancione por igual a los ladrones de “guantes blancos” y de “bolsos negros”.

Buenos Aires, miércoles 08 de junio 2022